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domingo, 29 de enero de 2012

jueves, 26 de enero de 2012

Estreno de ‘Popieluszko: la libertad está en nosotros’


Nació en Okopy, Polonia, en 1947. Juan Pablo II habló de Popieluszko como de “un gran europeo”, quizá porque no fue sólo en Polonia −sino en medio mundo− donde el comunismo se derrumbó apenas cinco años después del martirio del sacerdote. El 6 de junio de 2010 fue beatificado por Benedicto XVI. Ahora se estrena una película sobre su historia y su martirio
      Este viernes 27 de enero se estrena en España Popieluszko, una historia épica sobre la vida y martirio del padre Jerzy Popieluszko, héroe del movimiento Solidaridad. Este sacerdote, considerado como un héroe por el pueblo polaco, fue brutalmente asesinado en octubre de 1984. El 6 de junio del pasado año fue beatificado en Varsovia. La película relata también los vertiginosos días de Solidaridad, así como la situación política de la Polonia de los años 80.
      El filme cuenta la historia de un hombre que pasó de ser un chico de campo a convertirse en el guía espiritual de una nación entera, y en el símbolo de la lucha por la verdad y la auténtica libertad.
      El padre Jerzy Popieluszko descubrió su vocación poco después de realizar el servicio militar. Años después, se forjaría su leyenda en los difíciles tiempos de la “ley marcial” y su fama empieza a conocerse por todo el país. Pero un día Popieluszko desaparece ante el estupor del pueblo polaco y poco después aparece su cuerpo arrojado a un lago, víctima de un brutal asesinato. A su funeral en 1984, acudieron más de medio millón de personas.
      El gran destino de este sacerdote se desarrolla sobre el fondo de los acontecimientos que cambiaron la historia en la década de 1980. Son los años en los que se proclama la huelga que dio origen a Solidarność, el primer sindicato independiente de la Europa del Este. El clima encendido de esos días se reconstruye en numerosas escenas de masas, en las que participaron personajes que vivieron realmente esos momentos.
      Popiełuszko es una de las pocas películas que cuenta este importante periodo de la historia contemporánea. La cinta se dirige a un público amplio. En Polonia la vieron más de 1.300.000 espectadores. Su éxito allí se debió a la fuerza de la historia y a las grandes emociones que despierta, contadas con un lenguaje sencillo. La preparación del rodaje duró varios años. Durante este periodo, los creadores de la película recogieron una gran documentación, entre la que se encuentran los testimonios directos de las personas que conocieron y siguieron a Jerzy. En la escritura del guión, el autor, además de dar consistencia a los acontecimientos históricos, estuvo en constante comunicación con la familia y amigos de Popiełuszko.
      La película ha sido producida por Focus Producers Srl. (con la colaboración de IF Max-Film S.A), que invirtió en el proyecto cerca de 3 millones de euros; además, la cinta ha sido cofinanciada con fondos del Instituto Polaco de Cine y del gobierno de Mazovia.
      Tiene abierta una completísima web oficial. Allí se pueden descargar: carteles, fotografías, dosieres de prensa, testimonios de quienes conocieron a Popieluszko y toda la información sobre el filme. También puede solicitarse el estreno en la propia ciudad, o en un cine cercano. El trailer refleja muy bien los temas del filme y las crisis del personaje, así como todo el esfuerzo de producción que hay detrás.
Alfonso Méndiz
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Una reforma laboral justa, útil y humana

Alfa y Omega
No hay una reforma católica: habrá, en todo caso, reformas más o menos acordes con los criterios de la doctrina social de la Iglesia
      El Gobierno español se enfrenta a la difícil tarea de llevar a cabo una reforma laboral que sea capaz de resolver los graves problemas del mercado de trabajo; una reforma eficaz, que sea aceptada como justa y que cree el ambiente de solidaridad, eficiencia y oportunidades para todos que el país necesita. A estas alturas, no conocemos todavía las líneas maestras de la reforma que el Gobierno planteará. Pero hay ya numerosas propuestas sobre cómo debería ser esa reforma; no pienso, pues, repetirlas.
      En todo caso, una reforma laboral no es una receta: deja mucho margen para soluciones distintas, de acuerdo con objetivos sociales, preferencias políticas y criterios técnicos distintos. No hay una reforma católica: habrá, en todo caso, reformas más o menos acordes con los criterios de la doctrina social de la Iglesia. Aquí pretendo explicar cómo esa doctrina puede contribuir al diseño de una buena reforma: porque, si ésta no cuadra con aquellos principios, acabará haciendo daño a la persona y a la sociedad, aunque, aparentemente, su calidad técnica sea elevada.
Principios clave
      La doctrina social de la Iglesia pone énfasis en la dignidad de la persona humana. Ésta es una aportación importante, que está presente ya en la legislación, por ejemplo sobre la seguridad e higiene en el trabajo, sobre la libertad de contratación o sobre la creación de oportunidades de carrera profesional. Ahora bien: ¿hace falta que este principio esté presente en la reforma? Sin duda. Porque, a menudo, los expertos, los políticos y los mismos agentes sociales ponen por delante los resultados, que son importantes, pero que no deben ser lo único importante.
      Por ejemplo, la indemnización por despido o el seguro de desempleo buscan, habitualmente, ofrecer una ayuda económica al que ha perdido el puesto de trabajo. Y eso está bien, pero sería más acorde con su dignidad facilitarle efectivamente la pronta vuelta al mercado de trabajo, siendo la ayuda económica sólo un medio para resolver el problema creado por la pérdida de ingresos. Lamentablemente, muchos sistemas de ayuda al desempleo crean una dependencia que no parece compatible con la dignidad de la persona, que debe estar muy presente, por tanto, en la reforma del seguro de paro, en las políticas activas de empleo o en los sistemas de formación de los parados.
      Otro principio cristiano es el de la solidaridad: primero, entre los agentes sociales, lo que excluye la lucha de clases y, por tanto, algunos planteamientos de las relaciones entre sindicatos y patronales en la negociación colectiva; y segundo, entre los mismos trabajadores. Y aquí la reforma tiene mucho que decir sobre el trato a inmigrantes, la creación de oportunidades para discapacitados o la competencia con los trabajadores de países emergentes, y, sobre todo, con la creación de oportunidades para los jóvenes.
      La reforma no debe crear privilegios en este sentido (las acciones afirmativas quizás ofrezcan resultados políticamente atractivos a corto plazo, pero crean también numerosas injusticias y efectos perversos a largo plazo), pero debe eliminar barreras, desde la tipología de contratos, hasta el funcionamiento del sistema educativo (lo que sugiere que la reforma va más allá del ámbito laboral, para entrar en los ámbitos educativo, fiscal y de pensiones).
      La solidaridad está emparentada con el bien común, porque el marco legal e institucional del mercado de trabajo debe contribuir a la creación de las condiciones que permiten a las personas, a las familias y a las empresas conseguir mejor sus objetivos. Y esto, que puede parecer teórico, se concreta, sin embargo, en propuestas de reforma específicas: por ejemplo, en la regulación del derecho de huelga.
      La subsidiariedad es otro principio clave en la doctrina social católica. En el ámbito laboral, implica la reconsideración de los niveles de negociación colectiva y aun del mismo papel de los sindicatos y patronales. Y nos quedamos sin hablar de la justicia, sobre todo en la remuneración; de la participación, de las condiciones de trabajo...
      La doctrina social católica no es un conjunto de recetas, pero tampoco una serie de principios abstractos, que suenan bien pero resultan irrelevantes ante las realidades económicas y políticas del mercado de trabajo. Y esos principios deben inspirar la labor de los expertos y los políticos que diseñan la reforma, así como los criterios con los que la sociedad juzgue sus resultados.
Antonio Argandoña, miembro de AEDOS (Asociación para el Estudio de la Doctrina Social de la Iglesia) y profesor de Responsabilidad Social de la Empresa y Gobierno Corporativo, del IESE
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domingo, 15 de enero de 2012

La ciencia dice que la gente no nace gay

RICHARD COHEN (FILADELFIA, 1952), AUTOR DEL LIBRO ‘COMPRENDER Y SANAR LA HOMOSEXUALIDAD’, SE DEFINE COMO UN EXGAY QUE TIENE LA CLAVE PARA CORREGIR LAS TENDENCIAS HOMOSEXUALES. SU LIBRO, EL CORTE INGLÉS LO RETIRÓ DE SU LIBRERÍA, TRAS PROTESTAS DE GAYS


Entrevista a Richard Cohen, exgay y autor del libro retirado ‘Comprender y sanar la homosexualidad’ / www.elpais.com /viernes 30 de diciembre de 2011



¿Cree que la homosexualidad se puede curar?
¿Qué quiere decir con curar? No entiendo la palabra. 

¿Sanarla, entonces?Es la palabra que emplea en el libro.
En 2008, la Asociación Norteamericana de Psicología dijo que aunque ha habido muchas investigaciones sobre las posibles causas genéticas, biológicas u hormonales de la orientación sexual, no ha habido descubrimientos que les permitan a los científicos llegar a la conclusión de que la orientación sexual esté determinada por uno o varios factores particulares. La ciencia dice que la gente no nace gay.

Lo que usted hace, ¿es una terapia que revierte una supuesta fase gay?
Yo creo en el derecho del cliente a la autodeterminación y libre albedrío. Si alguien quiere vivir una vida gay, lo respeto. Y si alguien quiere explorar las posibilidades de cambiar de gay a heterosexual, también lo respeto.

Pero niega la posibilidad de que la homosexualidad sea biológica.
Si hay algo biológico en ella, mi experiencia dice que es que aquellos que experimentan sentimientos homosexuales son hombres y mujeres extremadamente sensibles.Viven una relación con sus padres, con sus compañeros y con su entorno, distinta a la de sus hermanos y a las de otra gente a su alrededor. Esa sensibilidad puede sentar las bases para los sentimientos homosexuales.

Por lo que usted ha escrito, cree que es el entorno familiar, escolar, de amistades, lo que determina la homosexualidad.
Efectivamente, es algo de suma importancia.

Y, ¿cómo hace usted que alguien evolucione de tendencias homosexuales a tendencias heterosexuales?
Durante los pasados 21 años, en los que trabajé como psicoterapeuta, desarrollé un protocolo para aquellos que quieran cambiar, no para los que estén contentos siendo gais. Yo mismo viví como gay, tuve una pareja gay durante tres años.

¿Había algo dentro de usted que le decía que aquello no era correcto?
No. Lo que pasa es que desde pequeño, siempre tuve un sueño: estar casado con una mujer y tener una familia. No fue la presión de mis padres, de la sociedad o de la religión. Era yo mismo, que tenía el sueño de casarme con una mujer y tener niños. 

¿Fue fácil para usted dejar de ser gay?
No. Se me dijeron muchas mentiras. Que encontrara a la mujer adecuada que me volviera heterosexual. Me casé. Pero reprimía los deseos homosexuales. No los había resuelto. Hice mi terapia después de casarme. Fue un proceso complejo, duro. Muchos terapeutas me decían que yo había nacido gay, que no había nada que hacer. Que debía aceptarlo y vivir una vida gay.

¿Nunca tuvo una aventura con un hombre después de casarse?
Tuve una relación con un hombre. Y se lo dije a mi mujer. No buscaba sexo, sólo un mentor masculino. Bajo mi deseo por los hombres había una herida. No recordaba que mi tío había abusado sexualmente de mí. Es algo que reprimí durante 25 años, hasta que hice mi terapia. Entonces encontré a un mentor masculino, heterosexual. Cuando experimenté el luto por ese abuso mis tendencias homosexuales desaparecieron.

Usted hace especial insistencia en la figura del abuso sexual como una razón para desarrollar sentimientos homosexuales. ¿Cree usted que es una razón común?
Es una de las 10 razones posibles que detallo en mi libro. Nunca es una cosa sola. Es una combinación de varios factores. Un 50% de mis clientes sufrió abuso sexual por parte de alguien de su mismo sexo.

¿No cree que esto se puede interpretar como que usted caracteriza a los gais como abusadores sexuales?
Es lo opuesto. Si se da cuenta de las proporciones de la población, la mayoría de abusadores son heterosexuales.
¿Por qué?
Porque en la sociedad no hay más de un 2 o 3% de homosexuales. Es una cuestión de proporcionalidad. En mi caso, fue un hombre heterosexual quien abusó de mí.

Hace usted una reflexión en su libro sobre por qué los homosexuales tienden a cultivar su cuerpo, cuidar su apariencia... algo muy asociado a los tópicos que hay sobre la cultura gay.
Es lo que se llama sobrecompensación, porque no sienten su propia masculinidad. He tratado a hombres culturistas, con físicos increíbles. No importa cuántos músculos desarrollen, aun se sienten inferiores interiormente.

Usted habla de un mito, reforzado por los medios, Hollywood, las novelas...
Es el mito de que se nace gay, que es una afirmación que científicamente no es válida. Pero tampoco se puede decir que ser gay sea una opción. Uno no se despierta un día y decide ser gay. Hay una serie de factores combinados que hacen que alguien se comporte como gay. Tratando a cientos de homosexuales he descubierto que hay una serie de contextos comunes en todos ellos. En las biografías de los famosos queda claro también: tuvieron experiencias similares. Rosie O’Donnell, Greg Luganis, Elton John, Ricky Martin, Ellen DeGeneres... todos tienen historias similares. Es algo clínico. Decir que alguien ha nacido así es contrario a la naturaleza.

sábado, 14 de enero de 2012

LA DICTADURA DEL RELATIVISMO

Por Jaime Nubiola

En la misa previa al cónclave en el que había de ser elegido el nuevo papa, el entonces cardenal Ratzinger denunciaba con fuerza los vientos de relativismo que azotan nuestra sociedad occidental en las últimas décadas. El relativismo se ha convertido en una actitud de moda, mientras que "tener una fe clara según el credo de la Iglesia católica" es despachado a menudo como fundamentalismo. "Se va constituyendo –concluía– una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja sólo como medida última al propio yo y sus apetencias". La expresión que acabo de subrayar, "dictadura del relativismo", llamó de inmediato la atención tanto de la audiencia como de la prensa, pues mostraba de manera bien gráfica la formidable capacidad poética del futuro papa que con sólo tres palabras diagnosticaba la enfermedad de la sociedad europea.

        Algún periodista nacional consideró que esa expresión era un concepto absurdo, una contradicción in terminis, sin caer en la cuenta de que la combinación de esas dos palabras compone una figura literaria de enorme fuerza expresiva. Como es sabido, se trata de la figura denominada oxímoron, (del griego oxys, agudo, y moros, romo, estúpido), en la que mediante la yuxtaposición de dos palabras de significado opuesto se logra expresar un nuevo sentido, un contraste difícilmente alcanzable de otra manera: todos hemos empleado expresiones como "silencio atronador", "luminosa oscuridad", "graciosa torpeza" y tantas otras expresiones parecidas que llenan de sentido y viveza nuestra comunicación. Cuando el futuro Benedicto XVI hablaba de la dictadura del relativismo lo que estaba expresando con brillantez poética es que en nuestra avanzada cultura democrática se está imponiendo por vía de fuerza el principio de que todas las opiniones valen lo mismo, y por tanto, que nada valen en sí mismas, sino sólo en función de los votos que las respaldan.

Eso sí, decidido y sin complejos   
        Aquel mismo periodista argumentaba que "el relativismo es el alma viva del conocimiento científico". Y, exhibiendo un notable desconocimiento de la efectiva práctica científica, añadía: "Sólo quien duda de la exactitud de sus ideas puede sentirse impelido a ponerlas a prueba y, llegado el caso a descartarlas, o a restringir su campo de validez, abriendo paso a ideas nuevas, ellas mismas cuestionables". Nada más alejado de la realidad de la ciencia que esta caricatura. El científico no es nunca un relativista, no piensa que su opinión valga lo mismo que cualquier otra, y, si es un científico honrado, está deseoso de someter su parecer al escrutinio de sus iguales y de contrastarlo con los datos experimentales disponibles. El buen científico está persuadido de que su opinión es verdadera, que es la mejor verdad que ha logrado alcanzar, a veces con mucho esfuerzo. El científico sabe también que su opinión no agota la realidad, sino que casi siempre puede ser rectificada y mejorada con más trabajo suyo y con la ayuda de los demás.

América no tan mal   
        En contraste con el periodista español, una conocida columnista del New York Times descalificaba al nuevo Papa como un absolutista, como "un archiconservador del Jurásico que desdeña la cultura del 'si te parece bien, hazlo' y las tendencias revolucionarias nacidas en los años 60 en favor de la diversidad y la apertura cultural". Maureen Dowd en su artículo aliaba al nuevo Benedicto XVI con el vicepresidente Dick Cheney en la batalla contra el progresismo liberal norteamericano, del que el New York Times es quizá su portaestandarte. Esta visión muestra bien el localismo miope de la prensa norteamericana, pero sugiere también que el relativismo que denunciaba el cardenal Ratzinger no ha afectado a los Estados Unidos tan profundamente como a Europa. Como reconocía la propia Dowd, citando al profesor de Utah, Bruce Landesman, "quienes sostienen posiciones progresistas no son relativistas. Simplemente están en desacuerdo con los conservadores acerca de qué es lo bueno y lo malo".

        Efectivamente, en el corazón de la sociedad americana se encuentra la convicción de que la democracia es una concepción ética, presidida por un uso comunitario de la razón. En una democracia los asuntos se discuten hasta la saciedad y si no se llega a un acuerdo razonable son finalmente los jueces quienes deciden acerca de la moralidad de un determinado modo de proceder. En una organización democrática la noción de verdad ha de estar en el centro de la vida pública. Si no hay verdad, no es posible el debate porque la discusión deja de ser un proceso de búsqueda y se transforma meramente en una tramoya del poder. Si no hay verdad, si todas las opiniones valen lo mismo, pierde todo su sentido el pluralismo democrático.

Pluralismo es una cosa y relativismo otra bien diferente   
        No es verdad que todas las opiniones merezcan el mismo respeto. Quienes merecen todo el respeto del mundo son las personas, pero no sus opiniones. Al contrario, tenemos la obligación de ayudar a los demás a mejorar sus opiniones, a cambiar sus convicciones, exhibiendo las razones que asisten a nuestras posiciones morales y sociales para permitirles que se pasen, si lo desean, a nuestro lado. En este sentido, es importantísimo distinguir con claridad entre pluralismo y relativismo. Mientras que el relativista no tiene interés en escuchar las opiniones de los demás, quien ama el pluralismo no sólo afirma que caben diversas maneras de pensar acerca de las cosas, sino que sostiene además que entre ellas hay –en expresión de Stanley Cavell– maneras mejores y peores, y que mediante el contraste con la experiencia y el diálogo los seres humanos somos capaces casi siempre de reconocer la superioridad de una opinión sobre otra y de adherirnos a ella.

        En última instancia, un relativismo como el que crece actualmente en Europa corroe la democracia, porque clausura el diálogo y acaba con el pluralismo. Precisamente un día antes del fallecimiento de Juan Pablo II, el entonces cardenal Ratzinger afirmaba en Subiaco que "Europa ha desarrollado una cultura que, de modo desconocido antes de ahora para la humanidad, excluye a Dios de la consciencia pública". Y añadía: "En Europa se ha desarrollado una cultura que constituye en absoluto la contradicción más radical no sólo del cristianismo, sino de las tradiciones religiosas y morales de la humanidad". En sus palabras se advertía de manera luminosa que el relativismo de nuestro tiempo, hijo bastardo de la Ilustración, era el punto de partida de la cancelación de Dios en la vida pública.

        El contraste –aquí meramente apuntado– entre el pluralismo norteamericano (In God we trust) y el relativismo europeo es sólo una caricatura, pero ayuda a entender bien aquel sugerente oxímoron de la "dictadura del relativismo" del que hablaba con preocupación el cardenal Ratzinger en la víspera del cónclave. El relativismo es probablemente la enfermedad más grave de la sociedad europea en el momento presente y considerar la enfermedad como algo saludable es en verdad la peor de las dictaduras.

jueves, 12 de enero de 2012

LA LEY NATURAL: FUENTE DE LOS DERECHOS Y DEBERES

Discurso que pronunció Benedicto XVI el 12 de febrero DE 2007 a los participantes en un congreso sobre la ley natural organizado por la Pontificia Universidad Lateranense de Roma. 

No cabe duda de que vivimos un momento de extraordinario desarrollo en la capacidad humana de descifrar las reglas y las estructuras de la materia y en el consiguiente dominio del hombre sobre la naturaleza. Todos vemos las grandes ventajas de este progreso, pero también vemos las amenazas de una destrucción de la naturaleza por la fuerza de nuestra actividad. Hay un peligro menos visible, pero no menos inquietante: el método que nos permite conocer cada vez más a fondo las estructuras racionales de la materia nos hace cada vez menos capaces de ver la fuente de esta racionalidad, la Razón creadora. La capacidad de ver las leyes del ser material nos incapacita para ver el mensaje ético contenido en el ser, un mensaje que la tradición ha llamado lex naturalis, ley moral natural. Hoy esta palabra para muchos es casi incomprensible a causa de un concepto de naturaleza que ya no es metafísico, sino sólo empírico. El hecho de que la naturaleza, el ser mismo ya no sea transparente para un mensaje moral crea un sentido de desorientación que hace precarias e inciertas las opciones de la vida de cada día. El extravío, naturalmente, afecta de modo particular a las generaciones más jóvenes, que en este contexto deben encontrar las opciones fundamentales para su vida.


Precisamente a la luz de estas constataciones aparece en toda su urgencia la necesidad de reflexionar sobre el tema de la ley natural y de redescubrir su verdad común a todos los hombres. Esa ley, a la que alude también el apóstol san Pablo (cf. Rm 2, 14-15), está escrita en el corazón del hombre y, en consecuencia, también hoy no resulta simplemente inaccesible. Esta ley tiene como principio primero y generalísimo: "hacer el bien y evitar el mal". Esta es una verdad cuya evidencia se impone inmediatamente a cada uno. De ella brotan los demás principios más particulares, que regulan el juicio ético sobre los derechos y los deberes de cada uno.

Uno de esos principios es el del respeto a la vida humana desde su concepción hasta su término natural, pues este bien no es propiedad del hombre sino don gratuito de Dios. También lo es el deber de buscar la verdad, presupuesto necesario de toda auténtica maduración de la persona. Otra instancia fundamental del sujeto es la libertad. Sin embargo, teniendo en cuenta que la libertad humana siempre es una libertad compartida con los demás, es evidente que sólo se puede lograr la armonía de las libertades en lo que es común a todos: la verdad del ser humano, el mensaje fundamental del ser mismo, o sea, precisamente la lex naturalis.

¿Y cómo no mencionar, por una parte, la exigencia de justicia, que se manifiesta en dar unicuique suum, y, por otra, la expectativa de solidaridad, que en cada uno, especialmente en el necesitado, alimenta la esperanza de ayuda por parte de quienes han tenido mejor suerte que él?

En estos valores se expresan normas inderogables y obligatorias, que no dependen de la voluntad del legislador y tampoco del consenso que los Estados pueden darles, pues son normas anteriores a cualquier ley humana y, como tales, no admiten intervenciones de nadie para derogarlas.

La ley natural es la fuente de donde brotan, juntamente con los derechos fundamentales, también imperativos éticos que es preciso cumplir. En una actual ética y filosofía del derecho están muy difundidos los postulados del positivismo jurídico. Como consecuencia, la legislación a veces se convierte sólo en un compromiso entre intereses diversos: se trata de transformar en derechos intereses privados o deseos que chocan con los deberes derivados de la responsabilidad social. En esta situación, conviene recordar que todo ordenamiento jurídico, tanto a nivel interno como a nivel internacional, encuentra su legitimidad, en último término, en su arraigo en la ley natural, en el mensaje ético inscrito en el mismo ser humano.

La ley natural es, en definitiva, el único baluarte válido contra la arbitrariedad del poder o los engaños de la manipulación ideológica. El conocimiento de esta ley inscrita en el corazón del hombre aumenta con el crecimiento de la conciencia moral. Por tanto, la primera preocupación para todos, y en especial para los que tienen responsabilidades públicas, debería consistir en promover la maduración de la conciencia moral. Este es el progreso fundamental sin el cual todos los demás progresos no serían auténticos. La ley inscrita en nuestra naturaleza es la verdadera garantía ofrecida a cada uno para poder vivir libre y respetado en su dignidad.

Todo lo que he dicho hasta aquí tiene aplicaciones muy concretas si se hace referencia a la familia, es decir, a la "íntima comunidad de vida y amor conyugal, fundada por el Creador y provista de leyes propias" (Gaudium et spes, 48). Al respecto, el concilio Vaticano II reafirmó oportunamente que el matrimonio es "una institución estable por ordenación divina" y, por eso, "este vínculo sagrado, con miras al bien tanto de los cónyuges y de la prole como de la sociedad, no depende del arbitrio humano" (ib.).

Por tanto, ninguna ley hecha por los hombres puede subvertir la norma escrita por el Creador, sin que la sociedad quede dramáticamente herida en lo que constituye su mismo fundamento basilar. Olvidarlo significaría debilitar la familia, perjudicar a los hijos y hacer precario el futuro de la sociedad.

Por último, siento el deber de afirmar una vez más que no todo lo que es científicamente factible es también éticamente lícito. La técnica, cuando reduce al ser humano a objeto de experimentación, acaba por abandonar al sujeto débil al arbitrio del más fuerte. Fiarse ciegamente de la técnica como única garante de progreso, sin ofrecer al mismo tiempo un código ético que hunda sus raíces en la misma realidad que se estudia y desarrolla, equivaldría a hacer violencia a la naturaleza humana, con consecuencias devastadoras para todos.

La aportación de los hombres de ciencia es de suma importancia. Juntamente con el progreso de nuestras capacidades de dominio sobre la naturaleza, los científicos también deben ayudarnos a comprender a fondo nuestra responsabilidad con respecto al hombre y a la naturaleza que le ha sido encomendada. Sobre esta base es posible desarrollar un diálogo fecundo entre creyentes y no creyentes; entre teólogos, filósofos, juristas y hombres de ciencia, que pueden ofrecer también al legislador un material valioso para la vida personal y social.

Por tanto, deseo que estas jornadas de estudio no sólo susciten una mayor sensibilidad de los estudiosos con respecto a la ley moral natural, sino que también impulsen a crear las condiciones para que sobre este tema se llegue a una conciencia cada vez más plena del valor inalienable que la ley natural posee para un progreso real y coherente de la vida personal y del orden social.

Con este deseo, aseguro mi recuerdo en la oración por vosotros y por vuestro compromiso académico de investigación y reflexión, e imparto a todos con afecto la bendición apostólica. 

domingo, 8 de enero de 2012

¿POR QUÉ UNA OPINIÓN VA A SER MEJOR QUE OTRAS?

Alfonso Aguiló


—Bien, yo no digo que tener la verdad suponga instintos homicidas, pero la historia nos enseña que los hombres que pensaban que siempre tenían razón han sido causantes de guerras, persecuciones, esclavitud, racismo y otras muchas desgracias.

Debo decir que a mí también me parecen muy peligrosos los hombres que piensan tener siempre razón.

Pero una cosa es pretender tener siempre razón, y otra bien distinta decir que existe una verdad universal sobre el bien y el mal, que todos debemos procurar descubrir.

Hay que decir, además, que esos relativistas light también acuden furtivamente a la verdad objetiva cuando les interesa. Por ejemplo, cuando presentan como malas las guerras, las persecuciones, la esclavitud o el racismo (y supongo que queda claro que estoy de acuerdo en que lo son), están ya dando por establecida una verdad objetiva previa sobre la que no discuten.

—De acuerdo, pero ¿qué derecho tengo yo, o cualquier otra persona, a decidir que mi opinión es mejor que las otras?

Es distinto decir de modo altivo "mi opinión es la mejor" (entre otras cosas, porque puede fácilmente no serlo), a decir que, en esa búsqueda de la verdad en que todos debemos estar empeñados, las opiniones que más se acerquen a ella son mejores que las opiniones que estén más lejos.

Lógicamente, el hecho de que exista una verdad universal no da derecho a nadie para ir por la vida como dando lecciones, como engreído poseedor único y absoluto de la verdad: eso sería fundamentalismo (cuestión que trataremos más adelante). Además, como ha escrito Alejandro Llano, no somos nosotros los que poseemos la verdad, es la verdad la que nos posee.

Y como decía Ortega y Gasset, el hombre necesita absolutamente la verdad; y al revés, la verdad es lo único que esencialmente necesita el hombre, su única necesidad incondicional.

No se puede decir que la verdad no exista, ni que dé igual una verdad que otra, ni que la verdad se vaya a componer entre las opiniones de todos. Pero sí ha de aceptarse –aunque se tenga una firme certeza moral sobre una serie de verdades–, que muchos otros tendrán parte de la verdad en ámbitos muy diversos, y también nos iluminan con sus aportaciones y sus hallazgos en esa necesaria y liberadora búsqueda de la verdad.

—Piensas entonces que el problema se reduce a aficionarse a buscar la verdad.

Sí, y es preciso tener presente que los hombres somos a veces muy aficionados a buscar la verdad, pero bastante reacios a aceptarla.

A los hombres –decía Gilson–, no nos gusta que la evidencia racional nos acorrale. Incluso cuando la verdad está ahí, en su impersonal e imperiosa objetividad, muchas veces sigue en pie nuestra mayor dificultad: someternos a ella a pesar de no ser exclusivamente nuestra.

sábado, 7 de enero de 2012

UN NUEVO MODO DE SER CRISTIANOS


En su discurso a la curia romana con motivo de la Navidad (22-XII-2011), Benedicto XVI ha trazado los perfiles de un modo nuevo, “rejuvenecido”, de ser cristianos. En ese texto cabe distinguir dos partes, una introductoria y otra más concreta.


La crisis en Europa y en la Iglesia

      El Papa comienza señalando cómo la crisis económica de Europa tiene una base ética. Y analiza con precisión esa crisis de la conciencia europea: sus valores, su conocimiento y su voluntad. Los valores: “Aunque no están en discusión algunos valores como la solidaridad, el compromiso por los demás, la responsabilidad por los pobres y los que sufren, falta con frecuencia, sin embargo, la fuerza que los motive, capaz de inducir a las personas y a los grupos sociales a renuncias y sacrificios”. El conocimiento y la voluntad, añade, no siguen siempre la misma pauta. “La voluntad que defiende el interés personal oscurece el conocimiento, y el conocimiento debilitado no es capaz de fortalecer la voluntad”. 

      Se detiene luego en la situación de la Iglesia: “No sólo los fieles creyentes, sino también otros ajenos, observan con preocupación cómo los que van regularmente a la iglesia son cada vez más ancianos y su número disminuye continuamente; cómo hay un estancamiento de las vocaciones al sacerdocio; cómo crecen el escepticismo y la incredulidad”. Y se pregunta qué debe hacerse. Muchos dicen que hay que hacer muchas cosas, pero eso no resuelve el problema. “El núcleo de la crisis de la Iglesia en Europa es la crisis de fe. Si no encontramos una respuesta para ella, si la fe no adquiere nueva vitalidad, con una convicción profunda y una fuerza real gracias al encuentro con Jesucristo, todas las demás reformas serán ineficaces”. ¿Cómo encontrar la luz y la fuerza para la nueva evangelización?


África y Madrid: la fe dispuesta al sacrificio

      En este marco Benedicto XVI se fija especialmente en su viaje a África y en la JMJ de Madrid. En África afirma haber encontrado una fe sostenida por la alegría que lleva a servir a Cristo sin replegarse en el propio bienestar: “Encontrar esta fe dispuesta al sacrificio, y precisamente alegre en ello, es una gran medicina contra el cansancio de ser cristianos que experimentamos en Europa”. 

      En la misma línea, la experiencia de la JMJ de Madrid, “ha sido también una medicina contra el cansancio de creer. Ha sido una nueva evangelización vivida”. Y afirma: “Cada vez con más claridad se perfila en las Jornadas Mundiales de la Juventud un modo nuevo, rejuvenecido, de ser cristiano”. Y es este modo renovado y rejuvenecido de ser cristiano el que caracteriza Benedicto XVI con cinco rasgos:


Redescubrimiento de la universalidad de la Iglesia 

     El punto de partida, y es bueno notarlo, es “una nueva experiencia de la catolicidad, la universalidad de la Iglesia”. A pesar de provenir de todos los continentes, de diversas lenguas y culturas, los jóvenes han quedado impresionados al encontrarse de inmediato unidos, “juntos como una gran familia”. Una familia unida en torno a Jesucristo, en torno a la oración y a la liturgia. Y han recibido un mismo impulso en la razón, la voluntad y el corazón. Han comprobado que “el hecho de que todos los seres humanos sean hermanos y hermanas no es sólo una idea, sino que aquí se convierte en una experiencia real y común que produce alegría”. Y, así, dice el Papa, “hemos comprendido también de manera muy concreta que, no obstante todas las fatigas y la oscuridad, es hermoso pertenecer a la Iglesia universal, a la Iglesia católica, que el Señor nos ha dado”.


Un nuevo modo de ser cristianos: la belleza de ser para los demás

      De ahí arranca, en segundo lugar, ese “modo nuevo de vivir el ser hombres, el ser cristianos”. Evocando a los voluntarios de la JMJ, dice: “Algo fundamental se me ha hecho evidente: estos jóvenes habían ofrecido en la fe un trozo de vida, no porque había sido mandado o porque con ello se ganaba el cielo; ni siquiera porque así se evita el peligro del infierno. No lo habían hecho porque querían ser perfectos. No miraban atrás, a sí mismos”. 

      Esos jóvenes, añade, hicieron lo contrario que la mujer de Lot, que, por mirar atrás, se convirtió en una estatua de sal. Y observa: “Cuántas veces la vida de los cristianos se caracteriza por mirar sobre todo a sí mismos; hacen el bien, por decirlo así, para sí mismos. Y qué grande es la tentación de todos los hombres de preocuparse sobre todo de sí mismos, de mirar hacia atrás a sí mismos, convirtiéndose así interiormente en algo vacío, ‘estatuas de sal’”. En cambio, “aquí no se trataba de perfeccionarse a sí mismos o de querer tener la propia vida para sí mismos”. 

      Concluyendo: “Estos jóvenes han hecho el bien –aun cuando ese hacer haya sido costoso, aunque haya supuesto sacrificios– simplemente porque hacer el bien es algo hermoso, es hermoso ser para los demás. Sólo se necesita atreverse a dar el salto”. Todo eso, agrega el Papa, “ha estado precedido por el encuentro con Jesucristo, un encuentro que enciende en nosotros el amor por Dios y por los demás, y nos libera de la búsqueda de nuestro propio ‘yo’”. Tanto en África –especialmente en las religiosas de Madre Teresa– como en Madrid, encontró el Papa “la misma generosidad de ponerse a disposición de los demás; una generosidad en el darse que, en definitiva, nace del encuentro con Cristo que se ha entregado a sí mismo por nosotros”.


Adoración 

     Tercer punto: la adoración, como acto de fe, se manifestó tanto en el Reino Unido (Hyde Park), como en Zagreb y en Madrid (Cuatro Vientos). Allí quedó claro, según Benedicto XVI: “Dios no es una hipótesis cualquiera, posible o imposible, sobre el origen del universo. Él está allí. Y si él está presente, yo me inclino ante él. Entonces, razón, voluntad y corazón se abren hacia él, a partir de él. En Cristo resucitado está presente el Dios que se ha hecho hombre, que sufrió por nosotros porque nos ama. Entramos en esta certeza del amor corpóreo de Dios por nosotros, y lo hacemos amando con él. Esto es adoración, y esto marcará después mi vida”.


Pedir perdón para ser capaz de amar

      Cuarto, el Sacramento de la Penitencia, gracias al cual “reconocemos que tenemos continuamente necesidad de perdón y que perdón significa responsabilidad”. Ciertamente, explica el Papa, “existe en el hombre, proveniente del Creador, la disponibilidad a amar y la capacidad de responder a Dios en la fe”. Pero, a la vez, “proveniente de la historia pecaminosa del hombre (la doctrina de la Iglesia habla del pecado original), existe también la tendencia contraria al amor: la tendencia al egoísmo, al encerrarse en sí mismo, más aún, al mal. Mi alma se mancha una y otra vez por esta fuerza de gravedad que hay en mí, que me atrae hacia abajo”. En consecuencia: “Por eso necesitamos la humildad que siempre pide de nuevo perdón a Dios; que se deja purificar y que despierta en nosotros la fuerza contraria, la fuerza positiva del Creador, que nos atrae hacia lo alto”. 


La alegría y la certeza de la fe

      Quinto y último (fruto y consecuencia), la alegría de la fe. Según Josef Pieper, sólo el que es amado puede amarse a sí mismo. Todos necesitamos ser acogidos por otros. Y a fin de cuentas, necesitamos una acogida incondicionada, que es la propia de Dios, pues sólo Él nos garantiza que “es bueno que yo exista”. Si falta nuestra percepción de ser amados por Él, no sabemos si vale la pena nuestra vida, y nos invade la tristeza. La certeza de que somos amados por Dios sólo viene por la fe. 

      En definitiva, los perfiles de este nuevo modo de ser cristiano, que es un modo rejuvenecido de ser persona, según el Papa, son: el descubrimiento de la Iglesia como familia de Dios, la belleza de la generosidad, el centro de la adoración, el sacramento de la Penitencia y la alegría de la fe. Cinco autopistas para la Nueva evangelización.

Ramiro Pellitero

miércoles, 4 de enero de 2012

La solidaridad trasforma el estilo de gestión de los directivos


Los directivos que pasan algunos meses en países en vías de desarrollo, trabajando en proyectos humanitarios, se vuelven líderes más responsables. Esta es la principal conclusión que se desprende de un estudio realizado por Nicola Pless y Thomas Maak, profesores de Esade, y publicado en el 'Journal Academy of Management Learning and Education'. Los autores del estudio indican que estar en contacto directo con situaciones relacionadas con la pobreza transforma profundamente el estilo de gestión de los líderes y mejora sustancialmente sus habilidades para el liderazgo una vez que regresan a su país.
En concreto, el 80% mejoraron en inteligencia emocional y ganaron en empatía, flexibilidad y sociabilidad. Los investigadores han aplicado métodos cuantitativos y cualitativos para observar a todos los participantes del proyecto 'Ulysses', un programa de desarrollo del liderazgo que lleva a cabo PricewaterhouseCoopers y que implica enviar equipos de directivos a países en vías de desarrollo para trabajar con ONG, emprendedores sociales y organizaciones internacionales. Los participantes en el programa se vieron envueltos en experiencias de trabajo en equipo y fueron retados a trasladar su conocimiento empresarial y su pericia a proyectos que tienen como objetivo reducir la pobreza, tratar los aspectos medioambientales y mejorar la salud de las personas.
En esta investigación han participado 70 directivos de empresas de EEUU, Centroamérica, Europa y sudeste asiático, que han participado durante un período de dos meses en proyectos solidarios en Namibia, Kenia y Camerún (ONG para la reducción del impacto social y económico del sida), Zambia (ONG de desarrollo agrícola), Madagascar (UNDP, proyecto de guía a emprendimiento empresarial), Eritrea (UNDP, prevención y recuperación minera) y en Ghana (ONG de atención a la salud mental). Para el estudio del programa 'Ulysses' los investigadores han hecho entrevistas cualitativas y cuantitativas antes y después de sus viajes con parámetros científicos para observar los cambios en los conocimientos, valores y actitudes a nivel profesional y personal de los directivos que han participado.

Cambio de actitud

En todos los campos establecidos relevantes para un liderazgo global y responsable se percibe un incremento en los conocimientos o cambios de actitud respecto a la visión o manera de ver las cosas, hablar y comportarse antes de sus experiencias. Casi todos los participantes, más del 90%, ganaron en conocimiento y consciencia sobre la situación mundial en temas sociales, sanitarios o medioambientales y se convirtieron también en más conscientes de la gran responsabilidad de los directivos de empresas en el mundo.
El 91% son más concientes del papel de las empresas en la sociedad y de la responsabilidad de sus líderes, y el 75% cambian su posición en estándares como la justicia social y distributiva. Además incrementaron su creencia en la importancia de valores como respeto, tolerancia, integridad u honestidad. Igualmente, se perciben importantes cambios en el comportamiento o actitud personal.
"Las observaciones indican que, a su regreso, todos los participantes en el programa 'Ulysses' se vuelven más responsables socialmente, más empáticos, más respetuosos, más tolerantes y, además, desarrollan una mayor conciencia de sus propios prejuicios y aprenden a posponer sus juicios", indicó la investigadora de Esade Nicola Pless, experta en psicología organizativa y gestión de personas. "También desarrollan unas determinadas actitudes de liderazgo, como una conciencia moral, unos valores más fuertes y una mentalidad global".

martes, 3 de enero de 2012

"VIRGEN A LOS TREINTA"


Juan Antonio Ruiz

En Italia, país que me ha acogido los últimos siete años de mi vida, el mundo de la moda se vive con particular  intensidad. Y uno puede distinguir por la calle claramente dos tipos de tendencias entre las jóvenes. A unas las llamo las “chicas Armani” y a las otras “las señoritas Carolina Herrera”. Las chicas Armani son quienes se rebajan a los deseos del hombre y parecen decirles: «aquí estoy para cuando quieras». Las Carolina Herrera, por el contrario, no se rebajan, sino que invitan al sexo opuesto a subir hasta donde ellas, bellas, dominan: «si quieres tenerme, tienes que subir hasta aquí». Unas muestran ombligo; otras, se engalanan. Unas pierden sus valores en aras de un placer instantáneo; las otras saben defender lo que les es propio para un futuro de larga duración. 

Me ha venido en mente esta reflexión al leer la historia de Vivian Sleiman, joven venezolana de origen libanés, que ha convertido en bestseller el relato de su vida. Una historia que tiene como título un reto que, a primera vista, parecía llamado al fracaso: Virgen a los treinta. Y, sin embargo, sus libros son preferidos por las adolescentes de su país mucho más que al mismísimo Harry Potter. ¿Cuál es el secreto de su éxito?

Ante todo, conviene subrayar que Vivian no es fea. Alta y espigada (mide 1,79 metros), se presentó al concurso de Miss Venezuela en el 2001, teniendo como talla los famosos 90-60-90. Era favorita... pero no ganó. ¿La razón? Se retiró cuando uno de los sujetos del jurado quiso llevársela a la cama como condición para alzarse con la corona.

En un artículo aparecido en el diario español ABC -en donde también aparece la dramática historia de su familia- Vivian reveló que tardó sólo cuatro meses en escribir su libro: «Escribirlo fue para mí una catarsis». Y es que su sencillo relato lo presenta desde el palco de quien quiere «preservar la virginidad hasta encontrar el amor verdadero».

Y no es que Vivian no sienta nada. Para los suspicaces, aclara: «Si no me he entregado a ningún hombre, no es porque sea frígida, ni tampoco porque no sea capaz de sentir; no, soy una mujer apasionada, con la hormonas siempre a flor de piel, que siente con mucha intensidad (a veces creo que el doble) las cosas normales del día a día». Sólo que tomó la decisión de permanecer virgen, no por obligación, sino por convicción, hasta que llegue el momento: «Nunca me planteé llegar así a los treinta, pero son vicisitudes que suceden en la vida. Yo me he preguntado mucho si, en pleno siglo XXI, el mundo está equivocado o yo estoy equivocada. Como mujer me he sentido frustrada en muchas ocasiones. Hoy día me siento fortalecida, me siento bien, no me siento ni mejor ni peor que otras, simplemente soy yo, Vivian Sleiman».

Su testimonio es un oasis en medio de una Venezuela líder en embarazos prematuros, un país donde es frecuente que las niñas de doce y catorce años hayan perdido la virginidad, o donde las muchachas venden en internet su primera vez por miles de dólares. De hecho, Vivian está dispuesta a dar charlas en los colegios y escuelas para sensibilizar y educar a las adolescentes sobre su experiencia virginal. Que se den cuenta que se puede ser bella y atractiva, sin necesidad de ser una chica Armani.

¿Qué le pasa a la ONU?

   Por    Stefano Gennarini, J.D       La ONU pierde credibilidad con cada informe que publica. Esta vez, la oficina de derechos humanos de ...