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domingo, 19 de agosto de 2007

HOMBRES DE PRINCIPIOS HOY



Un rey frente al aborto, un ministro frente al homosexualismo, un juez no concede la custodia de sus hijas a una divorciada unida a otra mujer, lesbiana, una chica de 16 años frente al adoctrinamiento... vivir con coherencia requiere coraje. A veces hay que plantar cara y aguantar las represalias.


Lo trágico en una sociedad no es que falten verdaderos principios sino que no haya quienes estén dispuestos a vivirlos.

Por fortuna, hay seres humanos que han antepuesto la coherencia y unas convicciones nacidas del diálogo armónico entre la fe y la razón a intereses egoístas, al conservar el buen nombre, la reputación e incluso el puesto de trabajo o hasta entradas de dinero.


Balduino, rey de los belgas, no
firmó la ley del aborto...



Uno de los ejemplos más conocidos que mejor denotan la personalidad política y la autenticidad en la vivencia de sólidas convicciones lo tenemos en el rey Balduino. El rey de los belgas rechazó sancionar el texto legislativo que regulaba la introducción del aborto en su país. Entre el 3 y el 5 de abril de 1990 decidió suspender temporalmente el ejercicio de sus funciones porque estaba decidido a no firmar la ley aunque eso conllevará la renuncia al trono.

La decisión espoleó las conciencias, sí, pero también le ganó muchas críticas por quienes quisieron ver en su proceder un acto de intolerancia y falta de respeto hacia lo que una mayoría constituida legítimamente había decidido aprobar y él debía firmar. Poco le importó al monarca. Balduino hizo lo que todo político, lo que todo hombre de principios debía hacer: si la existencia sólo puede concebirse desde criterios morales conformes a unas convicciones, no pudo menos que asumir la situación con coherencia y negarse a firmar algo objetivamente malo aunque lo hubiese aprobado una mayoría por muy legítima y democráticamente elegida que estuviese.

La campaña contra Rocco Butiglione

Hace un par de años el caso de Rocco Butiglione llenó los diarios y programas de tertulias de un buen número de países, sobre todo europeos. Ministro italiano de asuntos europeos, había sido presentado como candidato para asumir la comisaría europea de Justicia y Libertades Públicas pero el Parlamento Europeo rechazo su candidatura a causa de unas declaraciones sobre la homosexualidad:

“Me preguntaron si yo creía que la homosexualidad es pecado y yo intenté no contestar, porque esa es una cuestión que no tiene trascendencia política y no se discute en el Parlamento Europeo, sino en un seminario filosófico o teológico. Y no contesté. Dije que era posible que yo pensara que la homosexualidad es un pecado, pero que eso no tiene ningún efecto político, porque yo estoy a favor de la no discriminación (…) Yo dije lo mínimo de lo mínimo que podía decir sin traicionar mi fe; quizás no soy un católico muy valiente, porque dije lo mínimo, pero no fue suficiente. Ellos querían que dijera que la homosexualidad no tiene ningún efecto moral negativo, y eso es una violación de la conciencia”.


Le costó el rechazo pero asumió las consecuencias de su fidelidad a sus convicciones. Declaría lo siguiente a Cristina López Schlichting de la cadena COPE:

“Yo quería ser comisario europeo porque creo que podía hacerlo muy bien y siempre he sido europeísta, pero en la vida hay cosas más importantes que la Unión Europea, y la conciencia es una de esas. Me pusieron en la necesidad de escoger entre mi puesto en la Comisión y mi conciencia, y creo que mi elección ha sido la justa. A Jerzy Popielusco lo mataron por su fe, yo he perdido solo un puesto en la Comisión Europea; no sé si Dios me hubiera dado fuerza suficiente para dar mi cabeza por mi fe, pero sí para dar un puesto en la Comisión Europea”.

Un presidente frente al chantaje

Un caso más reciente lo tenemos en el presidente de El Salvador, Antonio Elías Saca. Elías Saca ha reiterado su opción por la defensa de la vida además de recomendar a sus colegas latinoamericanos poner atención al magisterio de Benedicto XVI especialmente sobre la defensa de la vida y el papel y vocación del político católico. Yendo contra corriente, y muy a pesar de las presiones por implementar el aborto, Saca ha declarado que los salvadoreños son un “ejército que defiende la vida” además de reafirmar que se opone al aborto “porque el aborto es un asesinato y no podemos estar de acuerdo con él”.

Sus palabras le han ganado amenazas que van desde sanciones económicas a su país por parte del Banco Mundial hasta retirar programas de ayudas sanitarias y de alimentos por parte de algunos organismos de la Unión Europea.

Otro caso en América fue el del líder pro-vida mexicano Jorge Serrano Limón a quien el febrero pasado se llegó a acusar de malversación de fondos. A pesar de que las difamaciones le llevaron a los juzgados, a pesar de que le hicieron pagar una multa de poco más de 120 mil dólares, de que le retiraron las subvenciones y le inhabilitaron para ejercer cualquier cargo público, no ha cedido: continúa en la denuncia de quienes promueven el aborto.

El genetista Lejeune, fiel al juramento de Hipócrates

Aunque en otro campo, un gran ejemplo lo tenemos en Jerónimo Lejeune. Ferviente católico, padre de cinco hijos, profesor de genética en la Facultad de Medicina de París y descubridor del gen de la trisonimía 21causante del síndrome de Down, el hallazgo le mereció, por un breve momento, ser reconocido como uno de los científicos más prestigiosos del mundo y, de no ser por su postura pro vida, seguro acreedor del Nobel.

Su firme actitud anti aborto, radicada en profundas convicciones científicas y religiosas, le llevó al desprestigio y el ninguneo por parte de lobbys abortistas y buena parte de la comunidad científica mundial que veía en él un opositor a nuevas técnicas de experimentación que tomaban al hombre como conejillo de indias. Pero no medró ni un ápice. Fue propulsor y defensor en Francia de la Humanae Vitae de Pablo VI y de la Instrucción Donum Vitae sobre procreación artificial. En 1994, por sugerencia suya, Juan Pablo II creó la Academia Pontificia para la Vida de la que le nombró su primer presidente.

La campaña de la locura contra el juez Fernando Ferrín

Vino de golpe, a comienzos del pasado mes de julio. El juez se enteró por una llamada de sus padres: "estás saliendo en todas las televisiones, y en los periódicos".

Un mes antes, en una sentencia no había concedido la custodia de sus hijas a una madre, divorciada y unida a una lesbiana, por estimar que no estaba en condiciones para atender a la educación de sus hijos, y por confiar más en el padre. El tam tam gay sonó fuerte, como siempre, expresando su poder y sus apoyos. Los medios de comunicación gritaban en el circo; peor sucedió con la buena parte de sus colegas: tantos piensan como él, pero se ampararon en el silencio profesional (algo que no debería suceder cuando el bien común está en juego, o cuando se infiere una herida a la conciencia). Por último en Consejo General del Poder Judicial le expedienta. Será la historia, como siempre, la que pasará factura a los cobardes, y rendirá honor a los valientes.
El doctor Ojetti, frente a la eutanasia

Más reciente es el caso del médico italiano Stefano Ojetti. En marzo pasado presentó su dimisión como consejero del Colegio de Médicos manifestando así su oposición a la decisión de sus colegas de hacer la vista gorda ante la eutanasia en Italia. En su carta dimitoria, el doctor Ojetti subrayó la convicción de que todo acto eugenésico está abiertamente en contra del juramento de Hipócrates y contra el código de deontología médica.

L´Osservatore Romano, el rotativo de la Santa Sede, le dedicó un elogio en la edición italiana del 4 de marzo: “El gesto de Ojetti merece la más elevada consideración y tiene un valor ejemplar para quienes ejercen la profesión médica”. Y agregaba: “Al mismo tiempo, es un deber añadir una palabra de aliento para quienes, dentro de los órganos de decisión del Colegio de Médicos, siguen con su batalla en defensa de la vida, valor que hoy es sumamente atacado”.

¿Conciertos "benéficos" con músicos pro-aborto?

Tener las ideas claras, jerarquizadas y en su lugar, también puede llevara a hacer lo que el arzobispo de St. Louis Missouri. Monseñor Raymond Burke renunció a la presidencia de la Fundación Infantil Cardenal Glennon por incluir en un concierto benéfico a la cantante Sheryl Crow, conocida proselitista a favor del aborto.

“Debo responder a Dios por la responsabilidad que tengo como arzobispo. Una institución católica en la que actúa una artista que promueve el mal moral da la impresión de que la Iglesia es inconsecuente con sus enseñanzas”. Y es que aunque alguno arguyó que no se trataba de ideologías sino de los niños, la presencia de una cantante como Crow era una afrenta a la identidad y misión de la fundación dedicada al servicio a la vida.

El arzobispo genovés y presidente de la conferencia episcopal italiana, Angelo Bagnasco, tampoco se ha dejado intimidar por las múltiples amenazas, incluso de muerte, por su postura de defensa a la familia y a la vida. Tras unas declaraciones en las que recordaba que no todo podía ser lícito so riesgo de caer en el relativismo, algunos grupos anónimos se han dedicado a pintar con amenazas e insultos la catedral genovesa y algunas calles de la ciudad. Pero Monseñor Bagnasco sigue firme en la defensa de la verdad, de la ley natural, aun a costa de la propia vida.

Con 16 años, al Estado: "a mí nadie me come el coco"

Pero lo de la defensa de los verdaderos principios no está reservado sólo a figuras públicas. Blanca María Ponce tiene 16 años y es la primera estudiante española que presenta una objeción de conciencia contra la asignatura “educación para la ciudadanía” impuesta por el gobierno socialista en España y ampliamente calificada como ideologizada. Como ella misma lo expresó: “Objeto porque quiero y porque puedo. Considero que a mí no me come el coco nadie, ni mucho menos el Estado. Creo que hay cosas que uno debe aprender en casa y no en el colegio…”.

Ha contado con el apoyo de su madre, doña Margarita, quien en entrevista al semanario Alfa y Omega ha dicho claramente “A mis hijos los educo yo”. “El Estado pretende que los niños tengan una sola idea, una sola forma de pensar, cuadricularles la mente y quitarles la libertad. Quiere crear un patrón único por el que todos los niños piensen igual y crean lo mismo, para mal. Esta es una intromisión en toda regla, y además un abuso de poder. Esto es un abuso, un atropello”, ha enfatizado.



Ciertamente todos estos casos, y algunos otros que podríamos haber tocado, deben animarnos a defender nuestros valores, los verdaderos. Es agradable recibir noticias de testimonios como estos que dan un respiro de aire fresco, abren los horizontes, nos dicen que no estamos solos y que todavía hay esperanzas. Pero lo mejor de todo no es la consideración banal de que sabemos que hay quienes viven así sino el llamado y la vivencia a la que nosotros también debemos comprometernos.

Es bueno que haya individuos de principios pero lo mejor sería una sociedad entera viviéndolos

domingo, 5 de agosto de 2007

CONTENIDO DE LA "IDEOLOGÍA DE GÉNERO"

Qué quiere decir «Género» Por Jutta Burggraf





















Algunos prefieren hablar de género (gender) en vez de sexo. No se trata sólo de un cambio de palabra. Detrás está la ideología feminista de gender que se divulga a partir de la década 1960–1970. Según esta ideología, la masculinidad y la feminidad no estarían determinados fundamentalmente por el sexo, sino por la cultura.

La ideología de gender

Mientras que el término sexo hace referencia a la naturaleza e implica dos posibilidades (varón y mujer), el término género proviene del campo de la lingüística donde se aprecian tres variaciones: masculino, femenino y neutro. Las diferencias entre el varón y la mujer no corresponderían, pues, –fuera de las obvias diferencias morfológicas–, a una naturaleza “dada”, sino que serían meras construcciones culturales “hechas” según los roles y estereotipos que en cada sociedad se asignan a los sexos (“roles socialmente construidos”) [En los idiomas en los que no se dispone de dos palabras diferentes (sex – gender, sexo – género), se suele hablar del “sexo biológico” y “sexo psícosocial”; así, por ejemplo, en alemán: “biologisches Geschlecht” – “psycho–soziales Geschlecht”]. En este contexto se destaca (no sin razón) que, en el pasado, las diferencias fueron acentuadas desmesuradamente, lo que condujo a situaciones de discriminación e injusticia para muchas mujeres: durante largos siglos, correspondió al “destino femenino” ser modelada como un ser inferior, excluida de las decisiones públicas y de los estudios superiores. Pero hoy en día –se sigue afirmando– las mujeres se dan cuenta del fraude del que han sido víctimas, y rompen los esquemas que les fueron impuestos. Pretenden liberarse sobre todo del matrimonio y de la maternidad [Algunos adeptos del feminismo de género proponen: “Para ser efectivos a largo plazo, los programas de planificación familiar deben buscar no sólo reducir la fertilidad dentro de los roles de género existentes, sino más bien cambiar los roles de género a fin de reducir la fertilidad.”].

Algunos apoyan la existencia de cuatro, cinco o seis géneros según diversas consideraciones: heterosexual masculino, heterosexual femenino, homosexual, lesbiana, bisexual e indiferenciado. De manera que, la masculinidad y la feminidad no se consideran, en modo alguno, como los únicos derivados naturales de la dicotomía sexual biológica. Cualquier actividad sexual resultaría justificable [Judith BUTLER: “Al teorizar que el género es una construcción radicalmente independiente del sexo, el género mismo viene a ser un artificio libre de ataduras. En consecuencia, varón y masculino podrían significar tanto un cuerpo femenino como un masculino; mujer y femenino, tanto un cuerpo masculino como un femenino.” Gender Trouble. Feminism and the Subversion of Identity. Aunque este trabajo esté criticado, en algunos círculos extremistas todavía más radicales, por no separarse del todo de la dimensión biológica, puede considerarse como una de las obras claves que presentan la ideología de gender]. La “heterosexualidad”, lejos de ser “obligatoria”, no significaría más que uno de los casos posibles de práctica sexual. Ni siquiera sería preferible para la procreación. En sociedades “más imaginativas”, la reproducción biológica puede asegurarse con otras técnicas, se afirma [Heidi HARTMANN: The Unhappy Marriage of Marxism and Feminism. La autora anticipó, en parte, la completa disociación entre sexualidad y procreación, maternidad/paternidad y filiación que las intervenciones artificiales hacen posible hoy en día]. Y como la identidad genérica (el gender) podría adaptarse indefinidamente a nuevos y diferentes propósitos, correspondería a cada individuo elegir libremente el tipo de género al que le gustaría pertenecer, en las diversas situaciones y etapas de su vida.

Para llegar a una aceptación universal de estas ideas, los promotores del feminismo radical de género intentan conseguir un gradual cambio cultural, la llamada “de–construcción” de la sociedad, empezando con la familia y la educación de los hijos [PONTIFICIO CONSEJO PARA LA FAMILIA: Familia, matrimonio y uniones de hecho. El feminismo de género ha encontrado favorable acogida en un buen número de importantes instituciones internacionales, entre las que se encuentran algunos Organismos de la Organización de Naciones Unidas. En no pocas Universidades se pretende, además, de elevar los “Gender Studies” a un nuevo rango científico]. Utilizan un lenguaje ambiguo que hace parecer razonables los nuevos presupuestos éticos. La meta consiste en “re–construir” un mundo nuevo y arbitrario que incluye, junto al masculino y al femenino, también otros géneros en el modo de configurar la vida humana y las relaciones interpersonales.

Estas pretensiones han encontrado un ambiente favorable en la antropología individualista del neoliberalismo radical. Se apoyan, por un lado, en diversas teorías marxistas y estructuralistas [Fue Friedrich ENGELS quien sentó las bases de unión entre el marxismo y el feminismo.The Origin of the Family, Property and the State], y por el otro, en los postulados de algunos representantes de la “revolución sexual”, como Wilhelm Reich (1897–1957) y Herbert Marcuse (1898–1979) que invitaban a experimentar todo tipo de situaciones sexuales. Más directamente aún se puede ver el influjo del existencialismo ateo de Simone de Beauvoir (1908–1986) que anunció ya en 1949 su conocido aforismo: “¡No naces mujer, te hacen mujer!,” – más tarde completado por la lógica conclusión: “¡No se nace varón, te hacen varón! Tampoco la condición de varón es una realidad dada desde un principio”. Los estudios socioculturales de Margaret Mead (1901–1978) también pueden incluirse en este proceso histórico que consolidó una nueva rama del feminismo radical, aunque la validez científica de sus aportaciones fue cuestionada por otros investigadores.

Al proclamar que los géneros masculino y femenino serían el producto exclusivo de factores sociales, sin relación alguna con la dimensión sexual de la persona, los defensores de la teoría de género se oponen a un modelo, igualmente unilateral que el suyo, que sostiene justamente lo contrario: niega cualquier interacción entre el individuo y la comunidad a la hora de configurar la identidad personal como varón o mujer; y afirma que a cada sexo le corresponderían por necesidades biológicas unas funciones sociales fijas, invariables en la historia [Con respecto a los diversos modelos que presentan la relación entre varón y mujer, el esquema clarificador de María ELÓSEGUI: La transexualidad. Jurisprudencia y argumentación jurídica]. Este modelo, sin embargo, se considera hoy en día falso a nivel teórico y jurídico, al menos en el mundo occidental [La subordinación de la mujer atenta contra el principio de igualdad entre los sexos y contra los derechos humanos reconocidos en la Declaración Universal de la Organización de Naciones Unidas de 1948 y en otros muchos documentos de la ONU.] Está en parte superado por la legislación, pero no totalmente [los estudios de María ELÓSEGUI: “Existe todavía discriminación directa, indirecta y oculta en el ámbito laboral, en el de la seguridad social, en el derecho financiero etc.”Los derechos reproductivos. Un nuevo concepto jurídico procedente del mundo legal anglosajón, en Anuario de Derecho Eclesiástico del Estado]; no se puede negar que persiste su influjo en la práctica social.


El proceso de identificación con el propio sexo

En la persona humana, el sexo y el género –el fundamento biológico y la expresión cultural– no son idénticos, pero tampoco son completamente independientes. Para llegar a establecer una relación correcta entre ambos, conviene considerar previamente el proceso en el que se forma la identidad como varón o mujer. Los especialistas señalan tres aspectos de este proceso que, en el caso normal, se entrelazan armónicamente: el sexo biológico, el sexo psicológico y el sexo social[El sexo biológico suele denominarse simplemente sex, sexo, mientras que el sexo psicológico y social están unidos en el término gender, género.]

El sexo biológico describe la corporeidad de una persona. Se suelen distinguir diversos factores. El “sexo genético” (o “cromosómico”) –determinado por los cromosomas XX en la mujer, o XY en el varón– se establece en el momento de la fecundación y se traduce en el “sexo gonadal” que es responsable de la actividad hormonal. El “sexo gonadal”, a su vez, influye sobre el “sexo somático” (o “fenotípico”) que determina la estructura de los órganos reproductores internos y externos. Conviene considerar el hecho de que estas bases biológicas intervienen profundamente en todo el organismo, de modo que, por ejemplo, cada célula de un cuerpo femenino es distinta a cada célula de un cuerpo masculino. La ciencia médica indica incluso diferencias estructurales y funcionales entre un cerebro masculino y otro femenino.

El sexo psicológico se refiere a las vivencias psíquicas de una persona como varón o mujer. Consiste, en concreto, en la conciencia de pertenecer a un determinado sexo. Esta conciencia se forma, en un primer momento, alrededor de los 2–3 años y suele coincidir con el sexo biológico. Puede estar afectada hondamente por la educación y el ambiente en el que se mueve el niño.

El sexo sociológico (o civil) es el sexo asignado a una persona en el momento del nacimiento. Expresa cómo es percibida por las personas a su alrededor. Señala la actuación específica de un varón o de una mujer. En general, se le entiende como el resultado de procesos histórico–culturales. Se refiere a las funciones y roles (y los estereotipos) que en cada sociedad se asignan a los diversos grupos de personas.

Estos tres aspectos no deben entenderse como aislados unos de otras. Por el contrario, se integran en un proceso más amplio consistente en la formación de la propia identidad. Una persona adquiere progresivamente durante la infancia y la adolescencia la conciencia de ser “ella misma”. Descubre su identidad y, dentro de ella, cada vez más hondamente, la dimensión sexual del propio ser. Adquiere gradualmente una identidad sexual (dándose cuenta de los factores biopsíquicos del propio sexo, y de la diferencia respecto al otro sexo) y una identidad genérica (descubriendo los factores psicosociales y culturales del papel que las mujeres o varones desempeñan en la sociedad). En un correcto y armónico proceso de integración, ambas dimensiones se corresponden y complementan.

Una consideración especial merecen los estados intersexuales (los llamados intersexos) ya que algunos argumentan que la existencia de personas transexuales y hermafroditas demostraría que no hay solamente dos sexos. Pero los estados intersexuales significan anomalías con características clínicas variadas; suelen ocurrir en una etapa muy precoz del desarrollo embrionario. Se definen por la existencia de contradicción de uno o más de los criterios que definen el sexo. Es decir, las personas transexuales disponen de una patología en alguno de los puntos de la cadena biológica que conduce a la diferenciación sexual. Sufren alteraciones en el desarrollo normal del sexo biológico y, en consecuencia, también del sexo psicosocial [No corresponde, por ejemplo, el sexo fenotípico plenamente con el sexo cromosómico y gonadal, o no corresponden los órganos sexuales externos e internos. Así, las personas transexuales perciben pertenecer al sexo opuesto del que indica su anatomía.] En vez de utilizarlas como propaganda para conseguir la “deconstrucción” de las bases de la familia y de la sociedad, conviene mostrarles respeto y darles un tratamiento médico adecuado.

Hay que distinguir la identidad sexual (varón o mujer) de la orientación sexual (heterosexualidad, homosexualidad, bisexualidad). Se entiende como orientación sexual comúnmente la preferencia sexual que se establece en la adolescencia coincidiendo con la época en que se completa el desarrollo cerebral. Tiene una base biológica y es configurada, además, por otros factores como la educación, la cultura y las experiencias propias. Aunque los números varían según las diversas investigaciones, se puede decir que la inmensa mayoría de las personas humanas son heterosexuales

Otra cosa todavía distinta es la conducta sexual. En el caso normal, designa el propio comportamiento elegido, puesto que hay un margen muy amplio de libertad en el modo en que tanto la mujer como el varón pueden conducir su sexualidad.

Hacia una comprensión de la diferencia sexual


Como la persona entera es varón o mujer, “en la unidad de cuerpo y alma”, la masculinidad o feminidad se extiende a todos los ámbitos de su ser: desde el profundo significado de las diferencias físicas entre el varón y la mujer y su influencia en el amor corporal, hasta las diferencias psíquicas entre ambos y la forma diferente de manifestar su relación con Dios. Aunque no se pueda constatar ningún rasgo psicológico o espiritual atribuible sólo a uno de los sexos, existen, sin embargo, características que se presentan con una frecuencia especial y de manera más pronunciada en los varones, y otras en las mujeres. Es una tarea sumamente difícil distinguir en este campo. Probablemente nunca será posible determinar con exactitud científica lo que es “típicamente masculino” o “típicamente femenino”, pues la naturaleza y la cultura, las dos grandes modeladoras, están entrelazadas, desde el principio, muy estrechamente. Pero el hecho de que varón y mujer experimenten el mundo de forma diferente, solucionen tareas de manera distinta, sientan, planeen y reaccionen de manera desigual, tiene un fundamento sólido en la constitución biológica propia de cada uno.

La sexualidad habla a la vez de identidad y alteridad. Varón y mujer tienen la misma naturaleza humana, pero la tienen de modos distintos. En cierto sentido se complementan. Por esto, el varón tiende “constitutivamente” a la mujer, y la mujer al varón. No buscan una unidad andrógena, como sugiere la mítica visión de Aristófanes en el “Banquete”, pero sí se necesitan mutuamente para desarrollar plenamente su humanidad. La mujer es dada como “ayuda” al varón por el Creador, y viceversa, lo que no equivale a “siervo” ni expresa ningún desprecio. [JUAN PABLO II: Carta Apostólica Mulieris dignitatem. También el salmista dice a Dios: “Tú eres mi ayuda.” Salmo 70,6. Salmo 115,9.10.11; 118,7; 146,5.] También en la relación marido–mujer la “sumisión” no es unilateral, sino recíproca. Es deseable una subordinación mutua en el amor.

Es un hecho biológico que sólo la mujer puede ser madre, y sólo el varón puede ser padre. La procreación se encuentra ennoblecida en ellos por el amor en que se desarrolla y, precisamente por la vinculación al amor, ha sido puesta por Dios en el centro de la persona humana como labor conjunta de los dos sexos. La paternidad común muestra un especial protagonismo y una confianza inmensa de Dios.

Tanto el varón como la mujer son capaces de cubrir una necesidad fundamental del otro. En su mutua relación uno hace al otro descubrirse y realizarse en su propia condición sexuada. Uno hace al otro consciente de ser llamado a la comunión y capaz para entregarse al otro, en mutua subordinación amorosa. Ambos, desde perspectivas distintas, llegan a la propia felicidad sirviendo a la felicidad del otro.

Mientras que el cambio arbitrario del gender da testimonio de un cierto afán de autosuficiencia, la sexualidad humana significa una clara disposición hacia el otro. Manifiesta que la plenitud humana reside precisamente en la relación, en el ser–para–el–otro. Impulsa a salir de sí mismo, buscar al otro y alegrarse en su presencia. Es como el sello del Dios del Amor en la estructura misma de la naturaleza humana. Aunque cada persona es querida por Dios “por sí misma” y llamada a una plenitud individual, no puede alcanzarla sino en comunión con otros. Está hecha para dar y recibir amor. De esto nos habla la condición sexual que tiene un inmenso valor en sí misma. Ambos sexos están llamados por el mismo Dios a actuar y vivir conjuntamente [Génesis 1,27: “Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, varón y mujer los creó.”]. Esa es su vocación. Se puede incluso afirmar que Dios no ha creado al hombre varón y mujer para que engendre nuevos seres humanos, sino que, justo al revés, el hombre tiene la capacidad de engendrar para perpetuar la imagen divina que él mismo refleja en su condición sexuada.

Ser mujer, ser varón, no se agota en ser respectivamente madre o padre. Considerando las cualidades específicas de la mujer, se ha reflexionado, a veces, sobre la “maternidad espiritual”; el Papa Juan Pablo II precisa este concepto y habla más oportunamente del “genio de la mujer”. Constituye una determinada actitud básica que corresponde a la estructura física de la mujer y se ve fomentada por ésta. En efecto, no parece descabellado suponer que la intensa relación que la mujer guarda con la vida pueda generar en ella unas disposiciones particulares. Así como durante el embarazo la mujer experimenta una cercanía única hacia un nuevo ser humano, así también su naturaleza favorece el encuentro interpersonal con quienes le rodean. El “genio de la mujer” se puede traducir en una delicada sensibilidad frente a las necesidades y requerimientos de los demás, en la capacidad de darse cuenta de sus posibles conflictos interiores y de comprenderlos. Se la puede identificar, cuidadosamente, con una especial capacidad de mostrar el amor de un modo concreto, y desarrollar la “ética” del cuidado.

Donde hay un “genio femenino” debe haber también un “genio masculino”, un talento específico del varón. Éste tiene por naturaleza una mayor distancia respecto a la vida concreta. Se encuentra siempre “fuera” del proceso de la gestación y del nacimiento, y sólo puede tener parte en ellos a través de su mujer. Precisamente esa mayor distancia le puede facilitar una acción más serena para proteger la vida, y asegurar su futuro. Puede llevarle a ser un verdadero padre, no sólo en la dimensión física, sino también en sentido espiritual [Paternidad espiritual supone liberarse del egocentrismo, “ser conquistado por el amor”. Karol WOJTYLA: Radiation of fatherhood.] Puede llevarle a ser un amigo imperturbable, seguro y de confianza. Pero puede llevarle también, por otro lado, a un cierto desinterés por las cosas concretas y cotidianas, lo que, desgraciadamente, se ha favorecido en las épocas pasadas por una educación unilateral.

En todos los ámbitos y los sectores de la sociedad, en la cultura y el arte, la política y la economía, la vida pública y privada, varones y mujeres están llamados a aceptarse mutuamente y a construir juntos un mundo habitable. Este mundo llegará a su plenitud en el momento en el que ambos sexos le entreguen armónicamente su contribución específica.

Una relación adecuada entre sex y gender

Hay una profunda unidad entre las dimensiones corporales, psíquicas y espirituales en la persona humana, una interdependencia entre lo biológico y lo cultural. La actuación tiene una base en la naturaleza y no puede desvincularse completamente de ella.

La unidad y la igualdad entre varón y mujer no anulan las diferencias. Aunque tanto las cualidades femeninas como las masculinas sean variables en gran medida, no pueden ser ignoradas completamente. Sigue habiendo un trasfondo de configuración natural, que ya no puede ser anulado sin esfuerzos desesperados, que conducen, en definitiva, a la autonegación. Ni la mujer ni el varón pueden ir en contra de su propia naturaleza sin hacerse desgraciados. La ruptura con la biología no libera a la mujer, ni al varón; es más bien un camino que conduce a lo patológico.

La cultura, a su vez, tiene que dar una respuesta adecuada a la naturaleza. No debe ser un obstáculo al progreso de un grupo de personas. Es evidente que han existido en la historia, y aún existen en el mundo, muchas injusticias hacia las mujeres. Este largo elenco de discriminaciones no tiene ningún fundamento biológico, sino unas raíces culturales, y es preciso erradicarlas. Las funciones sociales no deben considerarse como irremediablemente unidas a la genética o a la biología. Es deseable que la mujer asuma nuevos roles que estén en armonía con su dignidad. En este sentido, el Papa Juan Pablo II rechaza explícitamente la noción biológica determinista de que todos los roles y relaciones de los dos sexos están fijados en un único modelo estático, y exhorta a los varones a participar “en el gran proceso de liberación de la mujer”. Es indudable que la incorporación de la mujer al mercado laboral es un avance que, ciertamente, crea nuevos retos para ambos sexos.

El término gender puede aceptarse como una expresión humana y por tanto libre que se basa en una identidad sexual biológica, masculina o femenina. Es adecuado para describir los aspectos culturales que rodean a la construcción de las funciones del varón y de la mujer en el contexto social. Sin embargo, no todas las funciones significan algo construido a voluntad; algunas tienen una mayor raigambre biológica. Por tanto, “puede también apreciarse que la presencia de una cierta diversidad de roles en modo alguno es mala para las mujeres, con tal de que esta diversidad no sea resultado de una imposición arbitraria, sino más bien expresión de lo que es específicamente masculino o femenino.”

Hoy en día muchas personas vuelven a ver de nuevo con claridad que no pueden llegar a ser libres más allá de la base de la propia naturaleza; que el sexo, más que un privilegio o una discriminación, también es siempre una oportunidad para el propio desarrollo. En consecuencia, se empeñan por conseguir que la promoción de la mujer no sólo se lleve a cabo fuera del hogar. Si es cierto que las mujeres no se muestran únicamente como esposas y madres, muchas sí son esposas y madres, o quieren serlo, y hay que crear las posibilidades para que puedan serlo con dignidad. La mujer con una actividad profesional externa no debe ser declarada el único ideal de la independencia femenina, a pesar de todo el respeto que merecen sus intenciones nobles.

La familia, ciertamente, no es una tarea exclusiva de la mujer. Pero aún cuando el varón muestre su responsabilidad y compagine adecuadamente sus tareas profesionales y familiares, no se puede negar que la mujer juega un papel sumamente importante en el hogar. La específica contribución que aporta allí, debe tenerse plenamente en cuenta en la legislación y debe ser también justamente remunerada, bajo el punto de vista económico y sociopolítico.

La colaboración para elaborar esta legislación deberá considerarse mundialmente no sólo como derecho, sino también como deber de la mujer.

Nota final

El desarrollo de una sociedad depende del empleo de todos los recursos humanos. Por tanto, mujeres y varones deben participar en todas las esferas de la vida pública y privada. Los intentos que procuran conseguir esta meta justa a niveles de gobierno político, empresarial, cultural, social y familiar, pueden abordarse bajo el concepto de “perspectiva de igualdad de género (gender)”, si esta igualdad incluye el derecho a ser diferentes. De hecho, algunos países y organismos internacionales tienen en cuenta la diferente situación de varones y mujeres, y desarrollan planes para la igualdad de oportunidades, que ayudan a conseguir la promoción de la mujer. Y a la hora de adoptar políticas, la “perspectiva de género” lleva a plantearse cuáles serán los posibles efectos de esas decisiones en las situaciones respectivas de varones y mujeres.

Esta “perspectiva de género”, que defiende el derecho a la diferencia entre varones y mujeres y promueve la corresponsabilidad en el trabajo y la familia, no debe confundirse con el planteamiento radical señalado al principio, que ignora y aplasta la diversidad natural de ambos sexos.

Bibliografía:

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- Simone de BEAUVOIR: Das andere Geschlecht, Hamburg 1951, p.285. (Original francés Le Deuxième Sexe, Paris 1949).

- Simone de BEAUVOIR: Alles in Allem, Hamburg 1974, p.455.

- Jutta BURGGRAF: Juan Pablo II y la vocación de la mujer, en Scripta Theologica 31 (1999/1), pp.139–155.

- Judith BUTLER: Gender Trouble. Feminism and the Subversion of Identity, New York–London 1990, p.6.

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Ver: Jutta Burggraf. ¿Qué quiere decir género? Un nuevo modo de hablar. PROMESA, San José, Cosa Rica, 2001.

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   Por    Stefano Gennarini, J.D       La ONU pierde credibilidad con cada informe que publica. Esta vez, la oficina de derechos humanos de ...