La ONU pierde credibilidad con cada informe que publica. Esta vez, la oficina de derechos humanos de la ONU ha publicado un informe en el que aboga por la despenalización de la prostitución. Tal vez los autores deberían vivir primero la vida de una mujer prostituida antes de promover una propuesta tan absurda. ¡Qué decepción! Las mujeres merecen algo mejor.
Por Santiago de Navascués, profesor de Historia Contemporánea en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra
Murió Henry Kissinger con cien años, y muchos lamentaron que no hubiera durado más. José María Aznarafirmó lúgubremente que vivimos en «un mundo cada vez más peligroso», necesitado de un gran estratega para solucionar los «casos de urgencia». El panorama, en efecto, no parece alentador: los conflictos globales se extienden desde Ucrania hasta Gaza, mientras que las masacres en regiones de Armenia, Yemen o el Sahel se agravan día a día.
La pregunta pertinente es: ¿Tuvo Kissinger un impacto positivo en la diplomacia? Dicho de forma más clara: ¿Por qué deberíamos dolernos de su desaparición? Al margen de las (muy necesarias) consideraciones morales sobre el proceder del asesor diplomático, ¿cuál es el saldo del realismo político como modelo de las relaciones internacionales en los últimos cincuenta años? Un vistazo a la historia ilumina algunas pistas.
Kissinger fue el gran defensor de la realpolitik: una política pragmática que permitiera salir airoso a los Estados Unidos del trágico enredo de Vietnam y devolviera al país el aliento después de un conflicto cada vez más difícil de justificar. Contra el moralismo con que habían actuado los Gobiernos anteriores, decidió que la estrategia para estabilizar las relaciones internacionales consistiría en generar un nuevo equilibrio de poderes. En su tesis doctoral en la Universidad de Harvard, imaginó un nuevo orden mundial a semejanza del Congreso de Viena: para reprimir las revoluciones nacionales se volvía necesario concertar un pacto entre las grandes potencias, ya fueran monarquías o repúblicas.
Aplicado al tablero geopolítico de finales del siglo XX, la lección estaba clara: no valía la pena desencadenar una guerra nuclear entre los Estados Unidos y la Unión Soviética por la península de Corea o la isla de Cuba. Había que proclamar el «fin de las ideologías» e iniciar una política realista. Kissinger afirmaba con sinceridad que «Estados Unidos no tiene amigos, sino intereses». Comenzaba la época de la relación cordial con Chinay la distensión con los soviéticos. Según los cálculos del poder en Washington, estrechar la mano del gigante asiático proporcionaba una ventaja competitiva contra la Unión Soviética. La caída del muro de Berlínconfirmaría este diagnóstico: la creación de un mundo multipolar había permitido la libre competencia de opciones políticas, y los países bajo el yugo soviético habían tomado la vía de la libertad.
Pero los éxitos más sonados de Kissinger fueron el reconocimiento internacional de Chinay la distensión de los conflictos en Oriente Medio con la política del linkage —la idea de que todo proceso diplomático debe estar respaldado por un refuerzo militar correspondiente—. Las dos políticas dieron resultados contradictorios.
Por una parte, con el reconocimiento de China, Estados Unidos tuvo una baza en la lucha contra el comunismo soviético, pero al mismo tiempo sentó las bases de la creación de una superpotencia económica que no renegó de sus principios autoritarios. Hoy en día, China disputa la hegemonía mundial a través de una política de expansión económica, al tiempo que prepara el terreno para la invasión de Taiwán.
Por otra, la idea de fomentar la distensión por el equilibrio de poder de las diferentes regiones propició la aparición de agentes desestabilizadores por todo el planeta: desde la Camboya comunista en el Sudeste Asiático hasta el islamismo revolucionario de Irán en Oriente Medio. Estos dos ejemplos nos ayudan a entender cómo se aplicó la política del linkage: para firmar una paz honrosa con Vietnam, Kissingerdecidió bombardear sin tregua a la neutral Camboya, con lo que no solo no obtuvo la paz esperada con Hanoi, sino que facilitó la revolución de los jemeres rojos. En Oriente Medio, la administración de Nixon decidió reforzar militarmente al régimen autocrático del Sha para convertir a Irán en una superpotencia regional, lo que preparó el terreno para las protestas multitudinarias de la revolución islámica. La coyuntura se volvería en su contra unos años después. Lo cierto es que Kissingerno tenía enemigos, sino víctimas.
Abandonada la senda de la hostilidad nuclear y proclamada la doctrina del realismo político, ¿vivimos en un planeta más seguro? Pocas cosas parecen haber cambiado:Estados Unidos sigue defendiendo los intereses del llamado «mundo libre» con celo casi religioso. Ningún Gobierno reciente ha dejado del todo su rol como policía del mundo: Reagan financió a los muyahidines en Afganistán, invadió la isla de Nueva Granada y financió a los Contras de Nicaragua con la venta encubierta de armas a Irán; Bush padre arrasó por primera vez Irak; Junior hizo lo propio una década más tarde en la «guerra contra el terror»; Clinton intervino en Bosnia, Somalia e Irak; después de recibir el Nobel de la Paz, el Gobierno de Obama lanzó varias toneladas de misiles en Libia, Afganistán, Pakistán, Siria, Irak y Yemen.
No parece arriesgado afirmar que los grandes diseños estratégicos de Kissingerpalidecen en comparación con la realidad. Al mal llamado «idealismo» americano lo ha sustituido el también impreciso «realismo» político: lo que antes podía justificarse por causas morales ahora se explica por el interés nacional, la razón de Estado. También aquí es interesante notar que, en los últimos años, Kissinger presentó los méritos del idealismo del gobierno Reagan como propios, en una suerte de continuidad con sus políticas realistas en la década anterior. Poco le importó al camaleónico profesor de Harvard que las directrices de la era Reagan (aumento en gasto militar, la Iniciativa de Defensa Estratégica, misiles Pershing en Europa, un exaltado discurso anticomunista) fueran diametralmente opuestas a las del presidente Nixon (distensión, esferas de influencia y equilibrio de poder).
En su libro Diplomacia (1994), Kissinger aseguraba que los intelectuales analizan el funcionamiento de los sistemas internacionales mientras que los estadistas los construyen. Superando la miopía ideológica, deberíamos estudiar el papel de los asesores de Seguridad Nacional bajo otra óptica: fueron ellos, como tantos otros intelectuales, quienes proporcionaron una base racional para las decisiones adoptadas por razones políticas oportunistas. Los intelectuales-estadistas no solo examinan las decisiones, sino que también las validan y les dan carta de realidad.
Al igual que los antiguos imperios buscaron la alianza entre el trono y el altar, los Estados modernos dependen de la sinergia entre el Gobierno y las corporaciones del complejo militar-industrial, en la que académicos y economistas al estilo de Kissingeractúan de sumos sacerdotes del Estado. En este sentido, la realpolitik podría verse como una garantía del omnímodo poder estatal, un tímido reflejo de la práctica de la diplomacia internacional. Para la sociedad, una causa justa; para los intelectuales, un espejismo. Así, cabe describir la influencia de Kissinger en las relaciones internacionales siguiendo el principio del Gatopardo: todo tiene que cambiar para que nada cambie.
George Weigel (Baltimore, 1951) es un escritor y politólogo católico estadounidense. Es el autor del best-seller internacional Testigo de la esperanza, primer libro biográfico de dos sobre Juan Pablo II. Ha recibido diecinueve doctorados honoris causa, además de la cruz Pro Ecclesia et Pontifice (máxima condecoración de la Iglesia católica para quien ha demostrado un largo y excepcional servicio a la Iglesia católica o al Papa) y la Medalla de Oro Gloria Artis del gobierno polaco (otorgada a personas y organizaciones por contribuciones destacadas o protección de la cultura y el patrimonio nacional polacos). Trabaja como miembro distinguido Senior y catedrático de la Cátedra William E. Simon de Estudios Católicos en el Centro de Ética y Políticas Públicas de Washington, D.C.
Entre sus obras traducidas al español se cuentan: Biografía de Juan Pablo II: testigo de esperanza (Plaza & Janés, Barcelona 2000); El coraje de ser católico: crisis, reforma y futuro de la Iglesia (Planeta, Barcelona 2003); Política sin Dios: Europa y América, el cubo y la catedral (Cristiandad, Madrid 42005); La elección de Dios: Benedicto XVI y el futuro de la Iglesia (Ciudadela, Madrid 2006); Occidente en guerra contra el Yihadismo. El papel de la fe y la razón (Palabra, Madrid 2009); Cartas a un joven católico (Cristiandad, Madrid 2006); La verdad sobre el catolicismo (Cristiandad, Madrid 2009); Juan Pablo II. El final y el principio(Planeta, Barcelona 2011).
Querido George, aquí me tienes de nuevo. Hace tres años te entrevistaba con ocasión de la publicación en España de tu libro El próximo papa. Terminaba aquellas líneas diciendo: «Espero que me hagas trabajar de nuevo». No has tardado. A principio de este año sugerí a la Ediciones Cristiandad traducir tu libro Santificar el mundo. El legado vital del Concilio Vaticano II y a comienzos de julio me ofrecieron que lo tradujera yo. Así que pasé todo julio con este trabajo que ahora sale a la luz.
He disfrutado traduciéndolo. Hace casi cuatro décadas mi tesis doctoral trató del Concilio Vaticano II y me zambullí en las Actas y en toda la bibliografía del momento. He revivido muchas cosas.
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-¿Otro libro sobre el Vaticano II, a más de sesenta años de distancia de aquel acontecimiento? Para los que invocan un Vaticano III les digo que todavía hay mucho que exprimir en sus textos, descubrir y poner en práctica…
-Tienes toda la razón. A la Iglesia siempre le toma la mayor parte de un siglo para «digerir» un concilio ecuménico, por lo que estamos a solo el 60% del camino hacia la plena puesta en práctica del Vaticano II. ¡Así que no hay necesidad de un Vaticano III!
-¿Por qué este libro? ¿Por qué ahora? ¿Qué circunstancias o interés por tu parte lo han propiciado?
-El sexagésimo aniversario de la apertura del Concilio parecía un buen momento para revisar las tres cuestiones más importantes sobre el Vaticano II: por qué era necesario, cuál era la intención de Juan XXIII para el Concilio y qué enseñó realmente el Vaticano II. Me ha impresionado el número de jóvenes adultos católicos serios y fervientes que no tienen ideade las respuestas a esas tres preguntas, y espero que el libro les sea de especial utilidad.
-El libro se publicó en Estados Unidos hace un año pero sale ahora en España. ¿Tiene algo que decir el libro (Concilio Vaticano II) al Sínodo? ¿Tiene algo que aprender todavía el Sínodo del Concilio?
-El proceso sinodal hasta ahora parece haber sido un ejercicio global de charloteo amplio sobre lo que la gente encuentra mal en la Iglesia. Haría bien en recuperar el cristocentrismo -la centralidad de Cristo- del Vaticano II. La misión de la Iglesia es predicar y dar testimonio de Cristo, no de sí misma.
-Sacrosanctum Concilium, Dei Verbum y Lumen Gentium fueron el esqueleto del Concilio. Como en un leit motiv, tus páginas destacan el cristocentrismo y carácter evangelizador del Concilio, así como las raíces del mismo en la intención y mensaje de Juan XXIII.
-Al igual que Hans Urs von Balthasar, Juan XXIII comprendió que la Iglesia de la Contrarreforma era una gran «operación de salvamento» que había completado su trabajo. El eclesiocentrismo de la Contrarreforma -la defensa de la Iglesia como institución-, tenía que complementarse con un cristocentrismo renovado: un nuevo énfasis en el Señor resucitado como centro de la historia y del cosmos. Las partes vivas de la Iglesia universal en el siglo XXI son aquellas que han devuelto a Cristo al centro de su proclamación y testimonio.
-Los obispos de hoy, los padres sinodales ya no pertenecen a la generación del Concilio. ¿Hay desinterés hacia el Vaticano II? ¿Es algo lejano? Sin embargo, cuando se leen los textos rezuman, si no actualidad, sí mucha vivacidad, más autenticidad que muchos de los documentos de hoy.
-Tienes toda la razón: los textos conciliares tienen una riqueza bíblica y teológica que no se encuentra tan a menudo hoy en día. Por eso es tan importante volver a leer -¡o leer por primera vez!- los textos profundos del Vaticano II. En un mundo occidental cada vez más ateo, Dei Verbum en particular habla a nuestro momento histórico y cultural: no estamos solos; Dios ha hablado en nuestra historia, y su Palabra vino entre nosotros, llena de gracia y verdad, señalándonos la verdad acerca de Dios y la verdad acerca de nosotros mismos.
-San Juan Pablo II y Benedicto XVI, testigos de vanguardia del Concilio e intérpretes autorizados, ya no están con nosotros. ¿Quién puede prolongar su hermenéutica?
-El Concilio continúa siendo estudiado y asimilado por los mejores teólogos de la Iglesia de hoy, y su trabajo informa a los obispos, sacerdotes y laicos que están haciendo el trabajo de la Nueva Evangelización. Juan Pablo II y Benedicto XVI -dos hombres del Concilio- dieron al Vaticano II su interpretación autorizada; las partes vivas de la Iglesia universal son aquellas que han abrazado esa «lectura» del Vaticano II, mientras que las partes moribundas de la Iglesia son aquellas que continúan insistiendo erróneamente en que el Vaticano II fue llamado a reinventar el catolicismo según el espíritu de la época. La Iglesia está llamada a convertir la cultura, no a imitarla.
-Gracias de nuevo George. Seguro que me sigues «dando trabajo…»
NUEVA YORK, 22 de septiembre (C-Fam) La Presidenta de Hungría, Katalin Novák, afirmó el pasado 19 de septiembre ante los líderes mundiales que la crisis demográfica derivada de la baja natalidad y el envejecimiento es una amenaza para la humanidad mucho más grave que el cambio climático.
Novák se sumó a otros jefes de Estado en su discurso de apertura de la 78ª Asamblea General de la ONU. Y advirtió: “Una gran parte del mundo se enfrenta, además de a la guerra, a una dificultad que le oprime desde dentro. En Europa y en algunos de vuestros países el invierno demográfico se ha convertido en una Edad de Hielo. Si no atajáis a tiempo este problema, tendrá un enorme impacto en nuestras economías, en nuestras sociedades y en nuestra seguridad en un futuro próximo”.
Novák elogió a Elon Musk, CEO de Tesla, SpaceLink y X (anterior Twitter), por considerar que el declive demográfico es una amenaza mayor para la humanidad que la crisis climática. “Se presta poca atención al cambio real e irreversible que se está produciendo en el mundo”, dijo.
“Si no hay niños no hay futuro. ¿Qué sentido tiene cuidar la Tierra si no tenemos hijos y nietos a los que legársela? Si la falta de hijos se generaliza, si nacen menos niños que los que fallecen en nuestros países, nuestro querido mundo, cuya existencia creemos bien asegurada, se hará añicos”, afirmó.
Novák destacó la labor de su gobierno para promover las familias numerosas como la primera medida de este tipo en el mundo, incluyendo desgravaciones fiscales para estas familias, así como incentivos financieros para que las parejas tengan más hijos.
“Los húngaros vemos la solución a la crisis demográfica en el fortalecimiento y el apoyo a las familias. Nuestro objetivo es tener una vida familiar plena y feliz y tener todos los hijos que las parejas jóvenes deseen”, explicó.
Novák también arremetió contra quienes critican las políticas profamilia de su país.
“En el sistema europeo somos los que más gastamos en ayudas a la familia. Esto no ha destruido la economía húngara. Al contrario, fortalecer a las familias es positivo en términos económicos”, afirmó.
Novák se distanció de algunas de las posturas de los países de Europa Occidental en cuanto a los derechos de los padres.
“Protegemos la libertad de los padres”, subrayó Novák. “Creemos firmemente que el derecho a educar a los hijos no pertenece al Estado, ni a las ONG, ni a los medios de comunicación, ni a la industria del sector educativo, sino a los padres”. Novák también dijo que la protección de la familia tiene un valor cívico positivo para toda la sociedad.
“Cualquiera que tenga un hijo está dispuesto a luchar en cualquier momento para garantizar que su hijo pueda vivir en paz y libertad. Las familias transmiten sus valores de generación en generación frente a cada dificultad, cada trauma histórico, cada desafío”, afirmó.
Novák destacó los esfuerzos de su propio país para despertar la conciencia sobre la crisis demográfica y desarrollar soluciones tales como la Cumbre Demográfica de Budapest, que concluyó la semana pasada, siendo la quinta cumbre anual de este tipo. La conferencia anual, que reúne a demógrafos, economistas y líderes profamilia de todo el mundo, emitió un “mensaje claro”, dijo Novák.
“Las fuerzas profamilia defienden sus valores e intereses. Incluso en un momento en que los idearios contrarios a la familia y a los niños se encuentran en una ofensiva sin precedentes, especialmente en estos momentos. Reconocemos que la familia es clave para la seguridad. Una familia fuerte, unida y sana es garantía de seguridad”, concluyó entre fuertes aplausos.
1. Siglo XXI: el desafío de la sobrevivencia de nuestra civilización
El siglo XXI nos abre las puertas a desafíos históricos en los que la humanidad y el planeta, que es su casa común, se debaten en un drama de auténtica supervivencia. Constatamos que todos estamos conectados. Estamos conectados con el resto de la familia humana, con la naturaleza, y con los que vendrán después de nosotros en las generaciones futuras.
El desarrollo económico y social de los dos últimos siglos ha estado a espaldas de esta realidad y se ha basado en la falsa creencia de que vivíamos en un mundo de recursos inagotables. Una educación ajena a estos hechos basada en el individualismo y la competitividad ha contribuido a perpetuar patrones de consumo no sostenibles y miradas ajenas a un análisis crítico de los fenómenos globales de ámbito planetario.
El sistema productivo actual que ignora los límites biofísicos del planeta está conectado con la crisis del deterioro ambiental global. En este sistema el consumidor está al servicio de la producción ya que ésta necesita asegurar sus salidas necesitando un suministro ilimitado de energía, agua y materias primas. Sin embargo, los bienes están acotados dentro de límites naturales que no se puede transgredir. Este tipo de sociedad es insustentable en el tiempo, ya que causa destrucción de biodiversidad, cambios climáticos globales, entre otros. (Elizalde, 2000) [2].
Los bienes que disponemos en el planeta son por naturaleza sociales y desde una ética del consumo esta concepción neoliberal de la economía nos aboca a una forma de consumo injusto e inmoral que no permite el igual desarrollo de las capacidades básicas de todos los seres humanos, donde el sobreconsumo de unos pocos es carencia para otros (Cortina 2003) [3].
Las personas en situación de pobreza son las que menos han contribuido al cambio climático, y sin embargo se ven desproporcionadamente impactadas por este. Como resultado del uso excesivo de los recursos naturales por los países ricos, los pobres sufren contaminación, falta de acceso al agua potable, hambre y en definitiva vulneración de sus derechos fundamentales.
El desarrollo tecnológico y económico debe estar al servicio de los seres humanos y acrecentar la dignidad humana en lugar de crear una economía de la exclusión. Todas las personas han de tener acceso a lo que se necesita para un auténtico desarrollo humano. Y éste no es entendido como crecimiento económico ilimitado en términos de renta per cápita o PIB sino como ampliación de las libertades, derechos fundamentales y las oportunidades de las personas poniendo el énfasis en valores como la sostenibilidad y la reducción de los niveles de desigualdad entre continentes en educación, sanidad, oportunidades o esperanza de vida. Este es, por ejemplo, el enfoque de crecimiento de del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) [4].
Transformación radical de nuestros sistemas educativos. Educación transformadora para la ciudadanía global.
La educación para el desarrollo sostenible es una educación para la construcción de otro mundo posible. Se debe empezar por una transformación radical de nuestros sistemas educativos que han formado tanta gente no para la sostenibilidad del planeta sino para su destrucción. Desgraciadamente nuestros sistemas educativos centrados en la competitividad sin solidaridad son instrumentos de insostenibilidad. “Los ciudadanos que están destruyendo el planeta han sido educados en nuestros sistemas educativos” (Gadotti, 2009) [5]. Debemos empezar por gestionar profundamente la forma en que enfocamos nuestra educación para que a partir de esta década podamos formar a nuestro alumnado como ciudadanos que construyan sociedades dignas en su desarrollo humano y ambiental.
El paradigma educativo que necesitamos promover se le ha denominado educación transformadora para la ciudadanía global (ETCG) y se concibe como un proceso socioeducativo continuado que promueve una ciudadanía crítica, responsable y comprometida con la construcción de un mundo más justo, equitativo y respetuoso con las personas y el medioambiente, tanto a nivel local como global (Oliveros 2018) [6].
En este escenario la categoría de Desarrollo Sostenible se convierte en un compromiso ético global que ha de trasladarse al ámbito educativo, a la investigación científica y a la agenda legislativa de los países para asegurar condiciones sociales, ambientales, económicas, políticas y culturales que permitan a las generaciones actuales y futuras disfrutar del derecho a una vida digna. Es necesaria más que nunca una firme apuesta de una educación transversal en valores que estén relacionados con la construcción de una sociedad, una economía y una cultura sustentable. La forma de realizarlo es hacer presente esta visión desde todas áreas curriculares de nuestros sistemas educativos. Los objetivos y contenidos educativos y estándares de aprendizaje en todas las etapas deben facilitar el desarrollo de una conciencia crítica en el alumnado desde edades tempranas que permita, ya desde la escuela y en el día a día de las aulas, iniciar los cambios para cimentar una sociedad sostenible que armonice sus necesidades con las de la naturaleza y los derechos de todos los seres humanos que habitan el planeta.
Los valores que habrán de presidir la acción educativa para conseguir este objetivo son, entre otros, la cooperación, la convivencia, los bienes comunes, la aceptación de la diversidad como riqueza, la igualdad, la equidad, la reciprocidad, la solidaridad, la comunicación, la responsabilidad intergeneracional, el compromiso social, el entusiasmo, la generosidad, la capacidad para asumir riesgos (Ojeda & Martínez, 1998 [7]), la vida austera, el reconocimiento del valor “del otro”, la compasión (Mínguez 2019) [8], la sobriedad ecológica ante la ebriedad tecnológica (Moratalla 2020) [9].
En este contexto la Educación para el Desarrollo (en adelante EpD), también llamada Educación Transformadora o Educación para la Ciudadanía Global, se estructura como respuesta a la urgencia de los cambios necesarios para conservar y mejorar las condiciones de vida de nuestra generación y de las generaciones venideras y del mundo donde habitarán.
La EpD es una dimensión que se va incorporando progresivamente en nuestros sistemas educativos y que facilita el conocimiento y la comprensión del mundo como una realidad globalizada e interdependiente, provoca en el alumnado una actitud crítica y comprometida con la justicia social y medioambiental, genera compromiso y corresponsabilidad en la lucha contra la pobreza y fomenta actitudes y valores de ciudadanía global.
Entendemos la EpD como un proceso educativo que aspira a generar una conciencia crítica y transformadora en toda la comunidad educativa. En este enfoque se aborda el conocimiento de los fenómenos naturales, sociales, económicos y culturales en una interconexión mutua en donde curricularmente se analiza la repercusión de cualquier acción humana local en los ecosistemas globales y que tiene en cuenta las múltiples identidades que configuran al ser humano. Desde esta orientación las personas se consideran como parte de los problemas y también de las soluciones, reconociéndose como agentes de cambio que buscan la justicia social.
La EpD entendida como Educación para la Ciudadanía Global se define como “proceso educativo (formal, no formal e informal) constante encaminado, a través de conocimientos, actitudes y valores, a promover una ciudadanía global generadora de una cultura de la solidaridad comprometida en la lucha contra la pobreza y la exclusión, así como con la promoción del desarrollo humano y sostenible” (Ortega 2007) [10]. Es por ello que hace falta avanzar en el desarrollo de esta nueva mirada que aporta la EpD en todo el sistema educativo formal y no formal. Y esto ha de incorporarse también en todos los niveles de los sistemas educativos de cada país en sus normativas y legislación de ámbito estatal y autonómico y de forma transversal en la administración, docentes, familias y alumnado y tercer sector.
Ponemos énfasis en las características de la EpD tal y como la define el enfoque de la UNESCO afirmando que la EpD debería ser holística (aborda el contenido y los resultados del aprendizaje, la pedagogía y el entorno de aprendizaje en contextos formales, no formales e informales), transformadora (que permita a los estudiantes transformarse a sí mismos y a la sociedad), promotora de valores universalmente compartidos como la no discriminación, la igualdad, el respeto y el diálogo, y partir de un mayor compromiso de apoyar la calidad y relevancia de la educación en estos logros. Desde esta conciencia la escuela apoya y promueve un modelo social basado en el disfrute pleno de los derechos humanos en cualquier parte del planeta.
Como nos recuerda la UNESCO (UNESCO, 2014b: 17) [11], la EpD tiene que ser “integrada en los marcos, planes, estrategias, programas y procesos sub-nacionales, nacionales, subregionales, regionales e internacionales relacionados con la educación y el desarrollo
El reto de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas
La intención de convertir nuestros centros en espacios educativos transformadores cuenta con el viento a favor de la Agenda 2030 y sus ODS de Naciones Unidas. La EpD asume en sus objetivos y metodología la decisión adoptada el 25 de septiembre de 2015 por la Asamblea General de las Naciones Unidas de establecer la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (ONU, 2015) [12]. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (en adelante “ODS”) recogen los principales desafíos de desarrollo para la humanidad para este decenio. La finalidad de los 17 ODS es garantizar una vida sostenible, pacífica, próspera y justa en la tierra para todos, ahora y en el futuro.
La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible representa un ambicioso plan de trabajo para los próximos años en favor de las personas, el planeta y la prosperidad. El objetivo de esta Agenda es impulsar una sociedad cuyo modelo de desarrollo se base en la sostenibilidad y en la resiliencia: 17 objetivos y 169 metas. Estos objetivos que debemos de ser capaces de alcanzar antes del año 2030, son objetivos mundiales y afectan tanto a países desarrollados como en desarrollo; son de carácter integrado e indivisible; y conjugan las tres dimensiones del desarrollo sostenible: la económica, la social y la ecológica.
El marco internacional de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y en especial la meta 4.7 dentro del objetivo de educación de calidad, nos reta a plantear dentro de la educación el impulso de una educación para el desarrollo sostenible y la ciudadanía global:
“Para 2030, la meta consiste en garantizar que todos los alumnos adquieran los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para promover el desarrollo sostenible, entre otros medios con la adopción de estilos de vida sostenibles, los derechos humanos, la igualdad entre los géneros, la promoción de una cultura de paz y no violencia, la ciudadanía mundial y la valoración de la diversidad cultural y de la contribución de la cultura al desarrollo sostenible [13].”
La meta 4.7 nos propone desarrollar en los procesos de enseñanza una identificación de nuestro alumnado con una ciudadanía activa y comprometida con los desafíos globales de modo que las nuevas generaciones tengan la disposición de buscar la transformación de prácticas y actitudes que nos acerquen a una justicia en los derechos de las personas y del planeta.
Para el desarrollo de esta tarea, es importante que, desde diferentes espacios, organizaciones, instituciones y personas, tanto del sector social como del educativo, reflexionemos y debatamos con el objetivo común de construir alternativas que fomenten una educación transformadora capaz de desarrollar estilos de vida sostenibles y promover una ciudadanía activa a favor de la paz y no violencia, la valoración de las culturas y la contribución al desarrollo sostenible.
2. Las Jornadas y su publicación
En este contexto de urgentes compromisos por un cambio de dimensiones globales las I Jornadas Nacionales de Educación para el Desarrollo y Objetivos de Desarrollo Sostenible celebradas en Murcia los días 28 de febrero y 1 de marzo de 2019 surgieron con el finalidad de dar a conocer experiencias, metodologías y enfoques de la EpD y ODS a docentes, profesionales que trabajan en educación no formal, miembros de la comunidad universitaria y profesionales de las diferentes administraciones públicas implicadas en la educación de modo que puedan transferir esta mirada a la actuación educativa del día a día de los centros educativos en los ámbitos de educación obligatoria, bachillerato, formación profesional y universitaria y de las acciones educativas de los municipios, asociaciones, ONGs, así como concienciar en el papel de los medios de comunicación y su influencia en la construcción de una conciencia crítica de la ciudadanía en los ámbitos de la justicia social y medioambiental.
En el marco de interés de estas Jornadas nos preguntamos: ¿Cómo podemos contribuir desde la educación a la construcción de Ciudadanía Global? ¿Cómo abordamos la cuestión d la transversalidad -género, paz y derechos humanos, interculturalidad, sostenibilidad- en el día a día de nuestras aulas? ¿Cómo lograr que desde todos los niveles educativos el compromiso ético y solidario con la justicia social vaya indisolublemente unido al currículo en la educación?
La celebración de estas Jornadas y la publicación que la acompaña en este volumen ha tenido como objetivos:
1. La generación de un espacio compartido de reconocimiento de la educación como herramienta de transformación social y dar a conocer los fundamentos de la Educación para el Desarrollo.
2. La transmisión de experiencias de EpD en centros docentes transformadores.
3. Facilitar Información sobre los organismos estatales que promueven la Educación para el Desarrollo (Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo –AECID-, Red Nacional de Docentes para el Desarrollo – Ministerio de Educación y Formación Profesional). Visibilizar, de igual manera, el trabajo de las entidades del Tercer Sector implicadas en la cooperación y la contribución de estas a la implantación de la EpD.
4. Motivar a docentes de todas las etapas educativas de educación formal (infantil, primaria, secundaria y la comunidad universitaria), no formal e informal sobre la corresponsabilidad, junto con la de todos los actores sociales, en el cumplimiento de la Agenda 2030 en favor de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ODS, a fin de promover el desarrollo de las competencias de sostenibilidad y de resultados específicos de aprendizaje relacionados.
5. Reflexionar y debatir sobre la necesidad de una Estrategia Regional de EpD que produzca cambios en las normativas que afectan al ámbito educativo en la dirección de propiciar una verdadera coherencia de políticas alineadas con la visión de la Educación para el Desarrollo y la Ciudadanía Global.
3. Conclusiones: Somos actores del cambio
El trabajo que aquí se presenta nace con la voluntad firme de compartir el conocimiento sobre la Educación para la Ciudadanía Global entre la comunidad educativa de forma que pueda inspirar la movilización de todos los agentes implicados en un inexcusable cambio de mirada para “transformar el mundo transformando la educación”. Es urgente incorporar la dimensión de una Educación transformadora en el imaginarium de nuestros docentes impregnar todo el curriculum escolar de esta nueva sensibilidad.
Toda la ciudadanía sin exclusiones, los agentes educativos de asociaciones, las ONGs para el desarrollo y la sociedad en su conjunto, pero especialmente el profesorado de los centros educativos, hemos de convertirnos en agentes de una educación que estimule en alumnos y alumnas una conciencia crítica y transformadora que les permita conectar lo local con lo global para cambiar el mundo en la dirección de las sostenibilidad ambiental y el respeto a los derechos de las personas y los pueblos, haciendo que se reconozcan como parte de los problemas, pero también de las soluciones y que se vean como actores de cambio que buscan la justicia social y la sostenibilidad del planeta.
Como nos recuerda María Novo (Novo, 2017) [14], se nos olvida que los niños y adolescentes no se forman exclusivamente para el día de mañana ser buenos profesionales sino para ser felices, para ser buenas personas y desarrollar su talento y creatividad enfocado al desarrollo humano. Lo que necesitamos no son personas que corran detrás del dinero, sino personas que sepan cómo mejorar el mundo y cómo ser felices.
Nuestro sincero deseo que la publicación de este volumen contribuya a que los docentes y agentes educativos de todos los sectores evolucionemos como profesionales, seamos mejores personas y desarrollemos nuestro talento y creatividad para ser protagonistas de una educación que forme en nuestras aulas a ciudadanos que sepan cómo responder a los desafíos de sociedades más justas y un planeta habitable para futuras generaciones.
2 Elizalde, A. (2000, mayo). Desarrollo humano sustentable: sus exigencias éticas, económicas y políticas. Ponencia presentada en la Conferencia en el Tercer Congreso de Bioética de Latinoamérica y el Caribe, Ciudad de Panamá, Panamá
3 A. Cortina, Por una ética del consumo. La ciudadanía del consumidor en un mundo global, Taurus, Madrid, 2002
4 Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. El PNUD en acción, consultado 14 junio de 2019 https://bit.ly/382jz3z
5 Gadotti, M. (2000). Pedagogía de la Tierra y cultura de la sustentabilidad. Foro sobre nuestros retos globales Comisión Costa Rica 2000: Un Nuevo Milenio de Paz "Si vis pacem, para pacem". 6 al 10 de noviembre del 2000. Universidad Para La Paz. San José, Costa Rica
6 Documento marco Educación transformadora y para una ciudadanía global en redes. Consultado 25 abril 2019
7 Ojeda, Fernando; Martínez Villar, Alberto. La educación global y la ética ecológica como herramientas para la sustentabilidad. 1998 Consultado 4 mayo 2019 https://www.miteco.gob.es/es/ceneam/articulos-deopinion/1998-ojeda-martinezvillar_tcm30-163523.pdf
8 Mínguez, Ramón. La pedagogía de la alteridad ante el fenómeno de la exclusión: cuestiones y propuestas. 2016. Educación & Pensamiento ISSN 1692-2697
9 Moratalla, Domingo; Ecología y solidaridad: de la ebriedad tecnológica a la sobriedad ecológica. Sal Terrae, 1991. Cuadernos Fe y Secularidad, 14.
10 Ortega Carpio, Mª Luz. La Educación para el Desarrollo: dimensión estratégica de la cooperación española. 2008/06/01
11 Education for Sustainable Development Goals - Learning Objectives Publicado en 2017 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura sostenible”.
12 Consultado 15 junio 2019 https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/2015/09/la-asamblea-generaladopta-la-agenda-2030-para-el-desarrollo-sostenible/
13 Consultado 8 de junio 2019 https://es.unesco.org/gem-report/node/1346
14 María Novo, El desarrollo sostenible. Su dimensión ambiental y educativa, UNESCO - Pearson Educación S.A., Madrid, 2006, 431 p