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jueves, 13 de julio de 2017

Banalización lúdica de la sexualidad


Después de publicar sobre la Banalización científica de la sexualidad, de Antonio Ruiz-Retegui, tal como prometí, añado ahora los párrafos que dedica a la Banalización lúdica, dentro de su artículo "Sobre la sexualidad humana", y una introducción al sentido humano de la sexualidad, del mismo autor.

La banalización lúdica, depende en cierto modo, de la científica y es como una consecuencia de ella. Las intervenciones técnicas en los procesos de generación, y en particular el desarrollo de la farmacología contraceptiva, permiten una separación casi total entre la generación y el uso de las facultades sexuales, tanto coporales como afectivas. La cuestión del aborto viene a advertir que esa separación no se ha logrado por completo. Pero el empeño por imponerlo muestra hasta qué punto se pretende que esa separación sea total. La sexualidad ha venido así a quedar como dividida en dos aspectos prácticos: por una parte la capacidad para engendrar, y por otra, completamente separada, la capacidad para gozar placeres específicos, desligados de cualquier otra significación humana. La intensidad y atractivo de esos placeres pueden utilizarse a voluntad como un elemento más, de los más poderosos, que determinan la conducta de los hombres. Pero ya no es más que un elemento de la "fisiología" de la sociedad que, en cuanto conocido y dominable, puede resultar tan útil para el dominio de las personas como la metalurgia es útil para la construcción de artefactos.

Es indudable que la erotización creciente de la sociedad, la procacidad desenfrenada, el impudor casi impuesto por las modas, en muchas ocasiones, no tienen nada en común con algunas formas aberrantes en sociedades primitivas. En éstas, esas manifestaciones reflejaban una visión trascendente de la sexualidad. En la actualidad esa referencia al misterio ha desaparecido y no queda más que una empobrecida visión de la sexualidad como capacidad de gozar y, derivadamente, como fuente de dominio de aquellos que tengan en sus manos alguna forma de poder sobre la comunicación y las formas de conducta.

 

Sentido humano de la sexualidad


Como se ha apuntado al comentar la reducción cientifista, la sexualidad no es un caso aislado en lo que se refiere a la pérdida de sentido. Tampoco la banalización lúdica ha afectado de modo exclusivo a la sexualidad. La cuestión de fondo es precisamente la relación con la realidad y, sobre todo, la relación con la propia humanidad del hombre, es decir, con el hombre en cuanto tal, en cuanto persona. Es esta relación la que determina la importancia o gravedad de esa trivialización cuando afecta a dimensiones de la existencia humana.

Es evidente, por otra parte, que en la compleja unidad del hombre hay diversas dimensiones que afectan de manera distinta a la propia persona. El valor o dignidad de la persona se expresa, o es involucrado, de un manera distinta en cada una de sus dimensiones. En cierto modo son inconmensurables, pero también es claro que hay dimensiones que involucran con más profundidad el ser mismo de la persona. Por esto, para ver la importancia de cada una de esas dimensiones y, consecuentemente, para detectar la peculiar gravedad de su violación, se requiere captar adecuadamente la manera cómo esa dimensión involucra la dignidad de la persona. Esto quiere decir que es necesaria la consideración atenta de cada una de esas dimensiones como dimensión de la persona humana, es decir, el estudio de esas dimensiones existenciales como expresiones del ser mismo de la persona y como articulación concreta de la vida de un ser absolutamente digno.

Sobre la sexualidad abundan, casi de modo excesivo, los estudios descriptivos y los análisis fenomenológicos y culturales. También en este aspecto se puede sufrir la embestida del cientifismo y su pasión por describir hechos, prescindiendo de toda consideración valorativa. Pero esto, en el fondo conduce a prescindir de si algo es significativo o no, es decir, a abandonar la significación o el interés de las cuestiones al ámbito emotivo o a la vigencia cultural. Las descripciones del fenómeno de la sexualidad, si se hacen abstractas, es decir, desligadas de la fuente de significación, pueden constituir un material científico que no muestre más interés que el de una colección ordenada y rigurosa "científicamente" de unos hechos cuya importancia de ningún modo está fundamentada científicamente.

Se requiere, pues, ahora adentrarse en el estudio de la significación humana de la sexualidad. Podremos entonces responder a las preguntas que, en este aspecto, son las decisivas:¿de qué modo la trivialización de la sexualidad supone una trivialización de la persona? O, dicho de modo positivo, ¿de qué modo la dignidad absoluta de la persona se expresa en la dimensión humana de la sexualidad?

No se trata primariamente de una reflexión moral, sino de una consideración antropológica. En la medida que la verdad del hombre resulte interpelante para la libertad, estas reflexiones derivarán en cuestiones propiamente morales.

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