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domingo, 24 de diciembre de 2006

¡¡¡Feliz Navidad!!!


Dios es tan grande que puede hacerse pequeño. Dios es tan poderoso que puede hacerse inerme y venir a nuestro encuentro como niño indefenso para que podamos amarlo. Dios es tan bueno que puede renunciar a su esplendor divino y descender a un establo para que podamos encontrarlo y, de este modo, su bondad nos toque, se nos comunique y continúe actuando a través de nosotros. Esto es la Navidad: “Tu eres mi hijo, hoy yo te he engendrado”. Dios se ha hecho uno de nosotros para que podamos estar con él, para que podamos llegar a ser semejantes a él. Ha elegido como signo suyo al Niño en el pesebre: él es así. De este modo aprendemos a conocerlo. (Benedicto XVI, Nochebuena 2005).

viernes, 22 de diciembre de 2006

Cinco relatos, cinco conversiones. Algunos títulos para regalar estas navidades

La conversión es un proceso misterioso y radical, que nos lleva a las honduras del alma, donde se plantean las más profundas cuestiones existenciales. Enormemente bello por consistir en un encuentro con Dios, que es siempre lo más profundo, lo más hermoso. Al mismo tiempo, se trata de algo exquisitamente personal. La vida tiene una enorme riqueza en la que se mezclan la limitación humana y la inmensidad de Dios, un diálogo entre lo finito y lo infinito. De tal forma que también hay conversiones imperfectas o inacabadas, porque a la fortaleza de Dios, le acompañan siempre los múltiples aspectos de la fragilidad humana. (Juan Luis Lorda, Evangelización y comunicación, Edicep, 34).

Recientemente han proliferado, por parte de editoriales diversas, relatos de conversiones. Son narraciones actuales en que un hombre o una mujer muestran su itinerario personal de reencuentro con Dios, con toda la fuerza y belleza propia de una experiencia íntima. A veces, partiendo desde una oposición abierta; otras, desde la duda o la indiferencia; otras desde una conducta totalmente apartada de Dios Queremos aludir a cinco de ellos, aparecidos en los últimos años y que desde estas páginas hemos ido reseñando. Se han elegido los libros de tal forma que en cada una de las vivencias se muestra un itinerario diferente para acceder a Dios. Hay otros muchos títulos (1 ); estos son sólo una muestra.

Dividimos nuestra exposición en dos partes. Primeramente, ofreceremos unas pinceladas de cada uno de los relatos. En un segundo momento, intentaremos poner de manifiesto algunos elementos comunes. Con esto se concluirá que todos, de una manera o de otra, parcial o totalmente, nos sentimos identificados con algunos de estos procesos, sin que ello obste para que cada uno tenga su historia personal.

1. Cinco historias personales

a) Scott Hahn y Kimberly, ROMA dulce hogar. Nuestro regreso al catolicismo, Rialp, Madrid, 2005, 198p (2)

Scott y Kimberly Hahn ofrecen el testimonio cálido, alegre y realista de su conversión al catolicismo. Estadounidenses y padres de familia numerosa, forman un matrimonio luminoso y lleno de afán apostólico. Su caminar hacia la Iglesia católica ha estado sembrado de lucha interior, incomprensiones y distancias -pues Scott se convirtió cuatro años antes, y era además un prometedor teólogo presbiteriano-. Pero por encima de todo se ha impuesto en su vida el amor: del uno hacia otro, a sus hijos, a la verdad y, sobre todo, a Cristo y a la Sagrada Escritura. Es una peregrinación espiritual que transforma toda su vida; un camino de integridad, de búsqueda de la verdad y adhesión a la voluntad divina, que culminó en la inmensa alegría de la vuelta al hogar: a la Iglesia católica.

b) Janne Haaland Matlary, El amor escondido, Belacqua, 2002, 283p (3)

Con esta obra, la profesora de Política Internacional de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Oslo, ex secretaria de Estado de Asuntos Exteriores de noruega y miembro del Consejo Pontificio "Justicia y Paz", trata de responder a los interrogantes fundamentales del ser humano: el porqué y el para qué de nuestra existencia; el dónde y el cómo; la necesidad, en ultima instancia, de encontrar el verdadero sentido de la vida.

Es la historia real de una mujer apasionada por el mundo en el que quiere encontrar la felicidad; felicidad que le conducirá a Dios porque, a diferencia de los hombres, Dios no se cansa de salir a nuestro encuentro. Encuentro que tiene lugar al principio como mera inquietud intelectual a través de la lectura de algunos pensadores cristianos, y que seguirá via corazón hasta su conversión al catolicismo. Vía corazón, porque se enamora de Cristo a través de la Iglesia.

Después, viene la crisis ante una doble vida o un cristianismo de mínimos (misa del domingo). El ejemplo de un amigo le hace emprender la aventura de encontrar a Cristo en lo ordinario, pues piensa que es esta su vocación, su camino para descubrir el amor como la fuerza oculta que nos lleva hasta Dios y permite cambiar el mundo.

c) Leonardo Mondadori, La conversión. Una historia personal, Grijalbo, 2004, 140p (4)

Leonardo Mondadori es presidente del principal grupo editorial italiano. En un libro titulado Conversione. Una storia personale, publicado por su propia editorial, la famosa Editrice Mondadori, cuenta su extraordinaria experiencia religiosa: de ateo sin remedio a creyente que ha decidido vivir en castidad..

No es frecuente que una figura de la jet society hable en público de cuestiones espirituales. Menos aún, que cuente su conversión. Pero lo que más ha sorprendido es que detrás de todo no haya ningún episodio extraordinario, sino un largo y pacífico proceso que le ha hecho redescubrir, con la fe, los sacramentos, la oración, la dirección espiritual, la castidad... Todo ello a los 55 años y después de muchas peripecias personales a lo largo de su vida.

El cambio empezó en 1992 y se inició cuando su empresa se disponía a publicar Camino, en el año de la beatificación de su autor, Josemaría Escrivá de Balaguer. Con este motivo entró en contacto con algunos miembros del Opus Dei, y poco a poco se produjo su conversión. Ahora, diez años después, ha decidido que valía la pena dar a conocer a otros ese itinerario suyo personal. Al principio, pensaba hacerlo mediante un ensayo que diera respuesta a las objeciones más frecuentes que las personas de su ambiente suelen poner a la fe. Pero cuando envió el borrador del libro a Vittorio Messori, para pedirle su parecer, el escritor le sugirió que lo mejor era que simplemente contara su experiencia. “Como dice Evagrio Pontico -un monje del siglo IV-, a una teoría se le puede contraponer otra teoría, pero ¿quién puede contradecir a una vida?”. Y así surgió el libro.

d) Alessandra Borghese, Con ojos nuevos, Rialp, 2006, 176p (5)

Este libro autobiográfico, de expresividad muy femenina, cautiva al lector por su sinceridad y garra. En sus páginas aparecen personajes como Juan Pablo II, el Cardenal Ratzinger o Teresa de Calcuta, pero también Leonardo Mondadori o Mick Jagger. La autora, heredera de un ilustre linaje de la nobleza romana, narra aquí su azarosa juventud y cómo su casual reencuentro en 1998 con la princesa Gloria von Thurn und Taxis, amiga de su época neoyorkina, suscita un cambio radical de vida, que la lleva a redescubrir la fe católica y a mirar todo "con ojos nuevos"

e) David Morrison, Un más allá para la homosexualidad, Palabra, 2006, 352p. (6)



2. Historias con unas características comunes

a) Al leer o escuchar la palabra conversión estamos acostumbrados a pensar en personas extraordinarias, como un S. Agustín, S. Pablo o el Cardenal Newman. O quizá en un proceso fuera de lo normal en el que el sujeto se encuentra ante una experiencia estremecedora. En nuestras historias nos encontramos con personajes normales, que viven una existencia ordinaria, una existencia como la nuestra. Pero también se puede decir que la conversión es un fenómeno ordinario en cuanto a su extensión. Si antiguamente, en una sociedad de raigambre cristiana como es la occidental, los fenómenos de conversión eran esporádicos, actualmente, en un mundo descristianizado, se dan con una frecuencia muchísimo mayor, de forma que ni siquiera en cuanto al número pueden ser considerados extraordinarios.

b) En el punto de partida siempre hay una experiencia personal de la fe y del encuentro con un ser trascendente que da sentido a la vida; proceso que nunca se cierra en una pura subjetividad, al buscarse con fuerza la verdad a través de la medición de la Iglesia.

Mondadori lo hará desde la Jet y desde el laicismo propio de una persona de procedencia atea. Scott y Kimberly Desde la búsqueda sincera de la verdad como miembros activos de la religión evangélica. Alessandra desde una vida que se ha ido alejando progresivamente de la fe como consecuencia de un vivir inmerso por completo en el presente, en un fluir cerrado a la trascendencia. Janne Haaland en su vida de trabajo intenso y de dedicación generosa a la familia que le lleva a plantearse el porqué y el para qué de la existencia; el dónde y el cómo; la necesidad, en ultima instancia, de encontrar el verdadero sentido de la vida. O, finalmente, David Morrison desde su experiencia homosexual.

c) Son hombres y mujeres que viven en sociedad y, por tanto, en dependencia del entorno, de las costumbres, de las formas de vivir de su época, muchas veces alejadas –cuando no contrarias- a la religión. Pero todos ellos han sabido defender un nivel de independencia totalmente necesario para pensar y obrar por sí mismos y que les permitirá dar ese paso que cambiará por completo el proyecto interior de su existencia.

d) Los protagonistas de estos relatos narran su proceso personal movidos por una misma finalidad: dar testimonio, ser conscientes de que han recibido un don de una valía extraordinaria, que les trasciende, del que son depositarios y también responsables a la hora de darlo a participar a otros. No hay para nada en estos relatos una búsqueda de un éxito editorial, o un afán de autoafirmación o de narcisismo o exhibicionismo interior. Más bien todo lo contrario. Algunos de nuestros protagonistas son enteramente conscientes de que contar su experiencia personal de fe les puede acarrear escarnios y perfidias. "Habré logrado mi objetivo solo con que uno de los lectores encuentre en las páginas del libro un poco de luz", señala Leonardo.

e) En todos hay un punto culminante y que constituye el momento decisivo de la conversión: el encuentro con Jesucristo en el evangelio. La constatación de que el Evangelio es realmente el libro de instrucciones para el uso del hombre; que Jesucristo es de verdad la respuesta a todos nuestros interrogantes; que sólo quien sigue a Cristo se realiza plenamente. “Ésta ha sido la primera prueba que he hallado. A ella se le añadió después otra prueba más: la oración. He experimentado que, cuando se pide algo a Dios con sinceridad y con intención recta, siempre se es atendido”, dirá Leonardo.

domingo, 10 de diciembre de 2006

La dictadura del relativismo

En la misa previa al cónclave en el que había de ser elegido el nuevo papa, el entonces cardenal Ratzinger denunciaba con fuerza los vientos de relativismo que azotan nuestra sociedad occidental en las últimas décadas. El relativismo se ha convertido en una actitud de moda, mientras que "tener una fe clara según el credo de la Iglesia católica" es despachado a menudo como fundamentalismo. "Se va constituyendo –concluía– una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja sólo como medida última al propio yo y sus apetencias". La expresión que acabo de subrayar, "dictadura del relativismo", llamó de inmediato la atención tanto de la audiencia como de la prensa, pues mostraba de manera bien gráfica la formidable capacidad poética del futuro papa que con sólo tres palabras diagnosticaba la enfermedad de la sociedad europea.

Algún periodista nacional consideró que esa expresión era un concepto absurdo, una contradicción in terminis, sin caer en la cuenta de que la combinación de esas dos palabras compone una figura literaria de enorme fuerza expresiva. Como es sabido, se trata de la figura denominada oxímoron, (del griego oxys, agudo, y moros, romo, estúpido), en la que mediante la yuxtaposición de dos palabras de significado opuesto se logra expresar un nuevo sentido, un contraste difícilmente alcanzable de otra manera: todos hemos empleado expresiones como "silencio atronador", "luminosa oscuridad", "graciosa torpeza" y tantas otras expresiones parecidas que llenan de sentido y viveza nuestra comunicación. Cuando el futuro Benedicto XVI hablaba de la dictadura del relativismo lo que estaba expresando con brillantez poética es que en nuestra avanzada cultura democrática se está imponiendo por vía de fuerza el principio de que todas las opiniones valen lo mismo, y por tanto, que nada valen en sí mismas, sino sólo en función de los votos que las respaldan.

Aquel mismo periodista argumentaba que "el relativismo es el alma viva del conocimiento científico". Y, exhibiendo un notable desconocimiento de la efectiva práctica científica, añadía: "Sólo quien duda de la exactitud de sus ideas puede sentirse impelido a ponerlas a prueba y, llegado el caso a descartarlas, o a restringir su campo de validez, abriendo paso a ideas nuevas, ellas mismas cuestionables". Nada más alejado de la realidad de la ciencia que esta caricatura. El científico no es nunca un relativista, no piensa que su opinión valga lo mismo que cualquier otra, y, si es un científico honrado, está deseoso de someter su parecer al escrutinio de sus iguales y de contrastarlo con los datos experimentales disponibles. El buen científico está persuadido de que su opinión es verdadera, que es la mejor verdad que ha logrado alcanzar, a veces con mucho esfuerzo. El científico sabe también que su opinión no agota la realidad, sino que casi siempre puede ser rectificada y mejorada con más trabajo suyo y con la ayuda de los demás.

En contraste con el periodista español, una conocida columnista del New York Times descalificaba al nuevo Papa como un absolutista, como "un archiconservador del Jurásico que desdeña la cultura del 'si te parece bien, hazlo' y las tendencias revolucionarias nacidas en los años 60 en favor de la diversidad y la apertura cultural". Maureen Dowd en su artículo aliaba al nuevo Benedicto XVI con el vicepresidente Dick Cheney en la batalla contra el progresismo liberal norteamericano, del que el New York Times es quizá su portaestandarte. Esta visión muestra bien el localismo miope de la prensa norteamericana, pero sugiere también que el relativismo que denunciaba el cardenal Ratzinger no ha afectado a los Estados Unidos tan profundamente como a Europa. Como reconocía la propia Dowd, citando al profesor de Utah, Bruce Landesman, "quienes sostienen posiciones progresistas no son relativistas. Simplemente están en desacuerdo con los conservadores acerca de qué es lo bueno y lo malo".

Efectivamente, en el corazón de la sociedad americana se encuentra la convicción de que la democracia es una concepción ética, presidida por un uso comunitario de la razón. En una democracia los asuntos se discuten hasta la saciedad y si no se llega a un acuerdo razonable son finalmente los jueces quienes deciden acerca de la moralidad de un determinado modo de proceder. En una organización democrática la noción de verdad ha de estar en el centro de la vida pública. Si no hay verdad, no es posible el debate porque la discusión deja de ser un proceso de búsqueda y se transforma meramente en una tramoya del poder. Si no hay verdad, si todas las opiniones valen lo mismo, pierde todo su sentido el pluralismo democrático.

No es verdad que todas las opiniones merezcan el mismo respeto. Quienes merecen todo el respeto del mundo son las personas, pero no sus opiniones. Al contrario, tenemos la obligación de ayudar a los demás a mejorar sus opiniones, a cambiar sus convicciones, exhibiendo las razones que asisten a nuestras posiciones morales y sociales para permitirles que se pasen, si lo desean, a nuestro lado. En este sentido, es importantísimo distinguir con claridad entre pluralismo y relativismo. Mientras que el relativista no tiene interés en escuchar las opiniones de los demás, quien ama el pluralismo no sólo afirma que caben diversas maneras de pensar acerca de las cosas, sino que sostiene además que entre ellas hay –en expresión de Stanley Cavell– maneras mejores y peores, y que mediante el contraste con la experiencia y el diálogo los seres humanos somos capaces casi siempre de reconocer la superioridad de una opinión sobre otra y de adherirnos a ella.

En última instancia, un relativismo como el que crece actualmente en Europa corroe la democracia, porque clausura el diálogo y acaba con el pluralismo. Precisamente un día antes del fallecimiento de Juan Pablo II, el entonces cardenal Ratzinger afirmaba en Subiaco que "Europa ha desarrollado una cultura que, de modo desconocido antes de ahora para la humanidad, excluye a Dios de la consciencia pública". Y añadía: "En Europa se ha desarrollado una cultura que constituye en absoluto la contradicción más radical no sólo del cristianismo, sino de las tradiciones religiosas y morales de la humanidad". En sus palabras se advertía de manera luminosa que el relativismo de nuestro tiempo, hijo bastardo de la Ilustración, era el punto de partida de la cancelación de Dios en la vida pública.

El contraste –aquí meramente apuntado– entre el pluralismo norteamericano (In God we trust) y el relativismo europeo es sólo una caricatura, pero ayuda a entender bien aquel sugerente oxímoron de la "dictadura del relativismo" del que hablaba con preocupación el cardenal Ratzinger en la víspera del cónclave. El relativismo es probablemente la enfermedad más grave de la sociedad europea en el momento presente y considerar la enfermedad como algo saludable es en verdad la peor de las dictaduras.


Jaime Nubiola. Profesor de Filosofía .Universidad de Navarra

lunes, 6 de noviembre de 2006

ORGULLO Y PREJUICIO


Dianne Barry Wilkins


Orgullo y Prejuicio


Hoy como ayer

Orgullo y Prejuicio es el nombre de una de las novelas más grandes que Hollywood ha llevado a la pantalla grande en los últimos meses. Su estreno ha sido un éxito en todos los países que se ha presentado, y ha sido catalogada por los críticos como una de las mejores películas del año 2005. Pero es mucho más que eso.

Independientemente de la gran fascinación que, en lo personal, me causó, tanto por su profundo contenido como por sus virtudes cinematográficas que lograron pasmar a la perfección el mundo que dibuja Jane Austen en las páginas de esta obra, es un film que puede llevarnos a reflexionar en temas muy profundos.

Con sólo detenernos en el título de la obra, podemos notar que la intención de la autora no fue solamente hacernos disfrutar de una historia de amor al más puro estilo Corín Tellado. Quería ir mucho más allá.

Orgullo y Prejuicio retrata una época, una sociedad, unas costumbres y unas tradiciones características de la Inglaterra de principios del siglo XIX. Una Inglaterra de grandes castillos, de largas historias familiares, de bailes y todo tipo de relaciones sociales. Relaciones que, las más de las veces estaban regidas por dos elementos: precisamente el orgullo y el prejuicio. Había excepciones, claro está, pero la realidad era así, según nos lo muestra Jane Austen.

Lo que personalmente me pregunto es si es estrictamente necesario trasladarnos doscientos años atrás para encontrar estas características en la sociedad. Por mi parte creo que no. Hoy en día, aunque con otros matices y claramente en otro contexto, vemos algo parecido: orgullo y prejuicio tras tantas relaciones sociales, políticas, amorosas, etc. Orgullo y prejuicio que están presentes en una sociedad, pero una sociedad que, sin embargo, clama por la autenticidad.

Los valores falsos y los verdaderos valores

Tantas veces, antes de entablar una relación de cualquier tipo con una persona, averiguamos de qué familia es, qué estudia, dónde vive, cuál es, más o menos, su situación económica, cómo es su aspecto físico… cuando se busca trabajo, cuando se conoce a alguien en una fiesta o en un bar… en tantas situaciones. Muchas veces esos son nuestros criterios para “aceptar” o no a una persona. Pero, ¿son verdaderamente relevantes estas “pautas de aprobación”?

Personalmente, y espero coincidir con quien esté leyendo esto, creo que definitivamente no. Mucho más importantes son valores como la sinceridad, la lealtad, la bondad… en fin, la calidad humana en general. Pero pese a su importancia ¡Qué poco nos fijamos en esto! Y vienen en seguida las desilusiones, los fracasos, los quiebres… porque no buscamos en el otro lo que realmente vale la pena.

Sin un afán proselitista, creo que es hora de que las sociedades hoy en día den un giro y dirijan la mirada a este tipo de valores. Tanta depresión, relativismo, tanta gente que no encuentra el sentido de su vida… tantos y tantos problemas que acaecen hoy a las personas pueden deberse, en gran medida, a que han hecho vista gorda de aquellas cosas que en realidad son importantes en la vida y a que se han dejado guiar por criterios que muchas veces pueden volverse en contra del mismo ser humano: el afán de poder, de dinero, la infructífera búsqueda de la felicidad en cosas tan fugaces como el placer y la fama.

Si queremos encontrar la verdadera felicidad, hemos de volver a mirar en el interior del hombre y juzgar con la mayor sinceridad qué es lo que realmente vale la pena. Después de eso, seremos capaces de tomar las mejores decisiones en nuestra vida. Para quienes han tenido la posibilidad de ver la película (los que no, les recomiendo que se la den), piensen qué hubiera sido de Mr. Darcy y Elizabeth si hubiesen permanecido cegados por el orgullo y determinados por lo que cada uno pensaba del otro sin descubrir la verdad, la realidad. Y ahora, cómo cambiaría la vida de cada persona si fuera capaz de hacer lo mismo y dirigir su vida al compás de lo verdaderamente importante, que es, a fin de cuentas, lo único que puede dirigir al hombre a la verdadera felicidad.

¿EXISTE EL ALMA?


EL ALMA

En este artículo se habla del alma, que es algo muy serio. En la teología católica, y también en la filosofía, la palabra alma significa el elemento espiritual que informa al cuerpo humano (elemento material); constituyen ambos una unidad substancial que es la persona humana. El alma es espiritual, individual e inmortal, y ha sido creada inmediatamente por Dios, en cada persona; no procede -como el cuerpo- por vía de generación, de los padres.

La palabra "alma" -dice el autor del texto que se publicó en la revista Nuestro Tiempo (nº 603, IX-2004)- encierra el misterio de la vida y sus sorprendentes propiedades; el misterio del más allá y las aspiraciones humanas más profundas; y el misterio de la conciencia humana, de la inteligencia y la libertad. La palabra "alma" indica también a la persona, al ser espiritual, querido por Dios y constituido, por su amor, como un interlocutor para siempre. El alma humana no es un duende, ni una cosa que esté en el hombre, ni una parte del hombre. Es el sujeto espiritual, con su forma y sus propiedades, la persona querida por Dios. Todo esto es lo que lleva dentro la palabra alma.


por Juan Luis Lorda, Prof. de Teología Dogmática y Antropología, Universidad de Navarra
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Con las grandes palabras, especialmente si tienen mucho uso, hay que tener cuidado. Porque a medida que pasan de boca a boca y de mente a mente, se confunden, pierden sus conexiones con la realidad y flotan en el mundo de las ideas como globos a la deriva. Sugieren demasiadas cosas a la vez. Para trabajar con las grandes palabras, hay que anclarlas en la realidad: acudir a los lugares originales de donde procede su sentido.

La palabra alma es una palabra enorme, un globo gigantesco. Muy venerable, porque está relacionada con lo más sublime. Pero también pintoresca, cuando la mentalidad popular se la representa como un duende dentro del hombre. Una cultura tan científica como la nuestra no está para duendes. Entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem (Ockham: "no hay por qué admitir más cosas que las necesarias"). Chesterton o Tolkien protestarían al unísono, y defenderían también la necesidad de los duendes, precisamente para contrarrestar una visión exclusivamente científica del mundo. Pero yo me voy a limitar a defender la existencia del alma.

Si comenzamos preguntando por lo que evoca la palabra, flotaremos. Tenemos que tomar tierra y relacionar la palabra con la realidad. En su origen, la palabra "alma" está relacionada con tres experiencias humanas muy importantes. La primera es el misterio de la vida y la diferencia entre la vida y la muerte. La segunda es la pregunta por el más allá, y en concreto por la supervivencia personal. La tercera se refiere a lo característico del espíritu humano , a la vida de la inteligencia y al ejercicio de la libertad y de la creatividad. No se trata de duendes.

La vida tiene una maravillosa riqueza de propiedades. Hay muchos cuentos donde los protagonistas se suben a una roca y resulta ser un elefante o creen llegar a una isla y se encuentran sobre el caparazón de una tortuga. Desde luego, en los cuentos y en la realidad, hay mucha diferencia entre subirse a un montón de tierra o a un elefante. El elefante o la tortuga pueden hacer cosas que no cabe esperar de la montaña o la isla.

El niño que está entusiasmado con su perrito se llevará un disgusto terrible si se le muere: se acabaron los juegos, se acabó el correr, se acabó esa mirada y los saltos de alegría cuando vuelve a casa. Al tocar el cuerpo frío del animal, notará la diferencia. Se asomará a la tragedia de la muerte, a esa amenaza tan tremenda para lo vivo. El cuerpo inmóvil que tiene delante, parece el mismo, pero ya no es el mismo. Ha dejado de estar animado: ha perdido la vida. En este primer sentido, alma es lo mismo que animación. Todo lo vivo está "animado". Es lo que se ve a simple vista.

Como vivimos en una sociedad ilustrada por los conocimientos científicos, ya no podemos quedarnos con lo que se ve a simple vista. Sabemos mucho más sobre la realidad. Esto es una ventaja, pero también un inconveniente. Desde luego, saber más, es siempre una ventaja. El inconveniente consiste en que el conocimiento de los detalles puede impedirnos la visión de conjunto. Los árboles pueden ocultarnos el bosque: el bosque sólo se ve a simple vista, sin análisis.

La materia

La mentalidad científica moderna es, en mucha parte, "constructivista" , perdón por la palabra. Es decir, entiende que explicar una cosa es lo mismo que decir cómo está hecha, cuáles son sus componentes y como se combinan. Desde luego una gran parte de la ciencia moderna, la química, la física atómica y la biología, han progresado a base de analizar los compuestos y encontrar los elementos y su estructura. Esto lleva a que muchas personas con mentalidad científica al ver la realidad, piensen siempre en su composición. Ven un mineral y recuerdan de qué está compuesto. Ven un árbol y recuerdan sus estructuras. Y lo mismo al ver un perro o una persona. Hoy sabemos que, con diferentes grados de complejidad, todo está compuesto de los mismos elementos de la tabla periódica que puso en orden, hace más de cien años, Mendeleiev (+ 1907).

Cuando una persona con mentalidad científica ve que muere un animal o una persona, piensa en las alteraciones orgánicas que se han producido y que hacen imposible la vida. Tiene razón: para explicar la muerte basta fijarse en la alteración de los componentes orgánicos. El problema es que, cuando ven un ser vivo o a una persona piensan que está vivo sólo porque está construido con estos componentes. Y lo ven como si fuera una enorme estructura bioquímica que funciona ordenadamente. Muchos dirán que, "en el fondo", es una aglomeración de materiales que funciona gracias a las propiedades físicas y químicas de sus elementos. Y aquí no tienen razón. O, por decirlo mejor, tienen sólo una parte pequeña de razón. Porque esta explicación es muy reductiva: oculta el misterio de la vid a. Es como si dijéramos que El Quijote es un conjunto ordenado de letras o una casa un conjunto ordenado de materiales de construcción. Es verdad, pero ocultamos mucha más verdad de la que decimos.

Ningún materialista aceptaría de buen humor que le cambiaran a su hijo por un cubo de agua y un saquito de polvo. Y, sin embargo, es verdad que, desde el punto de vista de los materiales, el hijo es, "en el fondo", como toda la materia viva, 80 por ciento de agua y unos pocos kilos de calcio, carbono y otros elementos químicos. Si fuera consecuente con lo que piensa, tendría que aceptar el cambio sin pestañear. Pero algo nos dice que no aceptaría. Y hace bien. Quizá defienda en teoría que es lo mismo, pero no se atreverá a vivir como si fuera lo mismo. Sólo unos pocos canallas en la historia han sido capaces de ser consecuentes hasta el final. Los demás se han sentido paralizados por sus sentimientos humanitarios, por su intuición espontánea sobre las cosas. Es que algo no cuadra. Quizá los árboles nos ocultan el bosque.

La forma

¿Por qué la materia organizada y en funcionamiento es más que la materia suelta? Plantearse la pregunta así, honradamente, ya es un gran paso, casi una voltereta, porque nos puede llevar a ver las cosas al revés. Pero es la única manera de defender que el hijo "es más" que el cubo de agua y el saquito de polvo.

Bien mirado, es asombroso que la naturaleza resulte ser como un inmenso juego de construcción, con tanta complejidad y con tantísimas propiedades. Esto lo entienden mejor los aficionados a las arquitecturas y los mecanos. Hay muchos juegos de construcción muy buenos. Y se pueden hacer muchas cosas con piezas simples. Aunque, desde luego, no tantas cosas como las que hace la naturaleza. No se vende ningún juego con unas piezas tan polivalentes, capaces de formar tan sorprendentes estructuras.

No existe un juego que permita construir un perro ni nada parecido. Hay mecanos que permiten construir coches. Te dan las piezas y los planos para ponerlas en su sitio. Si tienes imaginación, puedes construir también cosas que no están previstas en los juegos de construcción: palacios estupendos o mecanismos curiosos. Caben variantes sin límite, infinitas. Sólo estás limitado por las posibilidades de las piezas. Pero ningún juego de arquitectura permite construir, por ejemplo, un motor de explosión. Las piezas no tienen las propiedades mecánicas y térmicas necesarias.

Si tuviéramos piezas de metales muy resistentes y con la forma adecuada, podríamos acoplarlas y hacer un motor de explosión. Pero sólo si tienen la forma adecuada. No sirve cualquier pieza. Para hacer un motor de explosión, primero necesitamos la idea del motor de explosión y luego, con poca libertad, podemos hacer las piezas. Lo curioso es que aquí vamos en sentido contrario que el análisis científico normal. No explicamos el motor por las piezas que lo componen, sino al revés: las características de las piezas se explican porque las necesitamos para el motor. Lo que manda es la idea del motor.

Sería ridículo explicar el motor de explosión diciendo que es una acumulación de piezas. Antes que nada, el motor es una idea. Podemos hacer las piezas con distintas formas y materiales, pero tenemos que respetar la idea. Se da la curiosa circunstancia de que las propiedades del motor de explosión son propiedades de la idea del motor , no de las piezas. Las piezas sueltas no tienen esas propiedades: si alguien las viera sueltas, no podría deducir las propiedades del motor. Sólo cuando están unidas según la idea del motor, tienen las propiedades del motor. El motor tiene más propiedades que las piezas.

Las personas con mentalidad exclusivamente científica están acostumbradas a explicar la vida por sus elementos. Y dicen que todo es, en el fondo, una combinación de piezas elementales con propiedades elementales. Todo lo de arriba se explica por lo de abajo; y, en el fondo, se reduce a lo de abajo. Lo verdaderamente real es lo de abajo.. Esto lo dicen científicos serios (S. W. Hawking, S. Weinberg, F. Crick) y también otros (C. Sagan, E. O. Wilson, R. Dawkins) que se dedican a la divulgación de la ciencia y a la extrapolación (a veces incontrolada) de los conocimientos. Pero es un reduccionismo , tan grande como explicar una casa sólo por sus ladrillos o El Quijote por sus letras.

Es más: pudiera ser muy bien que el mundo se explicara al revés, como el motor. Que las características de las piezas elementales se expliquen por las ideas superiores. Puede ser que haya que comprender los elementos de la materia como las piezas de algo superior , que tiene muchas más propiedades que las piezas. Si no, no se puede justificar la extraordinaria capacidad y polivalencia de este juego de construcción.

Es interesante notar que las ideas, las formas tienen propiedades (el motor de explosión). Aprovechan las propiedades de sus componentes, pero se comportan como un conjunto que tiene más propiedades que sus componentes. En la misteriosa diferencia entre lo vivo y lo muerto, sucede esto, con un nivel de complejidad fabuloso. Lo vivo, con todo el organismo en su sitio, tiene muchas más propiedades y muy superiores a lo no vivo. A esto, se le llama, a veces, emergentismo (M. Bunge): aunque la palabra sugiere una dirección de abajo arriba.

Quizá haya que dar la vuelta. Quizá sea más sensato pensar que los elementos de la materia son, en realidad, las piezas de lo vivo. Si la idea de lo vivo no estuviera de alguna forma prevista en el juego de construcción, ¿cómo se va a producir ese enorme salto hacia arriba? En los juegos de construcción, nunca se producen estos saltos de calidad. Y menos por casualidad. Si metiéramos millones de piezas de arquitectura, en una hormigonera y dieran vueltas durante miles años, se produciría de vez en cuando un trozo de pared, pero nunca un castillo y mucho menos un caballo. Por más vueltas que demos. Y si metiéramos canicas, nunca se produciría nada. No hay problema en admitir que la forma de un montón de tierra se ha producido por casualidad. Pero parece absurdo decir que la forma de los seres vivos se ha producido por casualidad. Las formas superiores tienen que estar previstas de alguna manera en el juego; tienen que ser posibles. ¿No habrá que pensar el mundo desde arriba en lugar de pensarlo desde abajo?

El espíritu

Los seres vivos son seres animados. Y con esto se expresa toda su capacidad de obrar, de moverse, de conservarse en unas condiciones, de protegerse del medio, de alimentarse y de reproducirse. Hay un salto enorme entre las propiedades de lo vivo y lo que no está vivo. No sólo de orden de complejidad, de cantidad de materiales puestos en su sitio. Es que, además, hay "ideas nuevas", formas superiores, con propiedades nuevas. A medida que subimos por la escala de la vida, nos encontramos con una conducta cada vez más compleja e interesante. Una conducta que no se explica por las piezas, que siempre son las mismas, sino por las formas que integran las piezas.

Y llega un momento en que nos encontramos con otro salto. El nuestro. Cuando escalamos la vida orgánica, en el nivel más alto nos encontramos con la conciencia. Y entramos en un terreno increíble. Estamos acostumbrados. Ese es el problema. Vivimos ahí y todo lo contemplamos desde ahí. Nuestra conciencia tiene propiedades completamente sorprendentes, pero no nos llaman la atención, porque estamos acostumbrados a ellas.

En la conciencia, se dan tres propiedades concatenadas: la inteligencia, la libertad y la causalidad espiritual o creatividad. Nuestro yo tiene las tres propiedades a la vez. La inteligencia es la capacidad de conocer y pensar con ideas abstractas. La libertad (voluntad) es la capacidad de diseñar la conducta concreta al pensarla en abstracto. La causalidad espiritual o creatividad es un efecto de todo esto. Por el dominio que tenemos sobre nuestra inteligencia y nuestro cuerpo, podemos intervenir en el mundo físico. Nos movemos en él, cambiamos las cosas de sitio, manejamos herramientas y construimos. Con esas propiedades, el ser humano ha transformado la superficie del planeta. Todo lo que vemos alrededor, todo lo que es la cultura humana, ha nacido de ideas manejadas por nuestra conciencia y ejecutadas moviendo nuestras manos (y herramientas) con un plan diseñado libremente.

Nos parece normal. Pero, si lo pensamos científicamente, es extraordinario. Nuestra capacidad de formar, transmitir y manejar ideas es un misterio. También lo es nuestra capacidad de concretar previendo y diseñando nuestra conducta (libertad). Y también lo es nuestra capacidad operativa: es decir, que la conciencia mueva la materia, empezando por nuestro propio cuerpo y nuestras manos. Si hemos estudiado física, sabremos que, después de un esfuerzo de investigación gigantesco, hemos llegado a la conclusión de que todo lo que sucede en el universo se debe a la acción de cuatro fuerzas elementales. Pues bien, además de las cuatro fuerzas, está nuestra conciencia que es capaz de mover un cuerpo, el nuestro, y, a través de él, con herramientas, todo lo demás.

El sujeto

Hoy somos más conscientes de lo misterioso que es todo esto cuando queremos hacer ordenadores que imiten la conducta humana. Nos tropezamos con que los ordenadores no pueden formar ideas ni entienden las palabras (inteligencia), y no son capaces de decidir una conducta concreta a partir de ideas abstractas (libertad). En cambio, son capaces de mover cosas. Un programa de ordenador, que es algo así como un poco de inteligencia condensada (ideas, formas), es capaz de obrar, siguiendo un proceso. Por supuesto que obra de una manera muy rudimentaria y sin creatividad. Tampoco tienen las delicadas relaciones con el cuerpo que nosotros tenemos: no tienen emociones. Y desde luego no tienen sentido estético; no tienen sentido del humor; no tienen sentido de la justicia; y no pueden amar al prójimo como a uno mismo. Esto son sólo propiedades de nuestra conciencia.

Un ordenador es sólo un procesador de programas. Los ordenadores siguen procesos, pero no "entienden" las ideas ni las palabras, sólo las usan. No hay un "yo" que entienda. No hay un yo que forme ideas, que obtenga analogías, que pase de lo concreto a lo abstracto ni de lo abstracto a lo concreto. No hay un yo que entienda y piense en abstracto, que obtenga analogías y las cambie de plano. No pueden aprender en abstracto y usar lo que ha aprendido en otro contexto, de manera analógica. Y, como no manejan ideas en abstracto, tampoco pueden concretar pensando (libertad): no pueden decidir, no pueden ser creativos, no pueden enfrentarse a problemas nuevos. Son un conjunto de piezas montadas, con una idea de construcción y algunas ideas prestadas de funcionamiento. Son capaces de ejecutar procesos pensados por otros. Pero no hay un sujeto, no hay un protagonista, no hay un yo que sepa lo que está haciendo.

En cambio, cada uno de nosotros somos un sujeto. Nuestras operaciones espirituales, la inteligencia, la libertad y la causalidad espiritual tienen un sujeto y nos convierten en sujetos. Obramos como un sujeto. Es un modo peculiar y distinto de estar en el mundo. Seres que piensan, que entienden, que extraen experiencia y conocimiento, y que pueden obrar abriendo caminos. Por eso, cada hombre es una singularidad en el mundo , que no está explicado por su entorno y que no se puede reducir a sus piezas. Es un centro de operaciones en el universo, creativo y autónomo, con un universo mental dentro de la cabeza. Un universo mental capaz de transformar el mundo físico con ideas y acciones.

La filosofía griega, desde Platón, ya se dio cuenta de este argumento: el sujeto humano hace operaciones inmateriales y, por tanto, no es material. El proceso de formación y uso de las nociones abstractas (ideas) no es material; el uso de la libertad, que permite trazar un camino concreto pensando en abstracto no es material y contradice el determinismo de la materia; la causalidad de la conciencia, que opera libremente sobre el cuerpo, no es material. El comportamiento inmaterial, nos señala que el sujeto es inmaterial. En los demás seres vivos, no hay sujeto, no hay espíritu, sólo hay una forma con propiedades espectaculares, una forma que se desvanece cuando se corrompe el cuerpo (aunque la idea permanece, porque se puede repetir). Pero el ser humano no es sólo una idea, una estructura repetible, sino un sujeto inmaterial y autónomo. Y como es inmaterial, no se puede corromper, tiene que ser inmortal. Este es el argumento clásico de la espiritualidad humana que han usado todos los espiritualistas, desde Platón hasta Bergson, pasando por Santo Tomás de Aquino o Descartes.

Combinando elementos de las filosofías de Platón y Aristóteles, Santo Tomás dedujo que el alma es, a la vez, el sujeto espiritual (Platón) y la forma del cuerpo (Aristóteles). Es una fórmula feliz, aunque, para entenderla bien, hay que hacerse una idea de lo que significa el sujeto espiritual en Platón y de lo que significa la forma en Aristóteles. Otros pensadores modernos han recurrido a algunas analogías más o menos felices, para señalar la diferencia entre alma y cerebro. Eccles y Popper, decían que es como el piano y el pianista. Pero es sólo un ejemplo. El piano puede ser una prolongación del cuerpo, pero no es el cuerpo. Todas las analogías son defectuosas porque el caso de la relación del alma y el cuerpo es único. Tenemos una forma con un nivel de unidad y de estructura tal, que tiene la propiedad de ser un sujeto; es una idea como el "motor de explosión", pero con tal categoría que es una persona.

La tradición filosófica entronca la idea del sujeto humano espiritual -la persona- con una aspiración permanente y espontánea de la humanidad, la supervivencia tras la muerte: es la tercera raíz de lo que entendemos por alma. La idea de un más allá, donde las personas perviven es una aspiración que nos encontramos por todas partes y se expresa en todas las culturas, aunque de distinta manera. Muchas culturas y muchas religiones afirman que el sujeto humano permanece tras la muerte de algún modo. Y a lo que permanece, al sujeto, le llaman "alma".

Es muy difícil pensarse como no existiendo. Esto lo sabía muy bien Unamuno, que no dejaba de pensar en ello. Es muy difícil pensar que las personas que uno ha querido son nada cuando mueren. Que esos sujetos libres y únicos, que hemos querido tanto desaparecen sin más. ¿Cómo he podido querer tanto a un poco de agua y polvo? ¿Por qué no me da lo mismo que otro poco de agua y polvo? El más allá es una cuestión oscura, porque no sabemos cómo pueda ser, pero el deseo de pervivir y el amor a las personas más allá de la muerte son tendencias claras.

La persona desde la fe cristiana

El mensaje cristiano no es filosofía. Pero entronca directamente con las aspiraciones personales de supervivencia y con las convicciones del amor. También con las otras raíces que han dado sentido a la palabra alma.

Para la fe cristiana, Dios, que es un ser espiritual, ha creado el mundo. Y lo ha organizado de arriba abajo, con todas sus propiedades que se despliegan en la historia del cosmos. Por eso, porque procede de una inteligencia creadora, el mundo está tan lleno de inteligencia y de altas propiedades. Por eso, el juego de construcción es tan maravilloso y capaz de tantas cosas.

Además, el mundo visible y material está ordenado al hombre , que es su cumbre, y, probablemente, la clave de todas sus propiedades. En el ámbito de la filosofía de las ciencias, se llama "principio antrópico", a esta idea: a pensar que el mundo se explica porque está ordenado al hombre: las curiosas características de la materia, la sorprendente historia de la evolución, la existencia misma de la tierra (que es un sistema bien curioso). Pero la Biblia lo da por supuesto desde sus primeras páginas: el hombre es la cima del mundo visible, y todo está ordenado a él.

Pero es una cima que supera lo que tiene debajo, porque el hombre ha sido hecho "a imagen de Dios". Esta expresión aparece en el primer relato de la creación, en las primeras páginas de la Biblia, y es muy importante en la tradición judía y cristiana. Indica que el hombre se parece a Dios y refleja su imagen sobre el mundo. A semejanza de Dios, el hombre es un sujeto, un ser inteligente, capaz de obrar creativamente.

El ser humano tiene algo de divino. El segundo relato de la creación, lo expresa con una imagen: Dios introduce su aliento y espíritu en el hombre. El hombre no sólo viene de abajo. Viene también de arriba, del espíritu de Dios. Aunque tenga materia, no se explica por la combinación aleatoria de las fuerzas de la materia. Tiene algo que viene de Dios y refleja lo que es Dios.

Pero además, Dios lo ha creado con un fin eterno. El ser humano ha sido creado para conocer y amar a Dios por toda la eternidad. Ha sido preparado para ese destino. Dios ha hecho al hombre capaz de conocer y amar, y de durar eternamente. Este es el argumento religioso para fundamentar y entender que el hombre es un sujeto espiritual (destinado a conocer y amar) y que es inmortal (destinado a durar para siempre).

A la religión no le asusta pensar en un sujeto espiritual, no le asusta pensar en una existencia que no es material, porque cree que Dios es un ser espiritual. La idea de persona, que es una idea cristiana, expresa la dignidad de un sujeto espiritual. La calidad de un ser que no se explica por las analogías y las propiedades de la materia. Ni su ser ni su obrar se pueden expresar con el vocabulario que se utiliza para la materia.

Al mismo tiempo, el hombre es un ser corporal. Esto no es un añadido. Es su modo de ser, pertenece a su forma, a su idea, tal como Dios la ha querido. Sabemos por experiencia que, para que el espíritu pueda expresarse en el cuerpo, el cuerpo tiene que estar en condiciones. Es preciso que la base orgánica se haya desarrollado. Si el cerebro no se ha constituido bien, la conciencia no puede expresarse , no puede abrirse al mundo. Porque el funcionamiento normal del hombre es una conciencia con un cuerpo; y el cuerpo sitúa a la persona en el mundo, y sirve de expresión e instrumento a la conciencia. La fe cristiana cree que el sujeto espiritual permanece tras la muerte, privado de su cuerpo, pero cree también que su perfección es con el cuerpo, y la alcanzará al final, en la resurrección. Tiene su modelo en la resurrección de Cristo.

Creemos que en todo ser humano, desde su origen, hay un sujeto espiritual, aunque todavía no se pueda expresar. Pero hay más. La experiencia nos enseña que para que la conciencia comience a funcionar, necesita ser hablada. Necesita ser estimulada por la palabra, despertada por la palabra, por así decir, o por lo menos por el signo (como el caso de Hellen Keller). Esto lo vemos al observar cómo se desarrollan los niños, y, por contraste, nos lo confirma la triste experiencia de los llamados "niños salvajes" (Enfants sauvages, Feral Children); niños que no han sido criados en un ambiente humano. Sin una relación humana, la conciencia humana no se puede desplegar (o lo hace muy rudimentariamente). Esto es asombroso. Es una manifestación de que el espíritu humano es relacional. La tradición de pensamiento cristiano ve en esto una huella de que el hombre es un ser para la relación: procede de la relación con Dios y está destinado a la relación con Dios.

Para el cristianismo, es un asunto muy serio. La relación humana tiene su perfección en el amor. La moral cristiana se resume en amar a Dios sobre todas las cosas; y a los demás como hijos de Dios. Cada persona humana aspira en lo más hondo a amar y a ser amada, y no le parece que hay mejor bien que éste.

Cuando se entiende el valor de cada persona, se entiende que merece ser amada. Juan Pablo II le llama a esto la "norma personalista". Muchos pensadores cristianos (Marcel, Pieper) se han dado cuenta de que todo amor encierra un deseo de eternidad. Amar es decir "no morirás". En los hombres es sólo un deseo Pero en Dios es una promesa que crea la realidad. El amor personal de Dios es lo que nos convierte en sujetos para siempre. Este es el fundamento personal del peculiar modo de ser del hombre: un sujeto delante de Dios: un tú creado para siempre por un Yo que es todopoderoso y eterno (Buber).

Hay que terminar. Nos hemos acercado a las experiencias que enraízan la palabra "alma" y nos habremos dado cuenta de que estamos hablando de algo muy serio. La palabra "alma" encierra el misterio de la vida y sus sorprendentes propiedades; el misterio del más allá y las aspiraciones humanas más profundas; y el misterio de la conciencia humana, de la inteligencia y la libertad. La palabra "alma" indica también a la persona, al ser espiritual, querido por Dios y constituido, por su amor, como un interlocutor para siempre. El alma humana no es un duende, ni una cosa que esté en el hombre, ni una parte del hombre. Es el sujeto espiritual, con su forma y sus propiedades, la persona querida por Dios. Todo esto es lo que lleva dentro la palabra alma.

Creación. ¿Por qué?

La vida misma

Las conferencias no eran precisamente lo que más atraía a Julián, pero no le quedaba más remedio que asistir a una que iba a haber en el instituto sobre "Las respuestas del feminismo", porque era parte de la preparación para un trabajo que le había correspondido hacer para exponerlo luego en clase. También le parecía interesante comprobar cuáles eran los argumentos de fondo sobre un tema del que tanto hablaban algunas de las chicas de su curso, incluida Paz, su hermana gemela.

El turno de preguntas sirvió para que se reafirmase la conferenciante. Sólo hubo dos intervenciones que la pudieron poner en aprietos. En la primera, una preguntó si esas investigaciones eran propiciadas por la "dotación instintiva" de sus agentes, pero la respuesta estaba llena de tecnicismos que Julián no entendía –ya antes el significado de algunas palabras se le escapaba, y había suplido por intuición–. La segunda consistió en preguntar si la experiencia familiar de la conferenciante confirmaba sus teorías, pero ésta –que parecía algo irritada al oír eso– vino a contestar elegantemente que eso era irrelevante para el tema.

—"¿Qué tal la conferencia?", preguntó uno de sus compañeros a Julián cuando se vieron antes de clase al día siguiente.

—"Uf, esa mujer sabía un montonazo", contestó, y pasó a explicar lo que había expuesto, o lo que había entendido de ello. El tema pareció interesar a su hermana Paz y a unas amigas suyas que también estaban por allí, y pronto se formó un nutrido y animado grupo, centrado sobre el tema de la famosa conferencia. Para sorpresa de Julián, entre las chicas había bastante menos admiración que críticas hacia las tesis de la conferenciante.

—"¡Pero si eso es lo mismo de Frankestein! ¡Como en la película, igual!", dijo Paz.

—"Mira, ¿sabes lo que te digo? Que cuando me toque, ya procuraré mirar bien con quién me caso, pero cuando me case quiero tener algún niño, no encargar un prefabricado" –fue la réplica de otra–. Julián no era de los que rectifican fácilmente, y mantenía que "a lo mejor es que yo no sé explicarlo muy bien, pero si la hubierais oído seguro que le dabais la razón en bastantes cosas".

Al día siguiente, Julián y Paz volvían a su casa acompañados por Miriam, una de las amigas de Paz. Salió de nuevo el tema de la conferencia, sobre todo porque Paz se sentía incomprendida.

—"Mira –le dijo Miriam–, de verdad que lo he estado pensando, y fríamente. Hace poco leí un artículo sobre ecología, y venía a decir que queríamos hacer un mundo nuevo fabricado, y cuando nos hemos dado cuenta nos estaba saliendo una porquería, y estábamos dejando el mundo hecho un asco. Y ésa quiere hacer lo mismo con la gente. Pues conmigo no, gracias".

—"Vaya, si lo ves así..."

—"¿Y cómo quieres que lo vea? Las cosas son lo que son, ¿no? ¿Y ésa qué pretende? Para liberar a la mujer, al final lo que quiere es fabricar otra cosa que ya no se sabe si es mujer o qué es. ¡Pues vaya plan! ¿O es que tal como somos no servimos? Si ése es su feminismo, por mí se lo puede quedar para ella solita".

—"Sí, supongo que sí", contestó esta vez Paz, un poco decepcionada por tener que darle la razón. En el fondo, empezaba a darse cuenta de que la solución a sus problemas pasaba por quejarse menos y aprender a madurar

Interrogantes

—¿Puede el universo ser resultado de la "combinatoria del azar"? ¿Por qué? ¿Es compatible con que haya una "línea evolutiva"? ¿Cuál es la razón? ¿Es la creación por Dios la única explicación posible del universo? ¿Podría deberse a algún otro ser? ¿Por qué? ¿Se pueden conocer estas verdades por la razón? ¿Añade la Revelación algún conocimiento? ¿Es la creación compatible con la teoría evolucionista? ¿En qué sentido?

—¿Es el ser humano simplemente una especie superior más evolucionada que las demás? ¿Qué le distingue? ¿Cómo se puede conocer que además de materia tiene espíritu? ¿Pueden explicarse inteligencia y voluntad como funciones corporales? ¿Por qué? ¿Es materialista la conferenciante? ¿Es congruente con ello lo que dice del comportamiento necesario determinado por su "dotación instintiva"? ¿Niega con esto la libertad? ¿Es certera la objeción que se le pone? ¿Por qué?

—¿Puede afirmarse que en la naturaleza hay desequilibrios e injusticias? ¿Por qué? ¿Puede decirse que todo lo creado es bueno? ¿Qué se quiere decir con ello? ¿Cómo se compagina con el hecho de que haya catástrofes naturales, defectos físicos, enfermedades, etc.?

—¿Tiene consecuencias prácticas el saberse una criatura? ¿Puede decirse que tenemos un derecho a la disposición absoluta de nuestro cuerpo o de nuestra vida? ¿Por qué? ¿Se niega así la libertad? ¿Por qué? ¿Tenemos derecho a intentar cambiar nuestra naturaleza? ¿Por qué? ¿Resultaría posible? ¿A qué resultados daría lugar? ¿Tienen razón las amigas de Paz en sus críticas a la conferencia? ¿Por qué?

—¿Tiene el hombre dominio sobre el universo creado? ¿Por qué? ¿Tienen los animales algún derecho sobre el hombre? ¿Cuál es el motivo? ¿Es ese dominio absoluto? ¿Tiene el deber de respetar la naturaleza? ¿Supone ese deber el reconocimiento de Dios como Creador? ¿Tiene la ecología algún papel en la doctrina católica?

—¿Es acertado lo que piensa Miriam? ¿Qué juicio te merece el feminismo de la conferenciante? ¿Sería verdaderamente liberador? ¿Por qué? ¿Es la diferenciación sexual un enriquecimiento para la especie humana? ¿Forma parte de la personalidad? ¿Se empobrece ésta si se pretende suprimir o atenuar su modalidad sexual? ¿Por qué? ¿Puede existir un feminismo fundamentado en la doctrina cristiana? ¿Qué vendría a decir?


Así es la vida

La primera cuestión que surge con este caso es precisamente su tema: ¿trata esta lección de la Creación, o del hombre? La Creación abarca todo el universo creado. Por encima del ser humano están los ángeles, pero de estos se tratará en otro momento. Por debajo están los seres irracionales, pero éstos no presentan problema alguno, salvo en su relación con el hombre.

La conferenciante no se refiere a Dios ni a si el mundo es creado o no por Él, pero implícitamente lo niega. Tal como lo concibe, en su visión del universo Dios no tiene cabida. Esta conferenciante, afirma que el orden del universo puede deberse al azar o a otra causa, pero no considera a Dios. Para ella, la explicación última está en la materia. La materia no es inteligente, y por tanto su evolución no obedece a un plan, sino al azar. La materia en sí misma es uniforme, y sólo varía en cantidad y extensión: de ahí que los cambios queden reducidos a puras combinaciones "de lo mismo". Y eso nos da lo que para ella es la clave del universo: la "combinatoria del azar". Esto, en sí mismo es contradictorio, pues sólo un principio ordenador inteligente puede generar orden; decir que el azar es causa –por tanto, que el orden se da por casualidad– supone "personificar" la materia, dotarla de "intencionalidad".

¿No cabe por tanto admitir la evolución? Sí que cabe, pero el cristianismo ve más allá de las leyes de la evolución –que corresponde a la ciencia investigar, y sobre lo que hoy por hoy hay muchas incógnitas por despejar– el plan creador, más perfecto en cuanto incluye en los seres vivos un dinamismo perfeccionador. Desde la perspectiva cristiana, lo que sucede es que la evolución sin Dios sería un absurdo, pues de lo inferior, por sí sólo, no puede salir lo superior: nadie da lo que no tiene. Es más, en la misma narración del Génesis, se pueden descubrir indicios de una cierta evolución, no arbitraria, sino según los planes de Dios.

Pero la evolución tiene un límite: el espíritu. Éste no puede salir de la materia, sino sólo de un acto creador de Dios. Por eso, en el hombre, aunque el componente material pudiera ser el resultado la evolución –hipótesis no del todo comprobada aún por la ciencia–, no lo puede ser el componente espiritual, el alma. De ahí que negar a Dios conduce a negar el alma espiritual (la espiritualidad del alma se conoce, entre otros modos, por la espiritualidad de sus operaciones: las operaciones de la inteligencia y de la voluntad, aunque se expresen materialmente, trascienden la materialidad del cuerpo, del mismo modo que las potencias de las que proceden no pueden ser orgánicas, aunque tengan un comienzo orgánico). ¿Qué sería entonces el hombre? Un animal más, que sólo se distinguiría del resto por haber evolucionado más deprisa. Esto es lo que piensa la conferenciante, cuando afirma que el comportamiento humano viene determinado por su "dotación instintiva": puro instinto, que, por ser lo único determinante, no deja sitio para la inteligencia y la voluntad, ni siquiera para la propiedad fundamental de la voluntad: la libertad. Es una curiosa liberación la que apoya esta mujer, que nos rebaja al nivel de los animales: puro instinto, y determinado, sin libertad. Por eso dice que propiamente no hay culpables de la "injusticia" (otro concepto que indirectamente excluye a Dios: si el creador es Dios, difícilmente se puede concebir un Dios "injusto"): para que exista culpa debe haber libertad.

Aquí radica la principal contradicción de la conferenciante, que se pone de manifiesto en la primera de las intervenciones que se mencionan. Si todo es una línea evolutiva ciega, y el comportamiento mera función del instinto, no hay cabida para proponerse cambiar nada. Ni siquiera tendría sentido intentar convencer –la conferencia misma–, pues sólo cabe dejarse llevar.

Tampoco tendría sentido hablar de "derechos". Sólo los tienen las personas, los seres con inteligencia y voluntad, que tienen un valor en sí mismos. Los animales no tienen derechos –por mucho que algunos se empeñen en concedérselos, al menos en algunos casos– y en el mundo animal el individuo se subordina completamente a la especie. Es lo mismo que ha sucedido en las sociedades que han pretendido hacer un "paraíso" partiendo de una ideología que sólo veía en el hombre a una especie más evolucionada que otras: en nombre de "la utopía" han sacrificado muchas vidas. El marxismo y el nazismo han sido claros ejemplos de ello.

Lo que dice Miriam a Paz en el último párrafo es muy sensato, y nos pone en contacto con un tema que va cobrando una creciente importancia: la ecología. En un sentido amplio, significa respeto a la naturaleza. El hombre es el rey de la Creación. Es el dueño del mundo. Pero eso no significa que sea el dueño absoluto del universo. En primer lugar, no llega a abarcarlo, por mucho que cada vez sepa más de él y amplíe su dominio. En segundo lugar, debe cuidar de él, respetando su naturaleza. No se trata sólo de pensar que hay que legar a las generaciones futuras un lugar habitable. Hay que pensar también que la naturaleza misma se resiste a ser cambiada: cada vez que se intenta, no sale una naturaleza nueva, sino una degeneración de la que había. Esto debe hacer pensar al hombre, que ha de verse como un administrador de la naturaleza, situación que remite a un Dueño que nos la ha dado. La ecología, bien entendida, conduce a aceptar un Dios Creador.

Pero el homo sapiens, a diferencia de los animales, no siempre escarmienta. Cuando pretender sustituir a la naturaleza por la técnica –cosa distinta de desarrollar la técnica cuidando la naturaleza– está mostrando su fracaso en el mundo, hay quien quiere repetir la experiencia con el hombre mismo, quizá pensando en que ese tipo de experimentos "no contaminan". La conferenciante no lo disimula: quiere cambiar la naturaleza humana. Y deja entrever que uno de los aspectos de la naturaleza que quiere cambiar es la sexualidad misma: quiere eliminar la diferencia sexual. Aciertan las amigas de Paz en comparar esta pretensión con la historia de Frankestein: un producto fantástico inventado en el siglo pasado, cuando el descubrimiento de la electricidad podía hacer pensar que serviría para fabricar una especie de "superhombre". El resultado fue un monstruo. La conferenciante también pretende fabricar –el medio propuesto lo confirma: ingeniería genética– un "nuevo" ser humano. Si se le hiciera caso, se harían monstruosidades, y saldrían monstruos.

Hay por tanto también una ecología humana. La misma ley natural es ecología humana: pide al hombre que respete su misma naturaleza. Y esta ecología humana proporciona fundamentos para entender correctamente el feminismo. La naturaleza misma nos enseña la igualdad radical como personas del hombre y de la mujer en dignidad, en derechos y en deberes: y esta ha sido también la enseñanza de la Iglesia desde su Fundación –aunque en algunas épocas esta doctrina haya quedado oscurecida–. Pero también enseña que hay una diversidad sexual por naturaleza, que configura íntimamente la persona masculina y femenina. Y, para lograr plenamente lo primero, el camino no pasa por pretender ignorar lo segundo, y menos aún por pretender cambiarlo. Bien lo entienden las amigas de Paz cuando consideran la maternidad como una riqueza –para la conferenciante era sólo una carga–, y su sustitución por una fabricación como una aberración (de modo que implícitamente, por sentido común, es rechazado el aborto, que desde una perspectiva ecológica coherente debe considerarse como un atentado contra la misma naturaleza humana). Quieren hacerse valer como son, y es ése el auténtico feminismo: hacerse valer como mujeres, con sus riquezas propias, y no en la medida en que dejen de serlo, en su comportamiento, su actitud y su misma naturaleza; hombre o mujer son complementarios pero no incompletos (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 372).

El caso debe servir también para aprender a no dejarse deslumbrar por quienes se presentan con un cuidado atuendo de intelectualidad, porque a veces lo que se esconde tras toda esa apariencia puede ser... una monstruosidad.

Julio de la Vega-Hazas Ramírez

viernes, 27 de octubre de 2006

El Papa responde a preguntas de universitarios de Roma


Publicamos la sesión de preguntas y respuestas (espontáneas) de Benedicto XVI a jóvenes de Roma y del Lacio en el encuentro que mantuvieron en la plaza de San Pedro del Vaticano.

* * *



--Santidad, soy Simone, de la parroquia de San Bartolomé; tengo 21 años y estudio ingeniería química en la universidad "La Sapienza" de Roma.

Ante todo, quiero darle las gracias por habernos dirigido el Mensaje para la XXI Jornada mundial de la juventud sobre el tema de la palabra de Dios que ilumina los pasos de la vida del hombre. Ante las preocupaciones, las incertidumbres con respecto al futuro e incluso simplemente cuando afronto la rutina de la vida diaria, también yo siento la necesidad de alimentarme de la palabra de Dios y conocer mejor a Cristo, a fin de encontrar respuestas a mis interrogantes. A menudo me pregunto qué haría Jesús si estuviera en mi lugar en una situación determinada, pero no siempre logro comprender lo que me dice la Biblia. Además, sé que los libros de la Biblia fueron escritos por hombres diversos, en épocas diversas y todas muy lejos de mí. ¿Cómo puedo reconocer que lo que leo es, en cualquier caso, palabra de Dios que interpela mi vida? Muchas gracias.

--Benedicto XVI: Respondo subrayando por ahora un primer punto: ante todo se debe decir que es preciso leer la sagrada Escritura no como un libro histórico cualquiera, por ejemplo como leemos a Homero, a Ovidio o a Horacio. Hay que leerla realmente como palabra de Dios, es decir, entablando una conversación con Dios. Al inicio hay que orar, hablar con el Señor: "Ábreme la puerta". Es lo que dice con frecuencia san Agustín en sus homilías: "He llamado a la puerta de la Palabra para encontrar finalmente lo que el Señor me quiere decir". Esto me parece muy importante. La Escritura no se lee en un clima académico, sino orando y diciendo al Señor: "Ayúdame a entender tu palabra, lo que quieres decirme en esta página".

Un segundo punto es: la sagrada Escritura introduce en la comunión con la familia de Dios. Por tanto, la sagrada Escritura no se puede leer de forma individual. Desde luego, siempre es importante leer la Biblia de un modo muy personal, en una conversación personal con Dios, pero al mismo tiempo es importante leerla en compañía de las personas con quienes se camina. Hay que dejarse ayudar por los grandes maestros de la "lectio divina". Por ejemplo, tenemos muchos libros buenos del cardenal Martini, un auténtico maestro de la "lectio divina", que ayuda a penetrar en el sentido de la sagrada Escritura. Él, que conoce bien todas las circunstancias históricas, todos los elementos característicos del pasado, siempre trata de explicar que muchas palabras aparentemente del pasado son también muy actuales. Estos maestros nos ayudan a comprender mejor y también a aprender cómo se debe leer la sagrada Escritura. Por lo general, conviene leerla también en compañía de los amigos que están en camino conmigo y buscan, juntamente conmigo, cómo vivir con Cristo, qué vida nos viene de la palabra de Dios.

Un tercer punto: si es importante leer la sagrada Escritura con la ayuda de maestros, acompañados de los amigos, de los compañeros de camino, es importante de modo especial leerla en la gran compañía del pueblo de Dios peregrino, es decir, en la Iglesia. La sagrada Escritura tiene dos sujetos. Ante todo el sujeto divino: es Dios quien habla. Pero Dios ha querido implicar al hombre en su palabra. Mientras que los musulmanes están convencidos de que el Corán fue inspirado oralmente por Dios, nosotros creemos que para la sagrada Escritura es característica -como dicen los teólogos- la "sinergia", la colaboración de Dios con el hombre. Dios implica a su pueblo con su palabra y así el segundo sujeto -como he dicho, el primer sujeto es Dios- es humano. Están los escritores, pero también está la continuidad de un sujeto permanente: el pueblo de Dios que camina con la palabra de Dios y está en diálogo con Dios. Escuchando a Dios se aprende a escuchar la palabra de Dios y luego también a interpretarla. Así se hace presente la palabra de Dios, porque las personas mueren, pero el sujeto vital, el pueblo de Dios, está siempre vivo y es idéntico a lo largo de los milenios: es siempre el mismo sujeto vivo, en el que vive la Palabra.

Así se explican también muchas estructuras de la sagrada Escritura, sobre todo la así llamada "relectura". Un texto antiguo es releído en otro libro, -pongamos- cien años después, y entonces se entiende plenamente lo que no era perceptible en aquel momento anterior, aunque ya estaba contenido en el texto precedente. Y es releído otra vez algún tiempo después, y de nuevo se comprenden otros aspectos, otras dimensiones de la Palabra; y así, en esta permanente relectura y reescritura en el contexto de una continuidad profunda, mientras se sucedían los tiempos de la espera, fue desarrollándose la sagrada Escritura. Por último, con la venida de Cristo y con la experiencia de los Apóstoles, la Palabra se hizo definitiva, de forma que ya no puede haber más reescrituras, pero siguen siendo necesarias nuevas profundizaciones de nuestra comprensión. El Señor dijo: "El Espíritu Santo os introducirá en una profundidad que ahora no podéis tener".
Así pues, la comunión de la Iglesia es el sujeto vivo de la Escritura. Pero también ahora el sujeto principal es el mismo Señor, el cual sigue hablando en la Escritura que está en nuestras manos. Creo que debemos aprender estos tres elementos: leerla en conversación personal con el Señor; leerla acompañados por maestros que tienen la experiencia de la fe, que han penetrado en el sentido de la sagrada Escritura; leerla en la gran compañía de la Iglesia, en cuya liturgia estos acontecimientos se hacen siempre presentes de nuevo, en la que el Señor nos habla ahora a nosotros, de forma que poco a poco penetramos cada vez más en la sagrada Escritura, en la que Dios habla realmente con nosotros hoy.

--Santo Padre, soy Anna, tengo 19 años; estudio literatura y pertenezco a la parroquia de la Virgen del Carmen.

Uno de los principales problemas que debemos afrontar es el afectivo. A menudo tenemos dificultad para amar, porque es fácil confundir amor con egoísmo, sobre todo hoy, donde gran parte de los medios de comunicación social nos imponen una visión individualista, secularizada, de la sexualidad; donde todo parece lícito y todo se permite en nombre de la libertad y de la conciencia de las personas. La familia fundada en el matrimonio parece ya prácticamente una invención de la Iglesia, por no hablar de las relaciones prematrimoniales, cuya prohibición se presenta, incluso a muchos de los que somos creyentes, como algo incomprensible o pasado de moda... Sabiendo que somos muchos los que queremos vivir responsablemente nuestra vida afectiva, ¿quiere explicarnos qué nos dice al respecto la palabra de Dios? Muchas gracias.

--Benedicto XVI: Se trata de un gran problema y, ciertamente, no es posible responder en pocos minutos, pero trataré de decir algo. Ya Anna dio una respuesta al decir que hoy el amor a menudo es mal interpretado cuando se presenta como una experiencia egoísta, mientras que en realidad consiste en abandonarse y así se transforma en encontrarse. Ella dijo también que una cultura consumista falsifica nuestra vida con un relativismo que parece concedernos todo y en realidad nos vacía. Pero entonces escuchamos la palabra de Dios a este respecto. Anna, con razón, quería saber qué dice la palabra de Dios.

Para mí es muy hermoso constatar que ya en las primeras páginas de la sagrada Escritura, inmediatamente después del relato de la creación del hombre, encontramos la definición del amor y del matrimonio. El autor sagrado nos dice: "El hombre abandonará a su padre y a su madre, seguirá a su mujer y ambos serán una sola carne", una única existencia. Estamos al inicio y ya se nos da una profecía de lo que es el matrimonio; y esta definición permanece idéntica también en el Nuevo Testamento. El matrimonio es este seguir al otro en el amor y así llegar a ser una sola existencia, una sola carne, y por eso inseparables; una nueva existencia que nace de esta comunión de amor, que une y así también crea futuro.

Los teólogos medievales, interpretando esta afirmación que se encuentra al inicio de la sagrada Escritura, decían que el matrimonio fue el primero de los siete sacramentos en ser instituido por Dios, dado que lo instituyó ya en el momento de la creación, en el Paraíso, al inicio de la historia, y antes de toda historia humana. Es un sacramento del Creador del universo; por tanto, ha sido inscrito precisamente en el ser humano mismo, que está orientado hacia este camino, en el que el hombre deja a sus padres y se une a su mujer para formar una sola carne, para que los dos lleguen a ser una sola existencia.

Por tanto, el sacramento del matrimonio no es una invención de la Iglesia; en realidad, fue creado juntamente con el hombre como tal, como fruto del dinamismo del amor, en el que el hombre y la mujer se encuentran mutuamente y así encuentran también al Creador que los llamó al amor.

Es verdad que el hombre cayó y fue expulsado del Paraíso o, por decirlo de otra forma, con palabras más modernas, es verdad que todas las culturas están contaminadas por el pecado, por los errores del hombre en su historia, y así queda oscurecido el plan inicial inscrito en nuestra naturaleza. De hecho, en las culturas humanas hallamos este oscurecimiento del plan original de Dios. Sin embargo, al mismo tiempo, observando las culturas, toda la historia cultural de la humanidad, constatamos también que el hombre nunca ha podido olvidar del todo este plan inscrito en lo más profundo de su ser. En cierto sentido, siempre ha sabido que las demás formas de relación entre el hombre y la mujer no correspondían realmente al plan original sobre su ser. De este modo, vemos cómo las culturas, sobre todo las grandes culturas, siempre de nuevo se orientan hacia esta realidad, la monogamia, el ser hombre y mujer una carne sola. Así en la fidelidad puede crecer una nueva generación, puede continuarse una tradición cultural, renovándose y realizando, en la continuidad, un auténtico progreso.

El Señor, que habló de esto mediante la voz de los profetas de Israel, aludiendo a la concesión del divorcio por parte de Moisés, dijo: "Moisés os lo concedió "por la dureza de vuestro corazón"". El corazón después del pecado "se endureció", pero este no era el plan del Creador; y los profetas, cada vez con mayor claridad, insistieron en ese plan originario. Para renovar al hombre, el Señor, aludiendo a esas voces proféticas que siempre guiaron a Israel hacia la claridad de la monogamia, reconoció con Ezequiel que, para vivir esta vocación, necesitamos un corazón nuevo; en vez del corazón de piedra -como dice Ezequiel- necesitamos un corazón de carne, un corazón realmente humano.

Y en el bautismo, mediante la fe, el Señor "implanta" en nosotros este corazón nuevo. No es un trasplante físico, pero tal vez precisamente esta comparación nos puede servir: después de un trasplante el organismo necesita cuidados, necesita recibir las medicinas necesarias para poder vivir con el nuevo corazón, de forma que llegue a ser "su corazón" y no "el corazón de otro". En este "trasplante" espiritual, en el que el Señor nos implanta un corazón nuevo, un corazón abierto al Creador, a la vocación de Dios, para poder vivir con este corazón nuevo hacen falta cuidados adecuados, hay que recurrir a las medicinas oportunas para que el nuevo corazón llegue a ser realmente "nuestro corazón". Viviendo así en la comunión con Cristo, con su Iglesia, el nuevo corazón llega a ser realmente "nuestro corazón" y se hace posible el matrimonio. El amor exclusivo entre un hombre y una mujer, la vida en común de dos personas tal como la diseñó el Creador resulta posible, aunque el ambiente de nuestro mundo la haga tan difícil que parezca imposible.

El Señor nos da un corazón nuevo y nosotros debemos vivir con este corazón nuevo, usando la terapias convenientes para que sea realmente "nuestro". Así es como vivimos lo que el Creador nos ha dado y esto crea una vida verdaderamente feliz. De hecho, podemos verlo también en este mundo, a pesar de tantos otros modelos de vida: hay muchas familias cristianas que viven con fidelidad y alegría la vida y el amor indicados por el Creador; así crece una nueva humanidad.
Por último, quisiera añadir: todos sabemos que para llegar a una meta en el deporte y en la profesión hacen falta disciplina y renuncias, pero todo eso contribuye al éxito, ayuda a alcanzar la meta que se buscaba. Así, también la vida misma, es decir, el llegar a ser hombres según el plan de Jesús, exige renuncias; pero esas renuncias no son algo negativo; al contrario, ayudan a vivir como hombres con un corazón nuevo, a vivir una vida verdaderamente humana y feliz.

Dado que existe una cultura consumista que quiere impedirnos vivir según el plan del Creador, debemos tener la valentía de crear islas, oasis, y luego grandes terrenos de cultura católica, en los que se viva el plan del Creador.


--Santo Padre, soy Inelida, tengo 17 años; soy ayudante del jefe scout de los lobatos en la parroquia de San Gregorio Barbarigo y estudio en el instituto "Mario Mafai".

En su Mensaje para la XXI Jornada mundial de la juventud, usted nos dijo que "es urgente que surja una nueva generación de apóstoles arraigados en la palabra de Cristo". Son palabras tan fuertes y comprometedoras que casi dan miedo. Ciertamente, también nosotros quisiéramos ser nuevos apóstoles, pero ¿quiere explicarnos con más detalle cuáles son, según usted, los mayores desafíos de nuestro tiempo, y cómo sueña usted que deben ser estos nuevos apóstoles? En otras palabras, ¿qué espera de nosotros, Santidad?

--Benedicto XVI: Todos nos preguntamos qué espera el Señor de nosotros. Me parece que el gran desafío de nuestro tiempo -así me dicen también los obispos que realizan la visita "ad limina", por ejemplo los de África- es el secularismo, es decir, un modo de vivir y presentar el mundo como "si Deus non daretur", es decir, como si Dios no existiera. Se quiere relegar a Dios a la esfera privada, a un sentimiento, como si él no fuera una realidad objetiva; y así cada uno se forja su propio proyecto de vida. Pero esta visión, que se presenta como si fuera científica, sólo acepta como válido lo que se puede verificar con experimentos. Con un Dios que no se presta al experimento de lo inmediato, esta visión acaba por perjudicar también a la sociedad, pues de ahí se sigue que cada uno se forja su propio proyecto y al final cada uno se sitúa contra el otro. Como se ve, una situación en la que realmente no se puede vivir.

Debemos hacer que Dios esté nuevamente presente en nuestras sociedades. Esta me parece la primera necesidad: que Dios esté de nuevo presente en nuestra vida, que no vivamos como si fuéramos autónomos, autorizados a inventar lo que son la libertad y la vida. Debemos tomar conciencia de que somos criaturas, constatar que Dios nos ha creado y que seguir su voluntad no es dependencia sino un don de amor que nos da vida.

Por tanto, el primer punto es conocer a Dios, conocerlo cada vez más, reconocer en mi vida que Dios existe y que Dios cuenta para mí. El segundo punto es el siguiente: si reconocemos que Dios existe, que nuestra libertad es una libertad compartida con los demás y que por tanto debe haber un parámetro común para construir una realidad común, surge la pregunta: ¿qué Dios? En efecto, hay muchas imágenes falsas de Dios: un Dios violento, etc. La segunda cuestión, por consiguiente, es reconocer al Dios que nos mostró su rostro en Jesús, que sufrió por nosotros, que nos amó hasta la muerte y así venció la violencia.

Hay que hacer presente, ante todo en nuestra "propia" vida, al Dios vivo, al Dios que no es un desconocido, un Dios inventado, un Dios sólo pensado, sino un Dios que se ha manifestado, que se reveló a sí mismo y su rostro. Sólo así nuestra vida llega a ser verdadera, auténticamente humana; y sólo así también los criterios del verdadero humanismo se hacen presentes en la sociedad. También aquí, como dije en la primera respuesta, es verdad que no podemos construir solos esta vida justa y recta, sino que debemos caminar en compañía de amigos justos y rectos, de compañeros con los que podamos hacer la experiencia de que Dios existe y que es hermoso caminar con Dios. Y caminar en la gran compañía de la Iglesia, que nos presenta a lo largo de los siglos la presencia del Dios que habla, que actúa, que nos acompaña. Por tanto, podría decir: encontrar a Dios, encontrar al Dios que se reveló en Jesucristo, caminar en compañía de su gran familia, con nuestros hermanos y hermanas que forman la familia de Dios, esto me parece el contenido esencial de este apostolado del que he hablado.

--Santidad, me llamo Vittorio; soy de la parroquia de San Juan Bosco en Cinecittà; tengo 20 años y estudio ciencias de la educación en la universidad de Tor Vergata.

En ese mismo Mensaje nos invita a no tener miedo de responder con generosidad al Señor, especialmente cuando propone seguirlo en la vida consagrada o en la vida sacerdotal. Nos dice que no tengamos miedo, que nos fiemos de él y que no quedaremos defraudados. Estoy convencido de que muchos de los que estamos aquí, y muchos de los que nos siguen desde su casa a través de la televisión, están pensando en seguir a Jesús por un camino de especial consagración, pero no siempre es fácil descubrir si ese es el camino correcto. ¿Nos quiere decir cómo descubrió usted cuál era su vocación? ¿Puede darnos consejos para comprender mejor si el Señor nos llama a seguirlo en la vida consagrada o sacerdotal? Muchas gracias.

--Benedicto XVI: Por lo que a mí se refiere, crecí en un mundo muy diferente del actual, pero, en definitiva, las situaciones son semejantes. Por una parte, existía aún la situación de "cristiandad", en la que era normal ir a la iglesia y aceptar la fe como la revelación de Dios y tratar de vivir según la revelación; por otra, estaba el régimen nazi, que afirmaba con voz muy fuerte: "En la nueva Alemania no habrá ya sacerdotes, no habrá ya vida consagrada, no necesitamos ya a esta gente; buscaos otra profesión".

Pero precisamente al escuchar esas "fuertes" voces, ante la brutalidad de aquel sistema tan inhumano, comprendí que, por el contrario, había una gran necesidad de sacerdotes. Este contraste, el ver aquella cultura antihumana, me confirmó en la convicción de que el Señor, el Evangelio, la fe, nos indicaban el camino correcto y nosotros debíamos esforzarnos por lograr que sobreviviera ese camino.

En esa situación, la vocación al sacerdocio creció casi naturalmente junto conmigo y sin grandes acontecimientos de conversión. Además, en este camino me ayudaron dos cosas: ya desde mi adolescencia, con la ayuda de mis padres y del párroco, descubrí la belleza de la liturgia y siempre la he amado, porque sentía que en ella se nos presenta la belleza divina y se abre ante nosotros el cielo. El segundo elemento fue el descubrimiento de la belleza del conocer, el conocer a Dios, la sagrada Escritura, gracias a la cual es posible introducirse en la gran aventura del diálogo con Dios que es la teología. Así, fue una alegría entrar en este trabajo milenario de la teología, en esta celebración de la liturgia, en la que Dios está con nosotros y hace fiesta juntamente con nosotros.

Como es natural, no faltaron dificultades. Me preguntaba si tenía realmente la capacidad de vivir durante toda mi vida el celibato. Al ser un hombre de formación teórica y no práctica, sabía también que no basta amar la teología para ser un buen sacerdote, sino que es necesario estar siempre disponible con respecto a los jóvenes, a los ancianos, a los enfermos, a los pobres; es necesario ser sencillos con los sencillos. La teología es hermosa, pero también es necesaria la sencillez de la palabra y de la vida cristiana. Así pues, me preguntaba: ¿seré capaz de vivir todo esto y no ser unilateral, sólo un teólogo? Pero el Señor me ayudó; y me ayudó, sobre todo, la compañía de los amigos, de buenos sacerdotes y maestros.

Volviendo a la pregunta, pienso que es importante estar atentos a los gestos del Señor en nuestro camino. Él nos habla a través de acontecimientos, a través de personas, a través de encuentros; y es preciso estar atentos a todo esto. Luego, segundo punto, entrar realmente en amistad con Jesús, en una relación personal con él; no debemos limitarnos a saber quién es Jesús a través de los demás o de los libros, sino que debemos vivir una relación cada vez más profunda de amistad personal con él, en la que podemos comenzar a descubrir lo que él nos pide.

Luego, debo prestar atención a lo que soy, a mis posibilidades: por una parte, valentía; y, por otra, humildad, confianza y apertura, también con la ayuda de los amigos, de la autoridad de la Iglesia y también de los sacerdotes, de las familias. ¿Qué quiere el Señor de mí? Ciertamente, eso sigue siendo siempre una gran aventura, pero sólo podemos realizarnos en la vida si tenemos la valentía de afrontar la aventura, la confianza en que el Señor no me dejará solo, en que el Señor me acompañará, me ayudará.

--Santo Padre, soy Giovanni, tengo 17 años, estudio en el instituto "Giovanni Giorgi" de Roma y pertenezco a la parroquia de Santa María, Madre de la Misericordia.

Le pido que nos ayude a entender mejor cómo pueden armonizarse la revelación bíblica y las teorías científicas en la búsqueda de la verdad. A menudo nos hacen creer que la ciencia y la fe son enemigas; que la ciencia y la técnica son lo mismo; que la lógica matemática lo ha descubierto todo; que el mundo es fruto de la casualidad; y que si la matemática no ha descubierto el teorema-Dios es simplemente porque Dios no existe. Es decir, sobre todo cuando estudiamos, no siempre es fácil descubrir en todas las cosas un proyecto divino, inscrito en la naturaleza y en la historia del hombre. Así, a veces, la fe flaquea o se reduce a un acto sentimental. También yo, Santo Padre, como todos los jóvenes, tengo hambre de Verdad, pero ¿cómo puedo hacer para armonizar ciencia y fe?

--Benedicto XVI: El gran Galileo dijo que Dios escribió el libro de la naturaleza con la forma del lenguaje matemático. Estaba convencido de que Dios nos ha dado dos libros: el de la sagrada Escritura y el de la naturaleza. Y el lenguaje de la naturaleza -esta era su convicción- es la matemática; por tanto, la matemática es un lenguaje de Dios, del Creador. Reflexionemos ahora sobre qué es la matemática: de por sí, es un sistema abstracto, una invención del espíritu humano que como tal, en su pureza, no existe. Siempre es realizado de forma aproximada, pero, como tal, es un sistema intelectual, es una gran invención -una invención genial- del espíritu humano. Lo sorprendente es que esta invención de nuestra mente humana es realmente la clave para comprender la naturaleza, que la naturaleza está realmente estructurada de modo matemático, y que nuestra matemática, inventada por nuestro espíritu, es realmente el instrumento para poder trabajar con la naturaleza, para ponerla a nuestro servicio, para servirnos de ella mediante la técnica.

Me parece casi increíble que coincidan una invención del intelecto humano y la estructura del universo: la matemática inventada por nosotros nos da realmente acceso a la naturaleza del universo y nos permite utilizarlo. Por tanto, coinciden la estructura intelectual del sujeto humano y la estructura objetiva de la realidad: la razón subjetiva y la razón objetivada en la naturaleza son idénticas. Creo que esta coincidencia entre lo que nosotros hemos pensado y el modo como se realiza y se comporta la naturaleza, son un enigma y un gran desafío, porque vemos que, en definitiva, es "una" la razón que las une a ambas: nuestra razón no podría descubrir la otra si no hubiera una idéntica razón en la raíz de ambas.

En este sentido, me parece que precisamente la matemática -en la que, como tal, Dios no puede aparecer- nos muestra la estructura inteligente del universo. Ahora hay también teorías basadas en el caos, pero son limitadas, porque si hubiera prevalecido el caos, toda la técnica sería imposible. La técnica es fiable sólo porque nuestra matemática es fiable. Nuestra ciencia, que en definitiva permite trabajar con la energía de la naturaleza, supone la estructura fiable, inteligente, de la materia.

Así, vemos que hay una racionalidad subjetiva y una racionalidad objetiva en la materia, que coinciden. Naturalmente, ahora nadie puede probar -como se prueba con experimentos, en las leyes técnicas- que ambas tuvieron su origen en una única inteligencia, pero me parece que esta unidad de inteligencia, detrás de las dos inteligencias, es realmente manifiesta en nuestro mundo. Y cuanto más podamos servirnos del mundo con nuestra inteligencia, tanto más manifiesto será el plan de la Creación.

Por último, para llegar a la cuestión definitiva, yo diría: Dios o existe o no existe. Hay sólo dos opciones. O se reconoce la prioridad de la razón, de la Razón creadora que está en el origen de todo y es el principio de todo -la prioridad de la razón es también prioridad de la libertad- o se sostiene la prioridad de lo irracional, por lo cual todo lo que funciona en nuestra tierra y en nuestra vida sería sólo ocasional, marginal, un producto irracional; la razón sería un producto de la irracionalidad. En definitiva, no se puede "probar" uno u otro proyecto, pero la gran opción del cristianismo es la opción por la racionalidad y por la prioridad de la razón. Esta opción me parece la mejor, pues nos demuestra que detrás de todo hay una gran Inteligencia, de la que nos podemos fiar.

Pero a mí me parece que el verdadero problema actual contra la fe es el mal en el mundo: nos preguntamos cómo es compatible el mal con esta racionalidad del Creador. Y aquí realmente necesitamos al Dios que se encarnó y que nos muestra que él no sólo es una razón matemática, sino que esta razón originaria es también Amor. Si analizamos las grandes opciones, la opción cristiana es también hoy la más racional y la más humana. Por eso, podemos elaborar con confianza una filosofía, una visión del mundo basada en esta prioridad de la razón, en esta confianza en que la Razón creadora es Amor, y que este amor es Dios.


* * *



[Al final, Benedicto XVI entregó a un grupo de jóvenes, en representación de todos, la sagrada Escritura y les dijo:]

A fin de que, escuchándola con atención, sea cada vez más lámpara para vuestros pasos y luz en vuestro camino. Queridos jóvenes, amad la palabra de Dios y amad a la Iglesia, que os permite acceder a un tesoro de tanto valor, ayudándoos a apreciar sus riquezas. Permaneced fieles a la Palabra que esta tarde la Iglesia, a través del Sucesor de Pedro, os entrega, seguros de lo que nos dice el evangelista san Juan: "Si permanecéis fieles a mi palabra, seréis verdaderamente discípulos míos; conoceréis la verdad y la verdad os hará libres" (Jn 8, 31-32).

[Benedicto XVI impartió la bendición y prosiguió: ]

Y ahora, como conclusión de este encuentro, queridos amigos, deseamos recordar a un testigo de la palabra de Dios, mi venerado predecesor el siervo de Dios Juan Pablo II. De acuerdo con la exhortación de la carta a los Hebreos, también nosotros queremos recordarlo como el que nos ha anunciado la palabra de Dios y considerando atentamente el final de su vida, queremos comprometernos a imitar su fe. Por eso, con algunos de vosotros iré ahora a su tumba, a donde llevaremos la cruz del Año santo, que os entregó al comienzo de las Jornadas mundiales de la juventud, y el icono de María santísima, Salus Populi Romani. Os pido que me acompañéis en esta peregrinación uniéndoos a mi plegaria. Pidamos al Señor que recompense al Papa Juan Pablo II por su gran obra de difusión del Evangelio en el mundo y pidamos para nosotros su mismo celo apostólico, a fin de que la Palabra de salvación, por obra de la Iglesia, se difunda en todos los ambientes de vida y llegue a todo hombre hasta los extremos confines de la tierra.

[© Copyright 2006 - Libreria Editrice Vaticana

domingo, 8 de octubre de 2006

URSULA VON DER LEYEN, MINISTRA FEDERAL ALEMANA DE LA FAMILIA

Economista, médica, científica, madre de siete hijos, ministra federal, Ursula von der Leyen nació europea en la misma Bruselas y cumple 48 años la semana que viene.
Se educó en francés y en inglés, estudió Económicas y se doctoró en Medicina -al año de casarse en 1986- con una tesis sobre cierta proteína en el embarazo. Amplió estudios durante cuatro años en Stanford, lo que la hizo conocer y admirar el dinamismo y la flexibilidad estadounidenses, e investigó luego en epidemias y medicina social, obteniendo un máster en medicina.

Ha sido ministra regional en Sajonia Inferior. Lleva diez años en política y desde hace dos forma parte de la Ejecutiva del partido Unión Democristiana.

Angela Merkel la ha llamado para dirigir el Ministerio federal de la Familia, Mayores, Mujeres y Jóvenes, del que sostiene que es el más importante para la sociedad. Parecería un ejemplo perfecto de «superwoman» para muchas mujeres modernas, si no fuera porque precisamente a algunas sus logros, su determinación y hasta su innegable coquetería les resultan un compendio de éxito abusivo e inalcanzable.

Von der Leyen ha dicho que, como Ministra, su prioridad será su familia, y proyecta ayudas para las mujeres embarazadas sin recursos.
Considera que durante los últimos 30 a 40 años, en Alemania se cometió el gran error de ideologizar la política familiar: tanto la izquierda como la derecha dieron de hecho consignas sobre cómo había que comportarse en el mundo moderno en relación con los hijos y considera que esto causó mucho daño.

Dice: "Entiendo mi política como posibilidad de consolidar en la sociedad un espacio para más niños." Y también: "En mi opinión, existen cuatro campos en los que se puede contrarrestar la tendencia: en primer lugar, crear las condiciones generales para que las familias jóvenes tengan más valentía para tener hijos; muchos desean tenerlos, pero para ello hay que hacer más compatibles la familia y la profesión. Segundo: hemos de ocuparnos mejor de los niños, sobre todo de los más desfavorecidos. La tercera tarea es la integración de los emigrantes; y en cuarto lugar, se puede citar la convivencia entre las generaciones, aprovechar la experiencia de los mayores, para que éstos regalen su tiempo."


Reproducimos la entrevista de Ramiro Villapadierna, publicada en ABC (3-IX-2006)]

-Científica, madre de siete hijos, ministra... ¿Es usted de verdad?

-No soy «superwoman», donde estoy es el resultado de un largo camino de altibajos y decisiones con mi marido, y también de errores. Pero he visto que los jóvenes con buena formación aman su trabajo y les sienta bien progresar y organizar su mundo. Y cuando quieren tener niños, tanto el padre como la madre deberían retener en mente el seguir desarrollándose de manera autónoma para luego poder cumplir juntos con su papel educativo.

-Usted podrá, pero algunas empiezan a aducir que eso es un camelo...

-Lo que han percibido es que si desatendían al niño por su carrera eran malas madres. Ante ese estrés y la mala conciencia, dejaron de tenerlos. Tampoco existía la infraestructura para una nueva situación económica en la que ambos cónyuges necesitan trabajar para mantenerse. Lo que ayuda es que el mundo laboral y la sociedad tengan consideración con los niños, que sepan que los necesitan.

-Parece estar mejor considerado el sufrir al jefe ocho horas que el tener un hijo...

-En Escandinava y en EE.UU., donde hay consideración y flexibilidad, los jóvenes más formados siguen teniendo niños. Canadá, Australia o Islandia experimentan un «boom» de natalidad con un 90 por ciento de las mujeres trabajando. Asumen que pese a educar a los niños hay que volver al trabajo, lo que exige un clima favorable y una infraestructura. Saben que los mayores necesitan a los niños, y los niños necesitan socializarse con otros niños, porque ya no tienen muchos hermanos con los que acostumbrarse a estar, a imponerse, a ceder y aprender...

-Un estudio de Allensbach concluye que la familia desempeña el papel primordial en la felicidad individual. ¿Es su ministerio el más importante del Gobierno?

-Debería... En una globalización que nos supera, retornamos sobre aquello en lo que sí podemos influir y la familia recobra su importancia, no sólo como factor de equilibrio, sino como herramienta para transmitir directamente unos valores, una interioridad o una trascendencia. Además comprobamos que sin niños un país no puede seguir existiendo, por razones económicas y también emocionales.

-Pero las familias se rompen y la gente sobrevive con prozac. ¿Pondría como asignatura aprender a ser feliz en pareja?

-Una gran idea. Una relación equilibrada no es sólo empezar, sino ir juntos por la vida, y exige que ninguno de los dos se hunda o se pierda. Observo entre mis compañeras que muchas parejas, después de quince años, se separan. La mujer suele ser abandonada por otra más joven, y los niños sufren. Frecuentemente sus vidas divergieron: deberían haber seguido desarrollándose cada cual y combinándose juntos.

-¿La familia futura es un «lego» desmontable?

-Pero ésta también puede ser perfectamente feliz. Las investigaciones demuestran que lo decisivo no es el modelo, más tradicional o menos, sino el clima, o sea, la sinceridad y el cariño con que se trata a los padres y a los niños. Mi convencimiento es que una buena familia, la que sea, tiene que ser reelaborada cada día según las necesidades y en consideración al otro: como mujer, saber que mi marido también es importante como padre; o, para él, que tiene una mujer que intelectualmente prosigue su camino, que es responsable con la crianza de los niños y también con la economía familiar.

-Las encuestas insisten en que los alemanes no quieren hijos. ¿Se ve fracasar?

-Estamos en situación muy crítica, sobre todo psicológicamente. Hay que volver a hablar del pan que los niños traen bajo el brazo: se llama alegría, fuerza creadora, seguridad futura... que los niños no significan pobreza, sino perspectiva. Pero viendo las estadísticas, hay que dejar claro que cada vez más es un tema de los hombres.

-A una política de la mujer, ¿le seguirá una política para el hombre?

-Para el padre, mejor dicho. Los hombres hoy tienen miedo de ser padres, no se deciden, no saben cómo van a ser aceptados como padres en la sociedad y en la empresa. Será que ven lo que padece la mujer.

-La ayuda en Alemania por niño quintuplica a la española. ¿Soluciona la ecuación familia-trabajo?

-Sabemos que donde se puede optar a permiso con sueldo, los padres quieren pasar más meses con sus hijos. Aquí, sólo lo toman un 5 por ciento de los padres; pero allí donde hay más tradición son hasta un 80 por ciento y, claro, entienden mucho mejor qué es la educación. Luego, estadísticamente, quieren tener más niños. La empresa está entendiendo que esto es importante para sus empleados y que, si no, los perderá. Tiene que reorganizarse.

-¿No pedía la CDU un sueldo de 600 euros por madre?

-Era otro tiempo. De oposición. Podría estar muy bien, pero lo pagarían los que están trabajando, y de los 40 millones de trabajadores alemanes actuales, dentro de quince años tendremos quince millones menos; y mucha gente mayor. Los adultos estarán sosteniendo a la vez a sus hijos y a sus padres. ¿Pueden subvencionar también a las madres?

-¿Y pasar una pensión a la ex?

-Por eso, países avanzados como éste vuelven a tener niños en el umbral de la pobreza.

-La economía requiere mujeres, pero también niños. ¿Son incompatibles?

-Aquí, un 75 por ciento de mujeres con selectividad, y un 63 sin selectividad, quieren seguir trabajando después de tener hijos, aunque en la práctica un 40 por ciento no se reincorporan. La madre no puede ser abandonada a una decisión que, por experiencia, sé que es muy dificil, y ver que encima tu empresa no te lo pone fácil.

-Algunas empresas empiezan a preferir personal con familia a solteros.

-Indiscutiblemente. Son las cabezas más flexibles, rápidas y maduras emocionalmente. Piense que tener cuatro hijos es ya dirigir una «pyme». Pero ha sido difícil que la empresa alemana se convenza, frente a la estadounidense o la suiza, de que fracasará internacionalmente si no se ocupa de sus padres y madres, de que éstos puedan educar a sus hijos. Aquí hay médicos jóvenes que emigran a EE.UU. porque tienen mejores condiciones, y pueden tener tres o cuatro hijos. Y quieren las dos cosas. Es lo mejor para un país.

-¿Cómo lo hacen sin tanta ayuda?

-Con descuentos fiscales y un abanico de opciones de cuidado de niños, de servicios domésticos. Su economía, sencillamente, se adapta para hacer posibles las cosas. En cambio, en los países nórdicos y del Este mantener el sueldo durante el primer año de permiso es muy importante para poder dedicarte a tu hijo y a planear cómo organizar luego su cuidado, y de ahí que el Estado haya dispuesto guarderías. Pero lo fundamental es que la madre no se desconecte totalmente del trabajo, y que pueda hallar luego alternativas flexibles tras el primer año.

-En España son sólo cuatro meses. ¿Eso desanima a la paternidad?

-También la sociedad tieneque aprender que es bueno tomarse un año para cuidar a un niño, y que las empresas ofrezcan luego opciones variables de reenganche. Siemens, como quiere captar a las nuevas estudiantes, tan bien preparadas, está haciendo guarderías en sus recintos... Al final, gana la empresa.

- Si es inteligente tener hijos, ¿por qué los más formados no los tienen?

-Si la mujer entiende que va a trabajar sólo hasta que tenga niños, pasa que la que no cuenta con perspectivas laborales tiene niños de todas maneras; y la que sí las tiene, y de la que el Estado espera recaudar más impuestos, no se arriesga a perderlas, y no tiene hijos. En esa esquizofrenia vivimos desde hace treinta años: mucha formación, no niños.

-La CDU propone revisar qué valores requiere la nueva sociedad. ¿Hay valores modernos?

-Los valores son los de siempre: la familia, la responsabilidad por el otro, valores cristianos que deben ser traducidos a otros tiempos. La familia no puede pervivir mirando a lo que fue, su economía y la de todos es ya global y la mujer es hoy muy importante. Pero siguen importando que haya niños en las calles, la solidaridad generacional, la buena educación, la subsidiaridad, y hay que preguntarse cómo mantenerlas en un mundo moderno. No caben respuestas de los años 50. Aceptemos que hoy falta ese laboratorio social que eran las familias numerosas, con varias generaciones conviviendo, pues este Gobierno quiere abrir «casas intergeneracionales» donde poder encontrarse con guarderías, ayuda con los deberes, lugares para ancianos... Recuperar el valor de que una generación ayude a la siguiente.

-¿La familia fue enterrada en los años 60?

-Tonterías. Recupera importancia frente a la globalización. La familia es donde se aprende la responsabilidad entre hijos y padres, los valores que queremos para mañana. La educación hoy es transfronteriza, pero igual necesita límites, pues de mayor uno encontrará reglas. Los niños siguen necesitando tiempo, y ejemplo; y deben conocer el valor del esfuerzo para el éxito. Guarderías y maestros tienen que volver a hablar de los rituales del orden, de cómo convivir con un anciano, o cómo recibir a un extranjero.

-¿Alguien sale en televisión por ser un buen padre?

-En sociedades destacadas como Suecia o Australia, no eres una persona de éxito sólo por ser buen profesional, sino si eres buen padre y tienes una familia con éxito. Cuando me presentaba a trabajos en EE.UU., siempre me preguntaban qué hacía además del trabajo, si criaba niños o colaboraba en alguna asociación. ¡Me han dado puestos por tener hijos... En Europa me los darían por no tenerlos! Saben, sencillamente, que un padre es más competente socialmente. Esto va a cambiar, porque esas sociedades tienen éxito.

-En una España sin hijos, la política familiar ha empezado por la boda homosexual...

-Pues perdone, pero eso no sube el índice de natalidad. Es política del artificio, y es jugar emocionalmente con las parejas homosexuales y no tomar en serio sus problemas. Es estúpido reducir la familia a política de partido. Mire, sé que las nuevas generaciones de españolas y españoles están muy bien preparadas. Pero la mujer se topa con el problema de cumplir un modelo de madre española perfecta, que hoy es difícil. No se le puede impartir una formación y abrirle puertas para luego ponerla en el brete de renunciar. Entonces abdica de algo, y pierden todos, la primera ella. La sociedad tiene que decirle: no, porque hoy estás más formada... Puedes hacerlo todo.

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