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jueves, 16 de julio de 2015

La tolerancia (1)

Conferencia pronunciada por José Antonio Ibáñez Martín, Catedrático de Filosofía de la Educación,  en las VIII JORNADAS de AGEA. Esta conferencia y el coloquio que la siguió, fue publicada en su momento en el Boletín de AGEA, pero acontecimientos recientes han recordado su permanente actualidad, por lo que se reproducen nuevamente aquí.

La tolerancia yo creo que tiene dos planteamientos distintos: que, uno es el planteamiento tradicional y que, otro es el planteamiento contemporáneo. No se puede decir que sean planteamientos contradictorios, pero sí creo que legítimamente se puede decir que son planteamientos distintos. El planteamiento tradicional de la tolerancia tiene las siguientes características:

1º, nosotros hablamos de la tolerancia cuando nos encontramos con algo que es malo;
2º, cuando algo que es malo, nos afecta;
3º, cuando algo que es malo, nos afecta y tenemos capacidad para reprimirlo;
y 4º, cuando además de tener capacidad para reprimirlo, sin embargo, permitimos que se dé, sin aprobarlo expresamente. 
Me parece que estas cuatro características son importantes: 
1º, tolerancia se refiere a cosas malas; no tiene sentido que el partidario del Real Madrid diga que tolera que el Real Madrid ocupe la cabecera de la clasificación. ¡No, no! Evidentemente, estamos hablando de cosas malas: no tolerará que esté el Barcelona; 
2º, de cosas que nos afectan: el padre, que hubo un tiempo que tuvo una niña, la cual le importa rigurosamente un pito... y que declara en una cena de amigos que él es muy tolerante, que no tiene ningún inconveniente que su hija vuelva de la "ruta del bakalao" a las siete de la mañana. Pues a lo mejor uno tiene que preguntarse una cosa: ¿Lo tolera? O es que la niña le importa un pito, porque la si la niña le importa un pito, no me diga usted que lo tolera; simplemente es que ... no me importa... Que los rwandeses están cortando cabezas: ¡ y a mí qué me importan los rwandeses! - No, yo tolero la guerra en Ruanda... ¡No sea usted hipócrita!,- es que lo que pasa es que usted tiene el corazón encallecido -, y a usted la guerra de Ruanda le importa un pito. 
3º, si hablamos de tolerancia, estamos hablando de cosas que nos afectan y de cosas que tenemos capacidad para reprimirlas. Pero, ¡cómo vamos a decir, después de meses preparando una fiesta familiar en el campo, y que ese día amanece con una nevada espantosa...! ¡ Cómo vamos a decir que vamos a tolerar la nevada! Y usted no tolera la nevada, ¡usted no tiene más remedio que aguantarse con la nevada! Pero es otra cosa muy distinta: no está en su mano impedir que ese fenómeno se produzca. 
Y 4º, sin embargo, permitimos que ese fenómeno se dé sin aprobarlo expresamente. Ésta es una cuestión importante: es decir, la tolerancia implica el permitir algo, no el aprobarlo, que aprobarlo es otra cosa distinta: simplemente lo permito.
La tolerancia institucionalizada, es decir, no la tolerancia que puede tener un padre de familia en su casa, sino la tolerancia en la sociedad civil, podríamos decir de esta manera que es el derecho a no ser molestado por hacer algo a lo que no se tiene derecho. Usted no tiene derecho a hacer éso, pero podríamos decir: los aparatos represivos del Estado no se van a poner en funcionamiento si usted lo hace. Usted no tiene derecho a hacer éso, ¿por qué? Porque es malo y el mal, las cosas malas, no tienen derecho de ciudadanía. 
¿Cuál es el ejemplo más típico de la tolerancia en su sentido clásico? Lo que decía Paul Valéry, que causaba un infinito enojo en los existencialistas franceses, que le acusaban de ello; me acuerdo de uno de los deliciosamente escritos, - en un francés maravilloso y lleno de errores gravísimos -, artículos de Sartre, en donde decía: "parece mentira, Valéry diciendo : "tolerance , il y a des maisons pour cela!", tolerancia, ¡hay casas para éso! "¡Qué sectario!", decía Sartre enormemente enojado hablando del Sr. Valéry: "casas de tolerancia". ¿Y por qué ha habido casas de tolerancia? Es decir, ¿ por qué se han permitido casas de mala nota?, digamos en una tecnología más castiza lo de las casas de tolerancia...¿Por qué se han permitido? ¿Cumplen las características que os he dicho? Cumple perfectamente. ¿Es algo malo? ¿Es algo que efectivamente nos afecta? En una u otra medida, verdad..., pero nos afecta. ¿Es algo que el Estado tiene capacidad para reprimir? Y es algo que, sin embargo, se ha podido permitir en diversos momentos y circunstancias. Y, ¿por qué se permiten... si éso es malo? 
Pues, la doctrina tradicional es que se permitía por el principio del mal menor, es decir, que los males que se deducirían de la represión de aquello malo serían mayores que los males que se producen por la inhibición del Poder sobre la cuestión. Y, yo durante bastantes años he vivido en un sitio encantador, desgraciadamente tomado por extraños íncubos, que aparecen a partir de las doce de la noche y que acampan allí aproximadamente hasta las ocho de la mañana. Viviendo allí durante esos años he pensado, en la conveniencia de las casas de tolerancia. Bueno, y estos íncubos... ¿por qué no se ponen un piso? Y nos dejan la calle que es de todos, modestamente... ¡Y nos dejan en paz a todos los demás! Yo lo preferiría, porque a mí me parece muy mal que se dediquen a ese torpe negocio, pero desde luego que se dediquen en su piso, a no tener que estar apartándolos para llegar a mi casa. Otra cosa verdaderamente distinta.
De esta manera la tolerancia tradicionalmente es una forma de la paciencia y así, en contra de lo que decía el otro día algún catedrático de la Universidad de Madrid, - y en donde se manifiesta que también los catedráticos nos equivocamos -, pues declaraba en un periódico hablando cómo la tolerancia no estaba contemplada en las obra de Tomás de Aquino, etc. 
Bueno, Tomás de Aquino habla cincuenta veces acerca de la tolerancia en sus distintas obras; lo que pasa es que lo hace dentro de las perspectivas tradicionales, que es que la tolerancia es una forma de la paciencia, paciencia que como todos ustedes saben muy bien es una parte de la fortaleza. 
Paciencia, ¿qué significa la paciencia? Nosotros aguantamos un mal, por un bien mayor que amamos. Nosotros llevamos pacientemente los males de nuestra salud, pensando, por ejemplo, en una recompensa eterna a la que aspiramos. Somos fuertes ante ese mal pensando en un bien que efectivamente amamos. Este es el planteamiento tradicional. 
Este planteamiento tradicional ha sido puesto en solfa en estos últimos años por dos ataques muy distintos. Uno, que me parece que es bastante razonable, y, otro que me parece que es muy poco razonable. Los iremos viendo a continuación, cuáles son estas dos formas de enfrentarse con la posición tradicional a la hora de hacer el planteamiento que van a escuchar ustedes. 
Lo que está claro, es que efectivamente, la tolerancia es un valor en alza. Me parece que en éso no hay ninguna duda. La Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el año 1995 como Año de la Tolerancia e invitó a la Unesco a que asumiera la función de organización promotora. 
Siguiendo la Declaración Constitucional de la Unesco, de que las guerras nacen en el corazón de los hombres y que, por consiguiente, la educación que desarrolla el respeto a los demás, que mantenga con nosotros actitudes de tolerancia, será el medio más poderoso para conseguir la paz. 
Quizás es bueno recordar pues, cómo la Declaración Universal de los Derechos Humanos, cuando habla de los objetivos de la educación, pone como objeto primario de la educación favorecer la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones, grupos étnicos o religiosos. 
En nuestros días estamos asistiendo a unas manifestaciones de terrible intolerancia; el espectáculo dantesco al que estamos asistiendo o hemos asistido en relación con Ruanda, al de los Balcanes, a tantos momentos en donde uno dice: bueno, la incapacidad de tolerarse distintos grupos es realmente sorprendente e increíble. Por ello es lógico que , junto con esa Declaración del Año Internacional de la Tolerancia, haya habido numerosas recomendaciones de la Asamblea Parlamentaria: por ejemplo, la recomendación 1222 del 29 de septiembre del 93, aprobada por la Asamblea parlamentaria del Consejo de Europa, relativa a la lucha contra el racismo, la xenofobia y la intolerancia. Otras declaraciones que tengo aquí, que en algún momento podremos sacarlas, que manifiestan la preocupación de los organismos internacionales desde hace bastantes años por fomentar la tolerancia.
Tolerancia como un valor universal, es decir, que todo el mundo está completamente de acuerdo en dirigirse hacia la tolerancia en términos laudatorios, mientras que la intolerancia siempre se expresa en términos de rechazo. Ahora bien, el asunto está en decir, cuando algo todo el mundo lo alaba indiscriminadamente, a veces uno puede tener cierto temor de decir: ¿estamos alabando lo mismo? ¿Estamos hipócritamente sumándonos a un caballo que ha pasado por ahí y del corcel no parece que uno no puede descolgarse, pero, en el fondo, todos entendemos cosas distintas, por lo que se entiende por ese caballo que ahora está tan de moda? ¿Estamos hablando de una tolerancia auténtica y duradera, o por el contrario estamos hablando de algo que es un oropel, algo que en el fondo es falso o que es efímero? ¿Estamos hablando de una tolerancia hipócrita? 
Por ejemplo, la que esgrime el débil en su defensa contra el fuerte, como una táctica para defenderse o para sobrevivir, pero que desde luego, no es la actitud que realiza cuando deja de ser débil y pasa a ostentar el poder sobre los que anteriormente eran fuertes. 
Cuando nosotros estamos hablando de tolerancia sabemos realmente en qué se basa y, sabiendo en qué se basa ¿somos capaces por consiguiente de precisar su auténtico sentido y ámbito? Porque todas las cosas tienen un auténtico sentido y ámbito. La fortaleza todos sabemos que es algo positivo, pero también sabemos, y especialmente los militares que haya en la sala, que la fortaleza tiene unos límites y un ámbito preciso, fuera de los cuales se transforma en una temeridad. Y si esa temeridad es del jefe es peor, porque se realiza con la sangre inocente de sus subordinados. 
No cualquier acto aparentemente ligante y fuerte es realmente una manifestación de fortaleza. A veces, es una estúpida manifestación de temeridad, cuando no de chulería. ¿Sabemos cuáles son esos límites de la tolerancia, o esos límites están puestos de una manera sectaria? Por ejemplo, es muy divertido un artículo que ha publicado hace pocos meses una conocida senadora, también profesora y pretendidamente independiente, aunque obviamente figuraba por un partido casualmente en el poder, en donde en el artículo que se llamaba En defensa de la tolerancia, dice lo siguiente: "carecemos de criterios muy substantivos para distinguir lo tolerable de lo intolerable, porque ya no nos atrevemos a decir, con Marcuse, que sólo son tolerables las ideas progresistas y no lo son las reaccionarias". ¡Ah! Pues está muy bien; usted califica a las ideas que le da la gana, - normalmente serán las suyas -, como progresistas; a las demás las califica como reaccionarias y, por consiguiente, ya sabe usted dónde están los límites de la tolerancia. Usted hace lo que le da la gana y se acaba la historia. Y al otro, no solamente le impide que haga lo que quiera, sino que además le coloca el label de intolerante. ¡Hombre, no está mal! Es un bonito juego. 
¿Vamos, entonces, nosotros a hacer algo que sea efectivamente consistente? O por el contrario, ¿vamos a hacer, - y ésto era lo que les decía que era uno de los ataques equivocados contra el concepto tradicional de la tolerancia -, vamos a mantener una posición descomprometida e insubstancial, típica de la idea del consumo y del permisivismo burgués, que en un principio lo aguanta todo, por supuesto siempre y cuando no comprometa sus intereses materiales porque ya se sabe, dice el refrán que con las cosas de comer no se juega? 
Pero, excepto en las cosas que no sean las de comer, ¿vamos a mantener esa actitud relativista? Es decir: mire..., la posición antigua de la tolerancia es una posición equivocada, porque usted ha dicho que se tolera lo malo. ¡Ah! ¿Y quién le dice a usted lo que es lo malo? Usted partiendo de una posición absolutamente dogmática ¡no se engañe! ¡No, no, de ninguna manera!, en el fondo ya lo decía Nietzsche, que las cosas buenas son las que amamos; cada uno de nosotros ama unas cosas; hay que permitir que cada uno ame las cosas que efectivamente dice.
Y en esta posición nos encontramos a personas muy conocidas como es un filósofo, seguidor de Nietzsche, naturalmente, norteamericano que se llama Richard Rorty, que algunas de las cosas que dice atacando a un libro que se hizo muy famoso en EEUU, porque provocó uno de los enojos más espectaculares que ha habido en ese país por parte de la izquierda liberal, el libro de Alan Blum, que se titulaba The Closed in North American Mind, que se tradujo al español como El cierre de la mente moderna. 
Entonces, este libro provoco enojos verdaderamente espectaculares entre los medios izquierdistas liberales americanos. Rorty tercia en esta empresa y ataca a Blum diciendo : "los conservadores se equivocan al pensar que tenemos una facultad denominada razón, que nos permite llegar a la verdad o una esencia verdadera de la que la educación nos hace conscientes. No, ésto es un prejuicio de los conservadores, que es una completa tontería; lo propio de la educación americana, dice Rorty, es que ya se sabe que en la enseñanza primera y media hay que socializar a la gente. Y de ésto se ha encargado muy bien la derecha, pues en hacerles que aprendan a obedecer a la policía, a guardar turno - los americanos ya saben ustedes que guardan turno perfectamente - las cosas que pasan en España, por ejemplo, llegar a una tienda, ésto es un follón, no sabes nunca cuando te toca, siempre hay una señora que te pisa... En América éso es imposible : first comed, first served ; ya se guardará nadie de pretender pasar: ¡no, no, no, de ninguna manera!, hay que guardar turno, hay que enseñar a la gente a guardar turno, a obedecer al policía de la esquina, a pagar los impuestos, sacrosanta cosa que todos ustedes saben; de estas socializaciones ya se encarga la derecha. 
La izquierda, por el contrario, en el mundo universitario, está para otra cosa; está para mostrar que es verdadera toda creencia que resulte de un encuentro de opiniones, libres y abiertas, sin inquirir si este resultado coincide con algo que se halla más allá de ese encuentro. No existe naturaleza humana en sentido profundo en que Platón y Strauss utilizan ese término; es decir, es igualmente válida cualquier forma de proyectar su futuro que decidan los estudiantes, ya convertidos en ciudadanos competentes, al ser mayores de edad y estar en la universidad. 
Eso tiene una traducción que es la famosa traducción de los live styles, de los estilos de vida; todo estilo de vida es igualmente valioso. Sin lugar a dudas, usted no puede rechazar ningún estilo de vida; todo estilo de vida es la expresión de esa autonomía en la cual está la esencia de la humanidad. Así, por ejemplo, en el último folleto que ha repartido al llamado territorio "mec", una extraña figura geográfica que los historiadores del futuro estudiarán con mayor atención..., pues en el territorio mec se ha enviado a todos los colegios un folleto de educación sexual, en donde queda claro que todo comportamiento sexual, en lo que se refiere a las prácticas o los compañeros que se elijan es igualmente legítimo, siempre y cuando no medie violencia. Ya saben ustedes que la violencia está muy mal, es una cosa terrible. Las otras cosas, no, pues es absolutamente igual; sorprendentemente pone la excepción del bestialismo, cosa que no he llegado a entenderlo muy bien, de acuerdo con esos principios, porque no he leído nunca ninguna carta en la que una cabra haya protestado porque alguien le haya metido mano. Me parece que es una actividad no violenta, tengo la impresión. No sé con exactitud, pero hay una curiosa excepción allí planteada. 
Son estilos de vida: usted, qué quiere, haga usted lo que quiera, todo está absolutamente igual, a la mano de cualquier cosa. Naturalmente, desde estas perspectivas, pues yo creo que con la tolerancia no vamos a ninguna parte, es decir, que nosotros si pensáramos que la tolerancia tendría necesariamente que ser la expresión, no de que nosotros calificáramos a algo de malo, pero que, sin embargo, consideramos que era prudente el permitirlo, sino que, por el contrario, la tolerancia tiene que ser la expresión del respeto universal e indiscriminado hacia cualquier tipo de comportamiento. 
Desde este planteamiento no hablemos de tolerancia, porque no podemos hablar de nada serio. Es decir, este planteamiento presenta una cara torva, oscura, que normalmente no se quiere enseñar. Dicen ustedes que ustedes lo preguntan todo: muy bien, muy hermoso, no se olvide que con eso que está usted favoreciendo, está usted favoreciendo la opresión de los fuertes sobre los débiles; obviamente, el pisoteo de los que tienen poca voz, la imposibilidad de protestar, porque... ¡son formas de vida!. Usted está dentro de esa forma de vida en la que usted no puede hacer nada. Si la mujer, tradicionalmente, ha sido el objeto de determinadas manipulaciones en los "piececitos", pues es evidente que la mujer no puede protestar, porque es un life style; ya se sabe que la cultura china siempre se ha dedicado, pues a conseguir que los pies de las señoritas sean pies pequeños; les pongo el ejemplo de los pies porque es más cómodo de decir que otros ejemplos de prácticas que se realizan en los moros y que es mucho más penoso en relación con las mujeres y ha llevado a que algunas mujeres moras en Francia hayan terminado en la cárcel, por hacer ciertas prácticas con sus encantadoras "nietecitas". 
Que se han quedado escandalizadas cuando las han metido en la cárcel: si ésto ¡lo hacemos siempre cuando las niñas llegan a cierta edad! Si nosotros efectivamente pensáramos en esa absoluta relatividad, en ese estilo de vida, yo no sé con qué justificación, los jueces de Marsella pudieron llevar a la cárcel a la encantadora abuelita que había realizado ciertas prácticas con su nieta. No me explico yo en base a qué. Por tanto, yo creo que esa es una crítica, rigurosamente equivocada, a la concepción clásica. 
Sin embargo, a mí me parece que hoy se puede hablar de otro planteamiento de tolerancia no viéndola tanto como una forma de la paciencia, como más bien como una parte de la prudencia política, que a su vez, saben ustedes, es una parte subjetiva de la prudencia.
La prudencia política que determina el orden que los miembros de un grupo deben guardar para alcanzar el bien común; esta prudencia debe tener en cuenta la realidad de los miembros del grupo, así como las exigencias ineliminables del bien común de esa concreta sociedad. Naturalmente tener en cuenta tales circunstancias de los miembros reales del grupo, miembros que a veces, son diversísimos, obligará a llevar con buen ánimo la existencia de una variedad de pensamientos y de actuaciones con algunas de los cuales no estaremos en absoluto de acuerdo, o que nos molestarán, o que dificultarán la eficacia, o que, incluso, serán positivamente malos. 
Y, sin embargo, la prudencia política nos llevarán efectivamente a llevar con buen ánimo esa variedad de cosas. Esa variedad de cosas, insisto, que no estamos de acuerdo con ellas; son planteamientos que tienen otras personas, con los que estamos en desacuerdo. 
Otras veces, que positivamente no es que estemos simplemente en desacuerdo, sino que nos molestan desde diversos puntos de vista; solamente porque nos parezcan repugnantes. Hace un tiempo estuve comiendo con un amigo mío que venía de África y que me contó cómo un día había sido invitado con grandes ceremonias a una tribu como persona importante, y que en atención a la importancia del comensal se les había servido una comida de primera especial, que era unas ratas gordas que había en esa zona de África y que era un exquisito plato que se daba a los invitados de primera. Él dijo que estuvo a punto de morirse de asco al pensar que se estaba zampando las ratas. Pero efectivamente, es algo que a nosotros nos molesta positivamente, pero que lógicamente el africano puede decir: -oiga, pero si ustedes comen caracoles, bichos asquerosos, babosos, que están ahí comiendo polvo y ustedes se los zampan y encima pagan un "pastón": efectivamente, son manifestaciones de tolerancia; o que dificultan la eficacia, pues todos lo sabemos, que si llegan veinticinco tíos a un bar y cada uno empieza a pedir una cosa distinta, pues es un follón, si además hay ochenta tíos más y el tren va a salir dentro de cinco minutos, uno puede decir, es que hay razones objetivas de eficacia social. ¡Si , pero es que yo no quiero café, es que me despierta...! ; que son positivamente malos. 
La cuestión está entonces en ¿por qué se permiten? Pues se permiten por dos razones que no han estado suficientemente subrayadas en momentos anteriores, que son los siguientes: la 1ª es que nosotros tenemos que actuar respetando la dignidad del hombre, y ésto es una cosa enormemente importante dentro de un régimen democrático, porque efectivamente los regímenes democráticos se caracterizan, entre otras cosas, por ese respeto y por esa valoración de la persona individual. 
Pues bien, dignidad de la persona individual, pero si nosotros pensamos en nuestra dignidad personal, nosotros analizando esa dignidad descubrimos que nosotros tenemos una libertad que puede escoger lo bueno pero también lo malo; es característica de nuestra libertad la posibilidad de escoger lo malo. Nosotros tenemos una inteligencia, que no es una inteligencia intuitiva que capta en un sólo golpe de vista toda la realidad de las cosas. ¡No, no, no! es una inteligencia discursiva, como decía Eduardo Nicol en una frase muy divertida: "Nosotros no nacemos enteros, sino que nos vamos enterando poco a poco". Y, a veces, es que no te enteras, le decimos a un tío, porque la experiencia del error es una experiencia muy vieja, muy tradicional, muy antigua, es decir, en ese camino de la inteligencia hasta el error, nos podemos dejar los dientes, ¡tantas veces!, y no una vez en tiempos de los godos, ¡no, no!, todos los días, la experiencia ordinaria, verdad, continúa. Por consiguiente, que exige la tolerancia, que si nosotros respetamos la naturaleza de la dignidad humana, que es como es, no como nos gustaría que fuera, sino como es. 
Si nosotros respetamos la dignidad humana, pues tenemos que darnos cuenta que no todos los males deben reprimirse y tenemos que darnos cuenta de que no podemos exigir a todos los hombres que alcancen la verdad y al mismo tiempo. 
Bueno, si nosotros actuáramos de forma contraria, es decir, si impidiéramos que nadie hiciera cosas malas y si golpeáramos en los nudillos a todo el que se equivoca, estaríamos manifestando con nuestros hechos, que ha habido un inmenso error en quién ha construido la naturaleza humana. Ese señor que hizo a los hombres como somos, se equivocó. Tenemos nosotros que enmendarle la plana. Es algo semejante a lo que hace la persona que oye una voz del Señor, y le dice que ha venido Saulo a su ciudad. Y quien oye esa voz le dice: Oye, no sé si sabes que es un chico muy malo, que persigue a los cristianos - se sentía en la obligación de aconsejarle - y dice : ¡Hombre!, ir a ayudar a Saulo que ha venido aquí a meternos en la cárcel, me parece un poco imprudente. Bueno, pues ¿estamos nosotros llamados a enmendar la plana? Mantengo mis dudas... 
La 2ª razón yo creo que es igualmente importante. Tolerancia es expresión del deseo de respetar la legítima diversidad de dones que hay entre los hombres. Subrayo lo de legítima. Lo que se traduce en que no podemos dificultar la iniciativa ajena de quien busca la plenitud de su propia personalidad. Y por ello, nosotros no podemos pretender la uniformidad en la sociedad, nosotros hemos de abandonar absolutamente el sueño igualitarista, como una mala pesadilla. 
Tenemos que disponernos, efectivamente, a respetar el legítimo estilo que cada uno desee imprimir a su propia existencia: respeto. No tenemos por qué estar de acuerdo con ellos, pero respeto a las legítimas diferencias. Y ¿por qué insisto en las legítimas diferencias? Pues por una razón muy sencilla: porque es evidente que nosotros no podemos pensar que absolutamente puede tolerarse cualquier cosa. No, de ninguna manera. Les he dicho a ustedes que hay algunos objetivos fundamentales que hay que respetar. ¿Cuáles son estos objetivos fundamentales? Las ineliminables exigencias del bien común. 
Y éso quiere decir que nosotros, lo que son los elementos fundamentales de la dignidad humana estamos obligados a respetarlos y hacer que se respeten, de la misma manera que también tenemos derecho a que permanezca la legítima identidad histórica del pueblo del que formamos parte, porque formamos parte de un pueblo con unas características determinadas, cuya identidad histórica, siempre y cuando no vaya en absoluta contraposición contra esas exigencias ineliminables del bien común, basadas en la dignidad de la persona humana, igualmente hemos de respetar. 

Estos son, por consiguiente, los nuevos planteamientos que hacen que la tolerancia sea algo efectivamente positivo, que no sea una expresión de la paciencia, sino que sea una expresión de la prudencia política a la hora de fijar los límites de la acción. Yo pensaré efectivamente en cuáles son las cosas que debo ordenar teniendo en cuenta que no todo el mundo va a hacer todas las cosas bien, que no todo el mundo se va a enterar de la verdad inmediatamente, teniendo en cuenta que no todo el mundo tiene las mismas formas de considerar su vida, y que junto con ello, hay también unos límites fundamentales que yo, como gobernante, del país o de mi casa, como persona con autoridad en un grupo determinado, debo prudentemente fijar. Creo que éstas son las ideas básicas del tema de la tolerancia.

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