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miércoles, 5 de mayo de 2010


 Después del encuentro con los jóvenes, el Papa Benedicto XVI se dirigió a la Catedral de Turín en donde, tras adorar al Santísimo Sacramento, veneró la Sábana Santa. Al final de la veneración, realizó una profunda meditación en la que señaló que la Síndone es un ícono de amor y vida que habla a todos de Dios, que muestra a todo su misterio y grandeza en el Sábado Santo, fuente de consuelo y esperanza para el hombre de hoy.
En su meditación titulada "El misterio del Sábado Santo", subtítulo del tema de la ostensión: "Passio Christi- Passio hominis", el Santo Padre explicó que el Manto sagrado es "el ícono de este misterio. Efectivamente es un sudario que envolvió el cadáver de un hombre crucificado, y que corresponde completamente a lo que dicen los Evangelios de Jesús. El Sábado Santo es el día en que Dios se esconde. En nuestra época, especialmente después de atravesar el siglo pasado, la humanidad se ha vuelto particularmente sensible al misterio del Sábado Santo. El escondimiento de Dios forma parte de la espiritualidad del ser humano contemporáneo, de manera existencial, casi inconsciente, como un vacío en el corazón que se ha hecho cada vez más grande".
"Después de las dos guerras mundiales, de los campos de concentración y los gulags, de Hiroshima y Nagasaki, nuestra época se ha transformado cada vez más en un Sábado Santo: la oscuridad de este día interpela a todos los que se interrogan sobre la vida, y especialmente a nosotros, los creyentes. También a nosotros nos atañe esta oscuridad", prosiguió
"Y, sin embargo, –dijo el Pontífice– la muerte del Hijo de Dios, de Jesús de Nazaret, tiene un aspecto opuesto, totalmente positivo, fuente de consuelo y de esperanza. Pienso así que la Sábana Santa se comporta como un documento ‘fotográfico’, que tiene un ‘positivo’ y un ‘negativo’. Y efectivamente es así: el misterio más oscuro de la fe es al mismo tiempo el signo más luminoso de una esperanza ilimitada. El Sábado Santo es una ‘tierra de nadie’ entre la muerte y la resurrección, pero en esta ‘tierra de nadie’ ha entrado Uno, el Único, que la ha atravesado con los signos de su Pasión por el ser humano".
"En ese ‘tiempo más allá del tiempo’, Jesucristo ‘descendió a los infiernos’.Dios, hecho hombre,llegó hasta el punto de entrar en la soledad extrema y absoluta del ser humanodonde no llega rayo de amor alguno, donde reina el abandono total sin ninguna palabra de consuelo: ‘los infiernos’. Jesucristo, permaneciendo en la muerte, cruzó el umbral de esta soledad última para guiarnos también a nosotros a atravesarla con él. El ser humano vive porque es amado y puede amar; y si hasta en el espacio de la muerte pudo penetrar el amor, entonces incluso allí llegó también la vida. En la hora de la soledad más grande nunca estaremos solos: ‘Passio Christi. Passio hominis’".
El Santo Padre subrayó entonces que "¡este es el misterio del Sábado Santo! Precisamente desde allí, desde la oscuridad de la muerte del Hijo de Dios, surgió la luz de una nueva esperanza: la luz de la Resurrección. Y pienso que contemplando este sacro lino con los ojos de la fe se vislumbre esa luz. Este es el poder de la Sábana Santa: del rostro de este ‘Hombre de dolores’, que carga con el peso de la pasión del ser humano de todo tiempo y lugar, también con nuestras pasiones, nuestros sufrimientos, nuestras dificultades, nuestros pecados. Emana una majestad solemne, un señorío paradójico".
Finalmente el Papa Benedicto XVI dijo: "¿Cómo habla la Sábana Santa? ¡Habla con la sangre, y la sangre es vida! La Sábana Santa es un ícono escrito con sangre; sangre de un hombre flagelado, coronado de espinas, crucificado y herido en el costado derecho. La imagen grabada en la Sábana Santa es la de un muerto, pero la sangre habla de su vida. Cada rastro de sangre habla de amor y de vida. Es como un manantial que murmura en el silencio y nosotros podemos escucharlo, en el silencio del Sábado Santo".

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